“Vamos a dar a conocer la propuesta de reforma constitucional en materia de democracia: que busca hacer más barata la democracia en nuestro país, es un viejo reclamo de la gente de que se deje de estar gastando dinero”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Lo anterior no es más que la conclusión de una amenaza que López Obrador anticipó desde el inicio de su sexenio, pero que se remonta desde décadas antes, y quedó de manifiesto con su famosísimo grito de “¡al diablo con sus instituciones!”. Y es que al presidente lo debemos tratar por lo que es, un enfermo del poder.
El presidente sufre un peligroso complejo por concentrar el control de todo en el país, y al mismo tiempo hemos sido testigos de cómo ha empeorado y destruido todo lo que ha caído en sus manos. El argumento de que si algo fue hecho en sexenios anteriores es corrupto es hoy una mentira super gastada, ya vimos que no funcionó cuando desaparecieron las estancias infantiles y se entregó el recurso directamente a los padres de familia, los apoyos no llegaron y no fueron usados para el fin al que estaban destinados que era el cuidado de los niños.
Lo mismo pasó con los programas de asistencia social, antes conocidos como Oportunidades o Prospera, a los cuales les cambiaron de nombre, desaparecieron sus mecanismos de revisión y redujeron todo a un depósito en una tarjeta del bienestar a la que el recurso llega directamente, pero en nada funciona mejor que los apoyos anteriores, ni genera el bienestar prometido, al contrario, los índices de bienestar humano están por los suelos y la pobreza en su apogeo. ¿Aún recuerdan cuando el presidente acusaba, sin pruebas, que el recurso de esos programas se lo quedaban los intermediarios, pero nunca probó nada?, bueno, después de la desaparición de esos programas corruptos la cosa se puso mucho peor. Los grupos delincuenciales aprovecharon los huecos legales y la opacidad con que funcionan estas tarjetas para depositar la nómina de sus trabajadores de bajo rango. La 4T le pavimentó el camino a la delincuencia para trabajar a sus anchas.
Usé el ejemplo anterior porque creo que ha sido uno de los más ilustradores respecto al peligro que conlleva desaparecer algo que no necesita desaparecer, bajo argumentos absurdos y mentirosos, el presidente dice que los cambios del INE son motivados por reclamo de la gente, al presidente habría que preguntarle, ¿cuál es esa gente que reclama aquel cambio?, ¿serán el democrático Manuel Bartlett o el legítimo Barbosa? ¿Con qué datos el presidente sustenta su dicho?
Andrés Manuel López Obrador sostiene, no es nuevo, que el árbitro no le tiene buena fe a él ni a su partido, algo que no coincide con la realidad, ¿pues no fue acaso ese mismo arbitro el que le levantó la mano en las elecciones de 2018? Y lo mismo después con las elecciones de 2021, lo que sí es un hecho es que el presidente no es un buen juez de los jueces, pues aplaude en las elecciones donde gana, pero no reconoce su derrota donde la hay.
No perdamos el hilo, el fin en el diseño de todos los programas que AMLO ha enarbolado como sus banderas de gobierno ha sido permanentemente la compra de conciencias y votos ciudadanos, lo mismo pasa con la más reciente propuesta para reformar al INE, el presidente no quiere ahorrar para quitarle dinero a un órgano caro, sino que quiere minar las fuerzas del único organismo que ha mostrado legítima defensa a su existencia, un órgano que respeta y hace respetar la ley, algo que al presidente le molesta al grado de reclamar, no me salgan con que la ley es la ley.
Los mexicanos debemos defender al INE, un órgano que no es caro, pero sí valioso, pues detrás de su formación hay una historia de lucha por la democracia. Debemos defender al INE, porque más caro será perder nuestra democracia.
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