“La falta de agua es un problema serio que pone en peligro a Los Cabos”, Baja California Sur, advirtió Ramón Ojeda Mestre, en entrevista al Diario El Independiente el 5 de septiembre de 2018, fallecido defensor del medio ambiente, consultor de la ONU en temas ambientales y Premio Mundial de Derecho Ambiental de 2005. Más de cinco años transcurridos desde entonces, la situación no ha variado y el peligro, por el contrario, se ha incrementado. Vea usted si no.
El 10 de marzo de 2022, en la nota “Problema de agua en Los Cabos es por falta de infraestructura”, publicada por Tribuna de México, se dio a conocer que en los llamados Foros Ciudadanos Coparmex celebrados en Los Cabos, Alejandro Flores, consultor independiente y experto en urbanismo táctico, afirmó que en la actualidad Los Cabos genera 120 millones de metros cúbicos de agua al año, cuando sólo requiere de 32 millones de metros cúbicos, y aun así, decenas de miles de cabeños carecen del líquido natural. Eso deja claro que el problema en el municipio no es la falta de agua que, como veremos más adelante, está sobrexplotada con grave riesgo de acabarse, sino la falta de infraestructura para su distribución y, añado, una muy injusta distribución.
Cabe entonces la pregunta: ¿A dónde se va toda esa agua? ¿se tira, se desperdicia? Estamos hablando de más de 90 millones de metros cúbicos al año, y la respuesta se impone por supuesto: a los hoteles. Para darnos una idea de la importancia de la actividad turística en Los Cabos sirva comparar la cantidad de habitaciones disponibles en el arrasado Acapulco, con 19 mil habitaciones contra las 22 mil que tiene Los Cabos.
Y siguen construyéndose más hoteles y caros fraccionamientos a un ritmo frenético, actividad constructiva que, desde luego requiere cantidades industriales de agua, mientras la cantidad de personas sin acceso al agua aumenta en los barrios y colonias humildes (menos de dos de cada diez sudcalifornianos tiene agua a diario: Inegi 2020) y, por si fuera poco, el líquido se encarece cada vez más.
La nota “El agua de Los Cabos: en manos de hoteles y desarrollos inmobiliarios” de Diario El Independiente es muy precisa y no deja lugar a dudas: la infraestructura del sistema de distribución garantiza agua a los ricos, sus hogares, negocios y distracciones y sacrifica a los pobres.
La nota señala que “Según datos del Repda (Registro Público de Derechos de Agua), la Conagua ha concesionado a hoteleros y desarrolladores el aprovechamiento de casi 10 mil millones de litros de agua al año”, mediante 40 concesiones a dichos capitalistas.
En contraparte, el organismo operador de agua municipal de Los Cabos cuenta sólo con dieciséis títulos de concesión, de los cuales diez son destinados a servicios y ¡seis a servicio urbano!
Si bien las cantidades que proporciona el experto Flores son inmensamente diferentes a las del Repda, los datos de este último no pueden ocultar los privilegios de que gozan los capitalistas del turismo.
Además, tan sólo en 2019, año de la nota, cerca de “20 constructoras, proyectos de gran turismo y promotoras [inmobiliarias] poseen… más de 112 hectáreas de territorio federal sobre arroyos y otras corrientes de agua”, contra menos de media hectárea que posee el ayuntamiento. Más claro, ni el agua de que se apropian unos cuantos.
Alejandro Flores señaló que fue precisamente el doctor Ojeda Mestre quien dejó claras las deficiencias del organismo operador de agua potable de esta ciudad, y en vida señaló el desequilibrio en los cuatro ejes de la acción del organismo público, que son producción-extracción del agua, conducción-distribución, comercialización-cobro y tratamiento.
El desequilibrio, agrego yo, no es casual ni es un error; es una estrategia política consciente para beneficiar a la clase en el poder: se ha sacrificado por décadas a la población humilde de Los Cabos, se le cobra la poca agua que se le proporciona, se hace negocio con sus carencias y se privilegia al capital en su forma de actividad turística. En palabras de barrio, esto es un agandalle despiadado.
En ese tiempo, Ojeda Mestre también señaló que “nosotros lo que queremos es que sea equitativa la disposición a la distribución del agua potable… con el respaldo del Congreso local, de los empresarios que ya dijeron que están de acuerdo para que ellos vean cómo con las 70 plantas desalinizadoras de la misma cantidad de hoteles, ven de qué manera ahorrar agua; que el turista consuma menos, y “que le llegue más a los grandes grupos populares”.
En la misma nota mencionada insistió en que era fundamental dar información seria y científica, comprobable y sin sesgos acerca de las decisiones que se toman para la distribución mediante tandeos (que suelen dejar sin líquido a muchas colonias hasta por dos semanas); el hecho concreto es que la gente de Los Cabos no tiene suficiente agua y eso “no se debe soportar… va más allá de la ética”.
Siguió advirtiendo Ojeda Mestre: “Si no le damos agua a la gente empiezan las enfermedades en la piel, parásitos, enfermedades gastrointestinales, los piojos, infecciones en los oídos y pequeñas zonas de contagio, aumenta la deserción escolar por enfermedad y se incrementa la dificultad económica de las familias”.
Dichos problemas se han agudizado; ha aumentado la pobreza en todas sus formas y la sobreexplotación de los acuíferos es alarmante: no está controlada ni administrativa ni científicamente.
Pero hay más problemas realmente posibles en puerta: es evidente que, si un gran descontento popular se manifiesta, todo el turismo se ahuyentará en un santiamén y no por poco tiempo. Los ricos emigrarían con su riqueza (si es que la inminente caída del dólar no sucede antes), pero los pobres se quedarían con su pobreza acentuada, aumentada por la carencia de otras fuentes de empleo no turísticas y caería en un círculo vicioso de descontento, haciéndole imposible su ya de por sí desgraciada vida.
Se ha anunciado en los últimos años la construcción de más infraestructura de agua en Los Cabos, pero siendo claros nada le garantiza a los humildes que no se integrará al diseño ya establecido de beneficio prioritario para los ricos. A pesar de ello, sigue habiendo decenas de miles de cabeños sin agua.
Las autoridades están rebasadas por el incremento poblacional explosivo, sobre todo con guerrerenses que huyen de las secuelas de “Otis” y de la inseguridad. El Gobierno federal de la 4T aquí no resolvió este asunto; al contrario, lo ha agravado al no tocar la injusta distribución del agua, al no modificarla y, en los hechos, convalidarla.
Las lecciones de la dura realidad enseñan a los más humildes que nadie les traerá el agua en cantidad suficiente, de buena calidad, disponible a toda hora y sin que tengan que pagar injustas cuotas, si no la hacen llegar ellos mismos a sus hogares mediante la fuerza de su propia organización y movilización.
Pero también la realidad muestra que, para construir una red de distribución de agua más justa, que no destruya el potencial turístico, sino que lo integre con armonía (hasta donde el compromiso social de los ricos con su pueblo dé), necesitan tener el poder en sus manos; necesitan gobernar para diseñar ellos mismos ya no sólo la distribución del agua, sino de la riqueza social toda de una manera más equitativa y justa. Como ningún partido político ha querido hacer esto, no les queda más que construir su propio partido.
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