Pasadas las fiestas decembrinas, inicia el 2024. Con el pie derecho, es lo mejor que uno puede pensar, siempre positivo, según la publicidad que difunden los medios de comunicación, este año debe ser de nuevos proyectos, alegrías y de superación, pero tales sueños sólo agrupan a quienes se planten un objetivo mayor.
Sin embargo, este año no se augura como uno de los mejores en cuanto a economía se refiere, sobre todo para los estratos más humildes, quienes son los más afectados.
El consumismo que ha desarrollado el capitalismo, con su afán de vender a costa de todo, ha alcanzado la capacidad de influir a tal grado de convencernos de adquirir y aceptar ideas superfluas, muchas de ellas innecesarias. Se ha acentuado tanto que nos hemos olvidado de las cosas valiosas. Como por ejemplo trabajar en la superación del espíritu y la mente; esto sólo se puede alcanzar con la práctica de las bellas artes y el deporte, como un método para la liberación del hombre nuevo, del hombre libre, pero nos han atado a un mundo del consumismo.
Tal situación nos ha orillado a creer que lo importante es llenarnos de cosas innecesarias que nada aportan a nuestra superación; nos han inmiscuido en un mundo que nos presentan en las redes sociales que pocas veces es real. Mientras esto ocurre, la frustración se acumula en miles de mexicanos que no pueden, por su estrato social ligado a su economía, cubrir estos gastos.
La miseria que vivimos en nuestro país no es casualidad; es el egoísmo, es la acumulación, es el horror al que nos enfrentamos.
Este sentimiento de no tener acceso al consumismo y sólo limitarse a lo básico se vuelve muchas veces en frustración. Y está interpretación de la realidad que sufre la gran mayoría se relaciona con el poco interés, la dedicación y el esfuerzo invertido de los trabajadores, pero este planteamiento lo hacen especialmente los dueños del capital, para justificar y encubrir la explotación que sufren los miles de obreros, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero, donde prolifera el capitalismo en su más grande expresión.
Este argumento queda obsoleto, una vez que nos cuestionamos y entendemos la situación de los obreros, y qué papel juega en el desarrollo y la creación de la riqueza que se concentra en pocas manos.
La miseria que vivimos en nuestro país no es casualidad; es el egoísmo, es la acumulación, es el horror al que nos enfrentamos. Mientras que por otra parte el 1% de los millonarios concentra gran parte de la riqueza mundial. Quizá no imaginamos tal riqueza porque estamos acostumbrados a vivir siempre con tantas carencias que nos limitan a lo que podríamos realizar si esa riqueza se distribuyera de forma equitativa.
Pero esta situación no perdurará toda la vida, pues este sistema en el que vivimos deja sin oportunidades a un gran grupo que busca mejorar sus condiciones, que está a expensas de las contradicciones del capitalismo. Ese grupo se revelará ante la injusticia que se comete contra el pueblo todos los días, pues es este el menos beneficiado de tanta riqueza que se crea todos los días, pero que se concentra en muy pocas manos.
Sobrellevar todo esto no es tarea fácil; es necesaria la organización del pueblo trabajador, porque sólo así podremos luchar por mejorar la vida de los mexicanos: de lo contrario nos espera una vida de sufrimiento, ignorancia, miseria y frustración, a la que ya nos enfrentamos.
No hay otra salida; es necesaria la organización del pueblo en torno a un ideal. No olvidemos cuestionarnos la realidad que enfrenta el país, sobre todo en la cuestión económica, que es ahí donde radica el verdadero problema.
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