Mucho se dice por parte de quienes defienden al Gobierno federal y al presidente Andrés Manuel López Obrador, que "éste sí es un gobierno del pueblo” por varias razones, pero, sobre todo, porque "ahora sí se está gastando el dinero en los pobres", favoreciéndoles con el gasto público, sobre todo con los programas sociales tales como pensiones a adultos mayores, becas para estudiantes, jóvenes "construyendo el futuro", sembrando vidas, etc. Especial énfasis ponen sus voceros en esta "verdad", como principal "razón” para convencer a los mexicanos de seguir apoyando a la 4T, y a los candidatos de Morena, sobre todo en las próximas elecciones.
Es más, en un acto sin precedentes, ilegal e indigno, en una de sus conferencias mañaneras Obrador se atrevió a decir, enfrente de todos los que lo estaban viendo, que "la oposición lo que quiere es quitarles el dinero a los pobres” y explicó que quieren ganar el Congreso, pues es el Congreso el que aprueba por mayoría de votos de los diputados el Presupuesto de Egresos de la Federación y que, por ello, debían quedar nuevamente sus diputados de Morena para evitar que les quitaran el dinero a los pobres. Nunca antes se había atrevido un presidente de la República (ni siquiera el más corrupto que recuerde usted) usar y abusar del foro más importante del gobierno para hablar descaradamente en favor de los candidatos de un partido (el suyo) estando en la antesala del proceso electoral. Eso es ilegal, lo prohíbe la ley, y es un acto despreciable, que no corresponde a la envestidura de un mandatario nacional ni mucho menos a un estadista preocupado por la nación o un demócrata consecuente que deba defender y hacer valer las leyes que nos definen como nación soberana, libre e independiente.
Pero eso que dijo, además y, sobre todo, es una gigantesca y repulsiva mentira, doble mentira: ni es cierto que él sí se esté gastando el dinero en los pobres, ni es cierto que sus opositores les quieran quitar tal dinero (que no existe) a los pobres. Obrador miente descaradamente a los mexicanos, nos quiere tratar como si fuéramos alguna categoría de idiotas y nos quiere manipular.
En realidad, el asunto es exactamente al revés: Andrés Manuel López Obrador se está gastando el dinero de los mexicanos en los ricos y está castigando a los pobres como ningún otro nunca antes, gastando menos en lo que realmente beneficia a los más pobres. Y es esto, entre otras cosas, lo que ha obligado a las fuerzas opositoras a aliarse para, en efecto, quitarle el poder del Congreso, pero no para quitarle dinero a los pobres (¡pero ¿cuál?!), sino para quitarle el poder del Congreso a Morena y al presidente, ya que están haciendo mal uso de ese poder, solapado por sus diputados quienes aprueban sin pensar todas las ocurrencias y crímenes que les ordena él, olvidando que son supuestamente los representantes del pueblo, no del presidente. Vea usted la absurda confesión de parte que significa ese "es un honor estar con obrador&rdquo, cuando deberían estar con el pueblo.
El mecanismo de esa mentira es viejo y propio de gentes sin escrúpulos ni honor, de políticos arribistas que no tienen ningún respeto por la verdad y cuyos verdaderos intereses están muy lejos de ese pueblo que dicen defender. Es, además, la vieja práctica corrupta que ha caracterizado a toda la "mafia del poder", a todos los políticos chapulines y oportunistas y de manera muy señalada y conocida a López Obrador durante toda su carrera política: corromper conciencias y comprar voluntades mediante la dádiva a través del erario.
Para cualquier político mañoso es más conveniente gastar en pequeños apoyos atomizados, personales y directos que realizar programas y obras de gran calado con efecto abarcador y permanente; es decir, prefiere usar el dinero de los mexicanos no en obras tales como drenajes, pavimentaciones, escuelas, hospitales y demás obras de infraestructura, las cuales tienen un efecto más trascendente y efectivo en el combate a la pobreza y a la marginación, pero que la gente en lo personal no sienten en su bolsillo, como sí lo sienten cuando se les da una despensa, un paquete de pol o un apoyo monetario. Estos últimos no combaten a la pobreza, pero alivian un poco el sentimiento de necesidad e impactan más en el ánimo de las personas, y más si este apoyo es periódico, aunque sea minúsculo. Estos apoyos son más baratos y generan más votos que el combate real a la pobreza.
Cuando la persona está muy necesitada y es débil de conciencia, contrasta uno y otro, se corrompe y se olvida de su situación, para convertirse en "cachador&rdquo, como les dicen en la tierra de Obrador, y prefieren los "programas” antes que las obras de desarrollo. "No queremos aulas para la escuela ni arreglo de caminos, eso déjeselo al delegado y al gobierno, nosotros queremos apoyos para repartir a la gente&rdquo, se atrevió a decirme alguna vez un campesino, que tenía años acostumbrado precisamente por López Obrador a gestionar programas y "vivir” de ellos. Y esta corrupción de las consciencias existe desde que se inventó la democracia en el siglo II a. n. e. "… desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y circo&rdquo, lamentaba el poeta romano Juvenal hace 1800 años.
Por eso la escrupulosa y persistente estrategia de López Obrador consiste en monopolizar y concentrar el manejo de los recursos desapareciendo fideicomisos, eliminando programas, recortando personal y dependencias, cancelando obras, subejerciendo el presupuesto, aunque eso represente la muerte de niños con cáncer, o personas con enfermedades crónicas, haciendo un manejo austero de la pandemia (esto es un verdadero crimen que algún día va a pagar), y un kilométrico etcétera, todo lo cual representa mucho dinero que, ya en sus manos, fíjese bien, amable lector, no se gasta con los pobres, pues a estos con darles unos cuantos pesos lo cree suficiente para corromperlos y comprarlos (así lo ve él), y más bien se concentran en sus obras emblemáticas, que están llenas de manejo corrupto en beneficio de sus amigos y de las grandes constructoras, o hasta para darle a sus hermanos. La refinería de Dos Bocas (esa sola obra) costará 181 mil 481 millones de pesos, lo que repartió a los damnificados de Tabasco, equivale a un pellizquito que no es ni siquiera el 0.17 por ciento. ¿Gasta más en los pobres?
Un buen ejemplo de esto lo tenemos precisamente en Tabasco en donde ese pellizquito de 300 millones de pesos le sirven para comprar 30 mil voluntades (votos), sin tener que hacer obras de infraestructura hidráulica que ayuden a evitar las inundaciones, para las cuales ese recurso resulta insuficiente, pero que son necesarias. No, él prefiere dejar de hacer estas, aunque el pueblo se vuelva a inundar, al fin que se van a quedar contentos con sus 10 mil, y eso le sale más barato y más ventajoso, sin sentir ninguna vergüenza de que eso sea, además, un vil y miserable engaño para ese mismo pueblo al que dice representar. ¿Tiene futuro el país con este modo de gobernar? No el que merecemos los mexicanos.
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