* A pesar de los discursos políticos y los programas sociales, miles de familias en Baja California siguen enfrentando carencias profundas, desigualdad y falta de inversión estructural
En el marco de su Tercer Informe de Resultados, la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda, se comprometió a combatir la pobreza y atender a las comunidades con mayor rezago social en Baja California.
Este discurso, que ha sido la bandera de miles de funcionarios, se ha desgastado al grado de que muchos ya no creen en él, al grado de que cuando se le dice al pueblo que son pobres, estos ya no lo creen, al grado de que cuando se les promete cambiar sus condiciones de vida, nadie les cree.
Aquí se construyen televisores, se ensamblan carros y se genera riqueza, pero quienes sostienen estos grandes capitales viven entre calles destruidas y servicios ausentes.
Así, los discursos de toma de posesión en muchos de los rincones de México pusieron como primer eje de trabajo a los pobres; sin embargo, esto, en estos rincones, no ha pasado, pues la pobreza y la desigualdad crecen cada vez más en cantidad y calidad.
En 2022, el 36.3 % de la población se encontró en situación de pobreza (46.8 millones de personas); la menor tasa en el periodo 2016-2022.
La pobreza extrema se situó en 7.1 % de la población (9.1 millones de personas); cifra menor que en 2020, cuando fue de 8.5 % y nos encontrábamos en la crisis de covid-19.
Hoy en día, aunque se diga que hay menos pobres o que existan menos pobres, esto no es así, pues las estadísticas no comparan el ingreso diario de las familias contra lo que ellos puedan adquirir para comprar el sustento familiar.
El porcentaje de pobreza en Baja California es 18.7 puntos porcentuales menor que el porcentaje nacional (41.9 %). En ese mismo año, el porcentaje de población vulnerable por carencias sociales en Baja California fue de 39.8 %, es decir, 1 millón 450 mil 800 personas, aproximadamente, presentaron al menos una carencia.
María Dolores Martínez vive en la Zona Este de Tijuana, ahí donde, según las estadísticas, se concentra el mayor número de pobres y de carencias del municipio de Tijuana.
Ella es ejemplo de esta carencia, pues su colonia no tiene acceso a la red de agua potable, no cuenta con energía eléctrica estable y, ni hablar de la situación jurídica de la tierra, pues ella pagó al primer fraccionador el terreno, después vino otro y volvió a cobrar; ahora el gobierno quiere cobrar nuevamente. “Aquí todo mundo le quiere sacar dinero al pueblo, pero el pueblo no tiene de dónde sacarlo, más que trabajando”, explica.
En la Zona Este, donde existe un crecimiento desmedido de los grandes parques industriales, se respira la pobreza. Aquí, donde las calles están destruidas y donde los servicios son solo para las empresas, también viven quienes sostienen económicamente a los grandes capitales.
Aquí se construyen televisores, aquí se ensamblan carros, aquí, donde la vida es más injusta, aquí es de donde sale la riqueza.
Dolores gana apenas el salario mínimo, como muchos de los que aquí viven. Ella es originaria de Guerrero, llegó hace quince años con sus dos pequeños; buscaba, como muchos también, el sueño americano, pero no lo alcanzó.
“Conocí a un hondureño, me prometió una vida más o menos, no de ricos, porque ni él tenía tanto dinero, pero dijo que los dos trabajábamos y criábamos a mis hijos y uno que tuve de él. Me dejó cuando nació su hijo, ahora yo me tengo que hacer cargo, trabajo y dejo a los niños con la más grande, cuando regresa de la escuela”, explica.
Aunque los programas sociales significan un apoyo para las familias que radican en el estado, estos no erradican la pobreza, pues, como asegura Dolores, “ayudan para comprar la despensa, pero ni sacan a uno de pobre. Con eso no llega el agua o no alcanza para pagar la pipa de agua, no alcanza para los gastos. Antes (habla de hace nueve años), los niños podían ir al seguro y nos daban apoyo por chamaco. Ahora es muy mínimo, pero ayuda, no podemos negarlo”. La contundencia con la que habla no deja lugar a dudas.
En 2019, un total de 47 poblados y zonas rurales de Baja California fueron incluidos en la declaratoria de las zonas de atención social prioritarias del Gobierno Federal; hoy, a pesar de que existe un alto número de pobreza en el estado, no se han registrado zonas prioritarias en papel.
En esta zona, la más pobre de Tijuana y la más grande, existe el mayor número en rezago social. Si bien es cierto que es donde se ha destinado el mayor número de apoyos, hace unos días se inauguró el hospital para Tijuana y Tecate.
Lo que hace falta es una nueva política y no entrega de apoyos sociales. “Estamos mal, aquí está mal todo: el transporte, las calles, no hay muchas escuelas, no había hospital. Aquí nadie quiere venir, porque hay mucha inseguridad, somos como los olvidados”, señala con rostro de resignación.
En Tijuana, hace tres años, al inicio de la pasada administración, se promovió la división del municipio, pues algunos aseguraban que la Zona Este era muy grande y el recurso que destina el municipio a esta delegación es muy poco.
“Cuando decían que se iba a dividir Tijuana, creo que estaba bien, pero con la bronca que traen entre ellos (se refiere a los grupos de los morenistas), el que siempre sale perdiendo es el pueblo. Acá no llegan los servicios, podrán decir que los políticos trabajan mucho, pero un claro ejemplo es cómo una empresa levanta un almacén o una fábrica en una semana.
Es impresionante, una semana se tardan en poner todo, y para que llegue la pipa del agua, se tardan mucho. Ya no hablamos de cuando pedimos que vengan a arreglar el camino, porque habrá que esperarse hasta que la delegación tenga una máquina. Es una vergüenza”, argumenta Dolores.
Para la gobernadora, acabar con la pobreza será su prioridad, y es que hoy tiene camino libre, pues el 90 % de sus presidentes municipales pertenecen a “ese grupo” del que habla Dolores. Hoy todos están del mismo lado y “se supone” que avanzarán hacia el mismo camino, como ella dijo: respira paz política.
Los programas y algo más
A pesar de que estos programas “ayudan en algo”, como dijo Dolores, esta no será la salida al problema que enfrenta Baja California, pues la pobreza en la que se encuentra está ligada a un problema estructural, a un sistema capitalista que busca la mayor ganancia sin importar los niveles de explotación.
Así, los programas sociales como Tarjeta Violeta, Ilumina tu día, Canasta Básica y demás solo atenúan un poco los malestares de la pobreza, sólo la hacen un poco menos pesada.
En su discurso, Ávila Olmeda resaltó que más de 64 mil familias en Ensenada y San Quintín han recibido al menos un apoyo de su gobierno, incluyendo 17 mil 300 mujeres beneficiadas con la Tarjeta Violeta.
Pero los resultados en materia de pobreza siguen siendo los mismos, pues no se habla de mayor inversión en infraestructura social, no se habla de que hay más escuelas, más hospitales o que las familias tienen oportunidades diferentes de desarrollo.
Los programas sociales, que han servido como la compra anticipada de votos, son también un parteaguas para el desarrollo de las comunidades, pues con ello se condiciona el que seas parte de algún u otro equipo o partido, condicionando estos apoyos para que no se entreguen obras y servicios a las comunidades más necesitadas.
Y aunque con esto tampoco se lucha contra la pobreza, sí crea las condiciones para que las familias tengan un espacio digno y seguro donde vivir.
Porque todos hablan de la pobreza, pero pocos luchamos contra ella, no sólo en campañas sino en el día a día, desde la fábrica, desde el campo, como Dolores, desde una marcha o desde la línea de fabricación. Esto no es un sueño, es una realidad que solamente el pueblo organizado podrá lograr.
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