Dicen que la esperanza es lo último que muere; sin embargo, tener esperanza en estos tiempos es casi imposible; resulta difícil sentir aliento cuando la pobreza aumenta drásticamente, cuando los sistemas de salud colapsan y cuando el sector educativo permanece inerme ante la crisis derivada de la pandemia sanitaria.
Pues bien, estos eran los puntos primordiales de la campaña emprendida por el gobierno de la 4T hace poco menos de tres años, bajo el eslogan de “La esperanza de México”, AMLO ganó tantos adeptos como pudo, la gente sentía esperanza, ¿qué siente la gente ahora?
México ha buscado por años un gobierno que se comprometa con el pueblo, con los que menos tienen. Nuestro país es rico, pero necesita distribuir equitativamente la riqueza producida. Entendiéndolo así, se vuelve urgente y necesario cambiar el modelo económico actual, que haya empleos, mejora en los salarios, óptima infraestructura educativa, médica y social. Que nuestra gente tenga las condiciones necesarias para una vida digna.
Estas son las necesidades, aquella la esperanza, pero esa esperanza nunca se materializó. El gobierno de la 4T fue sin duda una decepción (para la gente que votó por él). Las razones para no votar por AMLO eran claras, contundentes, precisas; pero el discurso fue embelesado, simple, esperanzador. ¡La navaja dentro del pan!
Nuestro país atraviesa una crisis económica (cuyas consecuencias, dicen los expertos, aún están por verse) terrible, ¿qué ha hecho el gobierno de AMLO para resolverla o atenuarla? Al lector le resultará complicado encontrar una sola respuesta, pero para quien escribe esta es obvia: ¡Nada! Absolutamente nada.
Prometió tanto, que hasta olvidó que tenía que cumplir, que no era solo “sentarse en el trono” las frases demagógicas “primero los pobres”, “barrer las escaleras desde arriba”, “cero corrupción e impunidad” se quedaron todas en un simple eslogan, en una frase escrita en una pared calada, que se hace polvo como la propia imagen del actual mandatario.
Sin embargo, la esperanza sembrada en el corazón de los mexicanos no debe apagarse, debe sembrarse, labrarse, cultivar y cosecharse por el mismo pueblo. La única manera de lograrla es organizándonos todos, la constitución lo proclama como derecho en su Artículo 9, y nadie podrá prohibirlo, tenemos que despertar y luchar por un cambio verdadero. Solamente así, el pueblo mexicano verá su esperanza cosechada.
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