Aunque han pasado casi 80 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, no han cesado las operaciones de Estados Unidos y otros países integrantes o socios de la OTAN para falsificar la historia y asignarse el mérito de haber sido los vencedores del nazismo, ese horror en que tomó forma el afán expansionista y guerrerista del capitalismo de mediados del siglo XX, aunque existan abundantes testimonios y serias investigaciones históricas que han demostrado que quien aniquiló militarmente a los nazis, los expulsó de su territorio, liberó a los países de Europa Oriental y tomó militarmente Berlín, la capital de Alemania, fue el Ejército Rojo de la Unión Soviética. Y no hay duda de que fue este país el que aportó la cuota más alta de sacrificio pues perdieron la vida más de 27 millones de soviéticos. Muy distinto sería el mapa mundial y la vida moderna si ese pueblo no hubiera detenido a Adolfo Hitler, cabeza visible de ese partido de burgueses sicarios que pretendió dominar al mundo.
Lo anterior viene a cuento porque el jueves 6 de junio de este año se reunieron en Normandía, Francia, los presidentes de Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Ucrania y otros más para conmemorar, según dijeron, el 80 Aniversario del Desembarco de Normandía, una acción militar ocurrida en esa fecha de 1944, consistente en el desembarco de cientos de miles de soldados estadounidenses, británicos y canadienses, y que fue la primera acción de gran envergadura emprendida por los aliados contra el nazismo una vez que vieron que era inminente e inevitable la derrota de Alemania a manos de la URSS y por lo tanto todo el mérito de la derrota alemana sería del Ejército Rojo.
Para demostrar que esa posición calculadora existió, podemos encontrar esta joya de cinismo reaccionario dicha por una “celebridad”: “Si vemos que Alemania está ganando, deberíamos ayudar a Rusia; y si Rusia está ganando, deberíamos ayudar a Alemania, y de esta forma dejarlos que se maten entre ellos todo lo que puedan”, dijo en 1941 el senador Harry Truman, el mismo que pocos años después sería nombrado presidente de los EE.UU. y desde tal puesto ordenaría en 1945 que se arrojaran bombas atómicas a Hiroshima y Nagasaki (fabricadas con e concurso de científicos que trbajaron para los nazis) para lanzar al mundo el mensaje de que EE. UU. era el nuevo mandamás mundial.
Desde el inicio de la invasión nazi a la URSS, tanto Inglaterra como Estados Unidos estuvieron esperando que los nazis derrotaran a los soviéticos, cosa que no ocurrió. “Desde el 22 de junio de 1941, fecha de la invasión a la URSS, hasta este desembarco (de Normandía), todo el peso de la guerra cayó sobre los hombros del pueblo soviético. El 75 por ciento del poderío militar de Hitler, sus aliados y los países conquistados con ayuda de Occidente, se concentró en el combate contra la URSS”, escribió el ingeniero Aquiles Córdova Morán en un artículo titulado “¿Por qué se miente tan pueril y desembozadamente sobre la Segunda Guerra Mundial?, que es lectura altamente recomendable para quienes deseen orientarse en este tema.
Pues bien, a tono con sus objetivos de borrar de la historia cualquier recuerdo positivo de las acciones soviéticas y ahora rusas, a la ceremonia realizada este año en el sitio de desembarco de Normandía no fue invitado ningún representante de Rusia, a pesar de que, como se dijo arriba, ese pueblo fue el protagonista principal en la derrota de la Alemania nazi. Pero las cosas no pararon sino que el homenaje a los soldados caídos se convirtió en un torneo de ataques a Rusia. El representante del país que más guerras ha protagonizado, el que rescató a miles de nazis y los incorporó a su maquinaria de guerra; el que ahora defiende a un régimen que reivindica a un nazi como Stepan Bandera, que asesinó a miles de ucranianos, lanzó un discurso furibundo: “Biden se preguntó si alguien duda de que los héroes de hace 80 años “querrían que Estados Unidos se levantara contra la agresión de (Vladímir) Putin aquí en Europa (…) ¿Alguien duda de que moverían cielo y tierra para vencer a las odiosas ideologías actuales?”; “¿Estamos dispuestos a levantarnos contra la tiranía, a defender la democracia y la libertad? La respuesta sólo puede ser sí”, señaló, después de subrayar que ceder ante los matones “es impensable”.Aseguró: “no daremos la espalda a Ucrania. Si le damos la espalda, Ucrania caerá bajo el yugo ruso y luego Europa también caerá” (infobae.com). Macrón, el rey de Inglaterra y Zelenzky hablaron en el mismo tenor, todos contra Rusia.
El del 6 de junio en Normandía no fue un acto conmemorativo del heroismo de los soldados aliados que desembarcaron y un homenaje a la memoria de los caídos; mucho menos fue un acto de justicia histórica para homenajear a millones de soldados y civiles soviéticos que heroicamente le rompieron el espinazo al ejército hitleriano y lo expulsaron de su país y lo arrojaron al basurero de la historia. Lo del aniversario del Desembarco en Normandía fue un escenario usado grotesca y groseramente para que Estados Unidos, Francia y otros lanzaran amenazas que significan para Rusia y para el mundo el mismo riesgo que en su momento representó el nazismo: una guerra mundial y el desmembramiento de Rusia, el país más grande de la Tierra, para que los concentradores de riqueza mundial exploten sus inmensos recursos. Podemos darnos cuenta de a que están dispuestos los modernos émulos de Hitler, viendo lo que está ocurriendo en Palestina, donde Israel, apoyado militarmente por Estados Unidos y otros ilustres gobernantes asistentes a Normandía, han lanzado más bombas sobre Gaza que todas las arrojadas sobre las ciudades de Londres, Hamburgo y Dresde durante la Segunda Guerra Mundial. Repudiemos la farsa imperialista montada sobre los heroes y las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. ¡Muera el imperialismo junto con sus falsos disfraces de humanismo, democracia y pacifismo!
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