A la llegada de los españoles a nuestro continente impusieron una educación centrada en la religión. Las fuerzas productivas de la época no apremiaban una rigurosa formación científica, por lo que el analfabetismo campeaba en nuestro país. Así lo corrobora el primer Censo General de Población, de 1895, donde indicaba que el 82.1% de los adultos eran analfabetas (Inegi).
Con el ascenso del capitalismo, a partir de Álvaro Obregón y con Vasconcelos a la cabeza de la Secretaría de Educación Pública, surgió para el nuevo régimen un nuevo modelo educativo con la alfabetización masiva, por lo que fueron creadas las escuelas normales, el Politécnico Nacional, Ciudad Universitaria, entre otras.
Con el neoliberalismo, la educación perdió la importancia que tuvo con los gobiernos surgidos de la Revolución mexicana; dejó de ser derecho fundamental y se convirtió como todo lo que toca el capitalismo: en mercancía.
El Estado abandona su tarea y comienza a reducir el financiamiento y empobrece la calidad educativa; de esta manera se provoca que las familias envíen a los hijos a las escuelas particulares. En 1980, la matrícula en instituciones públicas de educación superior tenía el 91% del total y 9% en privadas; para 2020, el porcentaje fue de 76 y 24, respectivamente.
Los retos actuales de la educación en México abarcan varios aspectos que necesitan ser abordados para lograr un sistema educativo equitativo, inclusivo y de calidad. Los desafíos son múltiples y abarcan desde la cobertura, rezago educativo, infraestructura, brecha educativa, formación docente, falta de recursos, entre otros no menos importantes.
Es necesario cambiar la educación para convertirla en un factor transformador de la economía. Debemos plantearnos qué enseñar a niños y jóvenes. Además de las materias establecidas, se debe inculcar cualidades fundamentales como el hábito de la lectura, capacidad real de leer y escribir, habilidades de comunicación, dominio de al menos una lengua extranjera, además de la evaluación y la retroalimentación, y una combinación de trabajo intelectual con manual.
El proporcionar educación a nuestro pueblo ayudará a reducir los índices de criminalidad; es algo que las autoridades educativas lo saben. Sin embargo, las instituciones de educación superior rechazan en ocasiones hasta más del 80% de sus aspirantes, con lo que se provoca ocio y delincuencia.
Todas las escuelas deben tener salones bibliotecas, sanitarios, instalaciones deportivas, agua, drenaje, electricidad, internet. Además de esto, deben contar con laboratorios suficientes, talleres, campo experimental y, desde luego, debe eliminarse por completo el hacinamiento por cuestiones pedagógicas y sanitarias.
Incontables gobernantes, de todos los niveles se niegan a atender peticiones de estudiantes y maestros en beneficio de la mejora de sus escuelas, de apoyar a albergues estudiantiles, becas o pagos de salarios e incluso en varias ocasiones arremeten con la Policía contra los solicitantes.
El Gobierno de Morena, que tanto vociferó que durante su mandato apoyaría como nunca a la educación, es el que menos ha cumplido con su obligación.
Por otra parte, millones de padres de familia no pueden atender la educación de sus hijos debido a que se encuentran hundidos en la pobreza.
En lo que va de este Gobierno, que se autonombró "defensor de los pobres", el número total de pobres ha pasado de 90 a 100 millones (Araceli Damián, Colegio de México DW). Entre 2018 y 2020, el número de personas en pobreza extrema aumentó en 2.1 millones (Coneval).
Ejercer un derecho implica condiciones materiales, y los más pobres no las tienen, desde que sus hijos deben trabajar para apoyar en el gasto familiar. El empobrecimiento y la desigualdad económica en esta sociedad creciente generan como consecuencia desigualdad en el acceso a la educación y en la calidad de la educación recibida.
El analfabetismo se presenta en el 39.5 % de la población adulta mayor que habita en zonas rurales y en el 15.2 % de zonas urbanas de los adultos mayores. El 18.5% de esta población que habita en zonas rurales completó la educación primaria o más, mientras que también lo hizo el 54.7% de los que vivían en zonas urbanas.
Pese al alboroto mediático de la 4T, que perjura que “primero los pobres”, en los hechos no se ve. En 2018 había 23.5 millones con rezago educativo, para 2020 sumaba 24.4 millones (Coneval, nota sobre el rezago educativo 2028-2020), casi un millón más en dos años. Esto según Coneval (que es una institución oficial; la realidad debe ser peor).
De acuerdo con datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación en México, cerca del 36% de los niños que nacieron y viven en una comunidad rural no asisten a la escuela. Lo mismo sucede con los niños indígenas o quienes tienen una discapacidad. De igual manera, se sabe que para los niños que viven en ambientes urbanos, el reto es más bien de calidad.
Una mejora real en la educación para todos exige la distribución equitativa de la riqueza y también aumentar la inversión pública, solo así se podrá educar a toda la niñez y juventud. La equidad económica permitirá equidad educativa. En suma, todos los males que aquejan a la educación mexicana patentizan el fracaso de la política social del actual gobierno. A cambio de unas monedas, en la práctica se escamotea un derecho fundamental.
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