La política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) abanderó en campaña uno de los problemas sociales más sentidos de la sociedad mexicana: la lucha contra la corrupción, que, según él, era la causa de fondo de la desigualdad social en el país.
La corrupción de los partidos tradicionales y el discurso retórico de AMLO llevó a la ciudadanía a votar por la alternativa que él representaba, la cual prometía acabar de raíz con el mal del siglo, autodenominándose como La esperanza de México.
A la mitad del camino hemos visto que la corrupción, lejos de desaparecer, goza de excelente salud, y que hasta están implicados familiares y amigos del mismo López Obrador, sí, ese que según acabaría con la corrupción.
Como ejemplo de que el presidente y su círculo familiar y social más cercano son corruptos, está el caso de José Ramón López Beltrán, su hijo, con su lujosa casa gris en Texas. Tema que ha ocupado los primeros lugares de tendencia en la red social Twitter, desde hace 28 días.
La realidad nos demuestra que, en primer lugar, López Obrador le mintió a México, y que el lema de no robar solo fue discurso barato para llegar al poder.
En segundo lugar, que la corrupción no es la causa, sino la consecuencia de un sistema económico basado en el libre mercado, en el que, a través de la explotación del obrero, se obtiene una plusvalía que hace crecer más la riqueza del patrón a costa de la vida paupérrima del obrero.
Este sistema, sin la intervención del Estado, el cual no les cobra impuestos a los millonarios, no les exige aumentar los salarios, crear empleos, así como ofrecer al pueblo servicios de calidad, educación, salud, deporte, transporte, de forma gratuita; es el causante supremo de la corrupción.
Pues bien. El tema en boga son las escuelas de tiempo completo, las cuales ahora quiere desaparecer por supuesta corrupción. El mismo cuchillo que aplicó al programa Prospera y a las Guarderías, entre otros.
Lo anterior me permite pensar que las escuelas de tiempo completo desaparecerán por decisión presidencial como ocurrió con los programas que acabo de mencionar.
Sin duda, la desaparición de esta modalidad de escuelas afectaría a los más pobres, a 3.6 millones de niños y niñas que pertenecen a los estratos de más bajos recursos. Muchos de ellos, dentro del esquema alimentario, reciben ahí su primera y única comida de todo el día. Si se concreta la supresión de este programa, muchos niños y niñas estarían condenados a la desnutrición crónica y el hambre.
Delfina Gómez Álvarez, secretaria de Educación, argumenta que la desaparición de las escuelas de tiempo completo se debe a que faltan recursos para reestablecer la infraestructura básica de muchos planteles, obras que son prioritarias. Por lo que los recursos de La Escuela es Nuestra, el nuevo programa lopezobradorista, del cual dependen las escuelas de tiempo completo, seria canalizado a resolver esas necesidades.
Sin embargo, la supuesta falta de recursos es falsa. Al presidente le importa más su imagen, fijaciones ideológicas y sus obras faraónicas, que la educación y alimentación de niños y niñas de escasos recursos. Un ejemplo. Salvador García Soto, el 15 de marzo en El Universal, dice que “la SEP compró cubrebocas de 90 pesos cada una… gastó 90 millones de pesos para comprar un millón de cubrebocas de la marca 3M modelo 1860… en el contrato nunca se precisa el destino de las mascarillas adquiridas…con los 90 millones que pagó la SEP el año pasado por cubrebocas 3M 1860 hubiera alcanzado para atender a 1,000 escuelas de tiempo completo con un apoyo mensual de 90 mil pesos a cada una…”
Aquí se ve claro que no hace falta dinero para educar y alimentar a niños y a niñas de nuestro país. Este y otros desperdicios de dinero, de nuestros impuestos, bastarían para mantener las escuelas de tiempo completo de todo el país, desde preescolar hasta universidad.
Por eso, los antorchistas protestamos enérgicamente en defensa de los padres y madres de familia más humildes y los invitamos a que mediten bien las palabras y las promesas
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