Las usuales promesas de incrementar y crear programas de apoyos monetarios directos, en los que los gobiernos entregan dinero a cambio de votos y aprobación, han vuelto a surgir con fuerza conforme avanzan las campañas a la presidencia de la República y otros puestos públicos. Lo notable ahora respecto a otros procesos electorales similares es la desmesura con que se ofrecen a diestra y siniestra dichos “apoyos”, confiando quizá, como siempre, en la mala memoria o en la desorganización de los electores, lo que en el futuro impedirá un reclamo enérgico y masivo de estos cuando alguno de los ahora candidatos se siente en la silla del poder y se olvide de sus promesas o pretenda cumplirlas a cambio de restringir otros derechos.
Así, se ha desatado una competencia febril para ver quién promete dar más “apoyos” a adultos mayores, niños, mujeres, estudiantes, agricultores, comerciantes, etcétera; incorporar a otros sectores o modificar los criterios de edad para ser beneficiario de tales transferencias de dinero, que tendenciosamente se han colocado como sinónimo de bienestar y progreso, sin serlo. Claudia Sheinbaum, por ejemplo, promete darles 3 mil pesos bimensuales a mujeres de 60 a 64 años, apostándole a que esa promesa pudiera acarrearle algo así como un millón de votos en ese segmento de la población que actualmente no recibe dinero transferido del erario a una tarjeta, De igual manera, ha prometido apoyos de 3 mil pesos a cada joven que haya delinquido una sola vez. Tal apoyo, dice sin rubor la candidata, sería “para alejarlos de la delincuencia”. En realidad, sería para agenciarse los votos de esos muchachos.
Lo que nadie quiere hacer es responder con seriedad a la pregunta de cuál será el mecanismo para recabar los miles de millones de pesos adicionales, que generosamente se ofrecen a cambio de votos, ni se tiene el menor cuidado de hacer un cálculo certero sobre lo que costaría cumplir esas promesas que aun cuando no disminuyen la pobreza ni atacan el fondo del problema de la mala distribución de la riqueza, resultan costosas de cumplir.
No es muy difícil concluir que, si no se hace eso, muchas de esas promesas se harán humo o si acaso se cumplirán parcialmente a costa de nuevos recortes en otros rubros de las finanzas públicas que manejan dinero destinado a resolver necesidades sociales profundas y urgentes; tal y como se ha hecho en la 4T, que ha recortado el presupuesto destinado a guarderías, escuelas de tiempo completo, medicinas para niños con cáncer y pacientes con otras enfermedades, programas productivos en el campo, recursos para agua, luz, drenaje y vivienda en zonas marginadas, y otros más, y con lo recortado ha financiado programas de transferencia directa de dinero a sectores que aportan voto cautivo al partido en el poder.
Puesto que los ingresos de los que dispone el país no se pueden aumentar a capricho de los gobernantes, ni se puede poner a imprimir la máquina de hacer billetes, se requiere una reforma fiscal progresiva, o sea, que el Estado cobre más a quien más tiene y que con lo obtenido haga obras, mejore la salud, la educación, la cultura, la infraestructura y muchos otros aspectos trascendentes que requieren inversión pública para que la gente viva mejor. Pero tal reforma fiscal no la hicieron en este sexenio, ni la harán en el siguiente en caso de ganar la elección de junio próximo. Veamos, recientemente, Sheinbaum declaró: "No tenemos en puerta una reforma fiscal, nuestra política ustedes la conocen, es la austeridad republicana… No somos irresponsables en el uso del gasto, va a haber, como hasta ahora, una enorme responsabilidad en el gasto público y en la estabilidad financiera y económica". O sea, para decirle a las cosas por su nombre, se ofrece otro sexenio de neoliberalismo, que no es otra cosa que liberalismo capitalista exacerbado, en el que el Estado debe limitarse a resolver lo más elemental, controlar a las masas con “ayudas” analgésicas y dejar que crezcan las grandes fortunas de unos cuantos.
No aumentar impuestos a los más ricos, así sea en tasas razonablemente bajas y progresivamente según los ingresos de los mayores concentradores de riqueza, disciplina fiscal como la que presume el actual gobierno; un Estado que salga barato y que deje hacer grandes fortunas a los propietarios privados, así como un Estado que restrinja cada vez más las políticas sociales a entregar “ayudas” en efectivo, para paliar la inconformidad, es lo mismo que ese neoliberalismo que AMLO declaró muerto desde que empezó su sexenio.
Entonces, ¿la Cuarta Transformación es neoliberal? Veamos la respuesta de un hombre que conoció bien las entrañas del manejo financiero y político de la autollamada 4T, pues fue secretario de Hacienda del actual gobierno morenista: “… ¿qué se ha entendido por neoliberalismo en América Latina? Como una primera y burda aproximación se le podría identificar con las creencias contenidas en el llamado Consenso de Washington:
“1) Disciplina fiscal. 2) Redirección del gasto público hacia la educación básica y la atención primaria de salud. 3) Ampliación de la base tributaria. 4) Tasas de interés determinadas por el mercado. 5) Tipo de cambio competitivo. 6) Reducción de aranceles al comercio exterior. 7) Atracción de la inversión extranjera directa. 8) Privatización de las empresas estatales. 9) Promoción de la competencia económica. 10) Y finalmente, seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
“… ¿aprobaría la llamada Cuatroté un examen basado en el Consenso de Washington? Claro que sí, diría yo.
“A continuación agrego otras cinco políticas que, con posteridad a 1990, han sido adoptadas por diferentes gobiernos de México, incluido el actual.
“11) Autonomía del Banco de México. 12) Libre flotación del peso. 13) Metas inflacionarias para la política monetaria. 14) Libre asociación laboral. 15) Y finalmente, acuerdos de libre comercio con un sinnúmero de países. Cuarenta y seis países, para ser exactos, si se incluyen a los miembros del Tratado de Integración Progresista de Asociación Transpacífico. ¿Está de acuerdo el presidente López Obrador con estos últimos cinco mandamientos? Al parecer sí, pues en ningún caso ha dicho lo contrario. Así pues, de quince posturas “neoliberales” ya llegamos a que hay coincidencias con al menos doce. El examen ha sido aprobado, y casi con honores” (Carlos M. Urzúa, El Universal, 28/10/2019). Pues bien, ese es el modelo neoliberal, pero dirigido por una mujer, que busca recetar la 4T para el sexenio entrante. Y ni siquiera lo disimula. Morena es, como dijo Churchill de uno de sus contemporáneos, una oveja con piel de oveja.
Por su lado, Xóchitl Gálvez, la candidata de la oposición, promete, entre otras cosas, aplicar el programa para adultos mayores a partir de los 60 años, lo que representaría un egreso cercano a los 188 mil millones de pesos, mismos que no estarán disponibles en el presupuesto federal. Si no ofrece una reforma fiscal que le dé al Estado mexicano esos y otros recursos adicionales, su intento de rebasar por la izquierda a los neoliberales de la 4T, quedará simplemente en una promesa de campaña, aun cuando lograra llegar a la silla presidencial.
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