El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) desapareció las guarderías para comprar votos, desapareció refugios de mujeres para comprar votos, desapareció programas y mecanismos de revisión para comprar votos con total impunidad.
Secuestró y castró órganos autónomos para asegurar su impunidad y seguir comprando votos, aun en los peores momentos de la pandemia no pensó en otra cosa que los votos por encima de la vida.
Luego, con su Cuarta Transformación dejó a la educación a la deriva hasta que recordó que muchos jóvenes, en dos años irán a votar, entonces la prioridad para él es una reforma ideológica que, a través de Morena, quiere imponer en las escuelas, no es educación, son los votos.
AMLO no piensa en el México del futuro porque su único futuro es 2024. Hace apenas cuatro días se advertía en el pasquín más odiado por el presidente, el diario Reforma, que de no frenar y resarcir de forma urgente el rezago escolar, de hasta tres años, que padecen menores y adolescentes por la pandemia, podría agravarse y afectar su vida laboral.
Como parte del análisis del Centro de Estudios Espinoza Yglesias se concluía que se tendría que contratar a más maestros y que a su vez estos debían estar más preparados para nivelar el rezago académico al que los arrojó la pandemia. Nada despreciable son los problemas psicológicos, físicos, familiares y sociales a los que también nos orilló la crisis sanitaria. Muchos de los problemas y retos nacientes de la educación demandan análisis particulares y planes de acción determinados según las características de cada zona.
La síntesis de lo publicado en Reforma se me hace correcto porque dice una verdad que ya todos sabemos, la juventud de México no puede regresar a clases dos años después como si nada hubiera cambiado porque todo cambió.
Aquí entra en escena por fin la Cuarta Transformación, y es que casi como un regalo del Día del Niño, uno muy malo, Delfina Gómez, la actual secretaria de Educación y virtual candidata a gobernadora del Estado de México, anunció una serie de propuestas a implementar en la educación mexicana, ya hemos hablado por ejemplo de la desaparición de las escuelas de tiempo completo y según las palabras de un descerebrado llamado Marx Arriaga, “los maestros del sector público demandaron un modelo educativo decolonial, libertario, humanista, que termine con el racismo, con las pruebas estandarizadas que segregan a la sociedad, en fin, que acaben con el clasismo en esta sociedad cansada de tantos abusos, de tantos atropellos”.
Hay que recordar que esos maestros a los que se refiere Arriaga no son todo el pueblo de México, acaso han de ser algunos, pero en realidad, las medidas y reformas que pregonó en aquella conferencia mañanera no corresponden al remedio de las brechas educativas, sino a la adulación del discurso del presidente.
El mismo AMLO, berreó que los 97 títulos de libros de texto gratuitos modificados no le son suficientes y necesita que todos los textos disponibles “reflejen el modelo de la Nueva Escuela Mexicana, dejando atrás el periodo neoliberal de la educación”.
Aquí hay que ser insistentes y repetir que no; la educación no cambiará con estas medidas tan superficiales, no se trata de cambiarle letritas a los libros, se trata de entrar a la coyuntura en la que nos dejó la pandemia y plantear seriamente cómo entrarle. El neoliberalismo no se acabó aquel día en que AMLO decretó que se terminaba, y lo mismo pasa hoy con la educación, no es cuestión de decir que existe un nuevo modelo en la Escuela Mexicana, es crear condiciones ideales para los mexicanos y que estos aprovechen mejor sus nuevas circunstancias y construyan un nuevo modelo educativo.
Los planteamientos con los que AMLO formula el sistema educativo se parecen mucho a como se nos pintó el nacismo en la película de Jojo Rabit, tal pareciera que AMLO y sus secuaces quisieran entrar a fuerza en las aulas y en las mentes de los niños para disfrazarse de su amigo, de sus aliados, decirles quiénes son los buenos, quiénes son los malos, qué hacer, qué defender y a quién atacar.
Eso es lo que AMLO plantea con su educación, no una educación crítica como plantea la FNERRR, sino adoctrinamiento y servilismo rastrero. La educación demanda de una intervención a corazón abierto y AMLO solo les quiere recetar una tacha a los niños para hacerlos sus amigos. No, está en nuestras manos detener este atentado contra la educación.
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