Como una de las peores tragedias ocurridas en una dependencia gubernamental, llegó a nuestros oídos la información estremecedora de la muerte de 40 migrantes que fallecieron calcinados en el Centro de Detención del Instituto Nacional de Migración (INM), dependiente del Gobierno federal, en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Este es un hecho por demás horripilante cometido por funcionarios públicos que dejaron morir en medio de las llamas a los 40 migrantes por órdenes de altos mandos; se les dio la orden superior de prácticamente asesinarlos sin ningún remordimiento. Los migrantes perecieron a su suerte en medio de las llamas porque los candados de la puerta de salida estaban cerrados y nadie se apiadó de abrirlos para que se salvaran, las llamas y el humo asfixiante acabaron con sus vidas de sufrimientos de la forma más inhumana posible.
Y como era de esperarse porque siempre sucede así, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en su afán de lavarse las manos por este hecho tan reprobable, salió a decir en su mañanera del 28 de marzo, también como es su costumbre, que la culpa de su propias muertes la tuvieron los 40 migrantes porque ellos prendieron fuego a las colchonetas, claro no dijo que los migrantes mantenían una protesta para ser liberados porque ellos estaban presos sin fundamento desde que los detuvieron vendiendo en la vía pública dulces y frituras para tratar de ganarse la vida, hecho sumamente injusto también, pues fueron conducidos a su muerte
Cuánto dolor de los familiares de estos 40 migrantes que son tratados de forma inhumana y cuánto coraje contra López Obrador, quien en campaña jugó con su confianza prometiéndoles el paraíso terrenal; quería, ante los ojos del mundo, verse como el humanista que nunca ha sido, pues también tenemos ejemplos escalofriantes que lo delatan como el tirano que es, pues todos sabemos la manera tan ruin como ha tratado a los padres de niños con cáncer, primero no hace nada porque haya medicamentos y después de que los padres de estos pequeños protestan porque sus hijos están muriendo a causa de la falta de medicamentos, los tacha de golpistas, conservadores y una serie de adjetivos muy hirientes e insultantes.
Es de cuestionarse el hecho de que en campaña, López Obrador prometió a los migrantes mejores condiciones de vida, un techo donde vivir, así como visas y protección para llegar hasta la frontera norte, pero esto no se cumplió porque una vez que el país vecino, en boca de Trump, enseñara los dientes y obligara a México a retener por la vía de la violencia a los migrantes, su viacrucis hacia Estados Unidos se volvió un infierno.
Los migrantes salen de sus países no por gusto sino en busca de mejorar sus condiciones de vida, porque en sus países como en todo este sistema rapaz en el que vivimos llamado capitalismo, los pobres son pisoteados por quienes ostentan el poder político y económico. Los migrantes piensan, pues ‘no tengo nada que perder más que mi vida’, porque material no tengo nada, y así fue, lo más valioso que posee un ser humano lo perdieron en un abrir y cerrar de ojos.
En América Latina hay una grave crisis migratoria, cientos de familias padecen hambre y pobreza y sus necesidades más elementales no son atendidas, por eso emprenden largos viajes en busca del sueño de vivir mejor y no dejar morir de hambre a sus familias.
Lo que sucedió con los 40 migrantes en México, su muerte, es un hecho inhumano que caracteriza a la 4T, desnuda a estos gobernantes como seres ineptos que no son capaces de sentir el dolor humano, que se mueven bajo sus propios intereses y que matan sin piedad a quienes protestan por sus políticas retrógradas.
Este hecho no debe quedar impune, este vil asesinato debe ser conocido por todo el país y el mundo, que sepan la clase de gobernantes que tenemos en México y los repudien como seguramente las familias de los 40 migrantes lo están haciendo.
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