La reciente crisis económica que estamos viviendo los mexicanos en estos últimos meses de este 2021, según los economistas, es la mayor que no se había visto desde hace 20 años, está afectando el nivel de vida de todos los sectores de la sociedad, es un fenómeno mundial por los efectos de la pandemia que ya ha cobrado la vida de millones de seres humanos y por la voracidad de los dueños de los grandes capitales que controlan la economía mundial. Nuestro país, por tener una economía dependiente, no puede mantenerse al margen de esta situación global, ya estamos viendo cómo está afectando, de manera más directa y devastadora a los sectores más desprotegidos. Pues muchos de ellos, antes de la pandemia su situación económica ya estaba muy deteriorada, ahora está peor, al grado que hay familias que no tienen una seguridad de lo que van a comer para el día de mañana, esto es literal. Lo mismo sucede con los pequeños comerciantes, que tuvieron que cerrar negocios por pocas ventas y de la noche a la mañana se vieron sin ninguna fuente de ingresos, y lo mismo sucedió a sus empleados. Caso más grave para las familias del campo cuya población dedicada a la producción agropecuaria representan el 43% de la población activa, sector que siempre los distintos gobiernos los han mantenido aislados y marginados sin un apoyo real para mejorar su difícil situación económica. La llegada de nuestra economía a este nivel se debe a varios factores, pero en gran medida a la mala política económica del gobierno de la 4T, que, en lugar de invertir en la generación de empleos, está desviando los dineros de los impuestos de los mexicanos a políticas electoreras para afianzar su mal llamada cuarta transformación.
Desde fines de junio hemos estado observando que los precios de los productos se están elevando desconsideradamente, que contrasta radicalmente con los pronósticos oficiales del Banco de México. Por ejemplo, pronosticó que para el 2021 la tasa inflacionaria sería tan solo del 3.47%, sin embargo, para el mes de octubre ésta ya se había duplicado, alcanzando el 6.43% y para noviembre ya estaba por arriba del 7.03%. Hoy en día, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la crisis ha llegado al grado que a 4 de cada 10 mexicanos, sus ingresos ya no les alcanza para cubrir los gastos de sus familias, según la misma fuente, en los últimos 12 meses más de un tercio de la población, es decir el 36 por ciento tuvo que pedir prestado para sufragar su presupuesto, el cual consiste en cubrir las necesidades de despensa, renta de vivienda, agua, luz, gas, teléfono, colegiaturas o medicamentos. La situación es tan crítica, asegura Inegi que un 43.4% de la población adulta, no pueden cubrir los gastos básicos del hogar. De igual forma, el 11.3% de la población, vive en la incertidumbre por no tener segura la forma en que resolvería sus necesidades elementales. Son tres los estados donde se viene observando este fenómeno con mayor incidencia, ellos son la Ciudad de México, Puebla y Guerrero.
En estos estados, principalmente en Guerrero, sabemos que la economía no está sustentada en la producción industrial, en buena medida es el turismo y en la exportación de algunos productos agropecuarios como el mezcal, coco, mango, etc. pero estos apenas representan el 5.6% de la PIB del estado, el sector primario está abandonado a su suerte y los campesinos son los que están sufriendo en carne propia las malas políticas del gobierno por los recortes presupuestales al sector. A nivel nacional nuestro país ha dejado de ser autosuficiente en la producción de alimentos, y para satisfacer la demanda se importan el 57% de los productos que consumimos y por lo tanto los precios se incrementarán, pues estos se cotizan en dólares, pero si hablamos de los insumos, principalmente del fertilizante y los líquidos, como los herbicidas y plaguicidas los precios ya están por las nubes, así que doble golpe para los campesinos, no podrán comprar los insumos, no tendrán producción y su economía empeorará, al verse obligados a comprar lo básico para el sustento familiar.
Así que el primer golpe que ya estamos recibiendo los ciudadanos a causa de la crisis, es en el estómago, es decir en la escasez y altos precios de los artículos alimentarios de primera necesidad. La alteración de los precios en la gasolina, la luz y el gas, son los detonantes para la alza de los productos de la canasta básica, pero se espera que para enero del próximo año los precios seguirán aumentando ya que, a partir del primero de enero entrará en vigor el incremento al salario mínimo que acaba de autorizar la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) dicho incremento es del 22%, lo cual significa que en la mayoría del territorio nacional el salario mínimo será a 172.87 pesos; la cuesta de enero, que ya está a la vuelta de la esquina estará más empinada y ya empezamos a sentir la pesada carga que tendremos que soportar durante quién sabe qué tiempo. De aquí entonces, surge la necesidad de estar preparados para aguantar la tormenta de precios altos. Los pobres debemos estar conscientes que esto no es un castigo divino ni mucho menos porque somos flojos y no nos gusta trabajar, es en primer lugar el resultado de la gran concentración de la riqueza a niveles insospechados, que los dueños de esas riquezas dominan el mundo de la producción para seguir aumentando sus caudales a costa de la clase trabajadora. Vivimos en un país donde hay una mala distribución de la renta nacional, a causa del modelo económico que los gobiernos actuales se empeñan en mantener vigente. Aunque lo nieguen, en los hechos protegen a los que más tienen y abandonan a su suerte a la clase trabajadora. Por eso en estos momentos debemos de reforzar nuestra lucha en la conformación de una unidad nacional para hacer de México un país fuerte, libre y soberano, para cerrar la brecha entre los acaparadores de la riqueza nacional y los más pobres, debemos empezar erradicando el modelo económico y cambiar a la clase gobernante por una surgida del propio pueblo que atienda las carencias de la sociedad en general, pero en especial al pueblo trabajador, no con dádivas, sino generando condiciones para que haya fuentes de empleo donde los ciudadanos tengan asegurada una vida digna.
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