El presidente, sus seguidores y los medios a su servicio proclaman con bombo y platillo, la victoria de Claudia Sheinbaum y su “carro completo”: ¡la candidata más votada de nuestra historia! Un acontecimiento de antología. Y por si eso fuera poco, nos dicen eufóricos: será ¡la primera presidenta!, grandioso acontecimiento, motivo de euforia nacional. Sin duda, nos dicen, es un clamoroso triunfo democrático que la convierte en un fenómeno político fuera de serie, y la coloca entre los grandes líderes mundiales. Pero todas estas loas son vulgar pirotecnia mediática que ocultan la realidad. Vistas las cosas con cuidado, la 4T no es tan convincente como aparenta.
Primeramente, preguntémonos: ¿y todo eso, en qué beneficia a la población? ¿Resuelve sus problemas? Y algo fundamental: esa copiosa votación, ¿representa el entusiasta respaldo popular a un gobierno exitoso, que mejoró el bienestar social, promovió el desarrollo y dio paz a las familias? ¿Es el merecido premio a una obra profundamente transformadora? Admitir semejante barbaridad sería comulgar con ruedas de molino.
El saldo sexenal es desastroso por el lado que se le mire, esféricamente desastroso. Menciono solo algunos indicadores: hay casi diez millones más de pobres; se eliminaron importantes programas sociales; se suprimió el Fonden (apoyo a víctimas de desastres naturales); hubo constante desabasto de medicamentos; con la política de “abrazos, no balazos” la cifra de homicidios superó a todos los gobiernos anteriores (cerrará con más de 200 mil); se redujo drásticamente el presupuesto de apoyo a la agricultura, como el fideicomiso de la Financiera Nacional Agropecuaria; prácticamente se eliminaron las brigadas contra incendios. Se canceló y satanizó el derecho de organización; continuó la corrupción gubernamental y en el círculo cercano al presidente, con casos de escándalo sobradamente documentados. La deuda pública alcanzó niveles máximos en una década; colapsó la calidad educativa; en fin, creció la economía informal, refugio donde sobreviven los casi 60 millones de personas que no hallan acomodo en el sector formal.
Como indicador general de la insatisfacción social, como dijo Lenin, votando con los pies (esos sí fueron votos sinceros), aumentó la emigración. Recientemente, citando resultados de la “Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica” 2023 (Inegi), Sputnik informaba: entre 2018 y 2023 “La migración mexicana ha crecido en casi 60%”. Y prosigue: “… en los últimos cinco años, 1.2 millones de mexicanos emigraron a otras naciones, lo que representa un aumento del 57.8% con respecto a la encuesta anterior […] en México no hay suficientes oportunidades para el desarrollo. ‘Siguen haciendo falta oportunidades. Puede que haya algún tipo de trabajo en México, pero los niveles salariales son muy bajos. Si tú comparas los niveles salariales, incluso con la región latinoamericana, siguen siendo de los más bajos. Eso obliga a las familias a tener que buscar oportunidades en otros territorios’, dice en entrevista con Sputnik Rodolfo Cruz Piñeiro, sociólogo del Colegio de la Frontera Norte […] destaca que hay otro motivo por el que muchos mexicanos abandonan su país: la inseguridad, que obliga incluso a poblaciones enteras a dejar sus tierras [..] ‘en los últimos tres años, se incrementó la inseguridad y la violencia en ciertas regiones del país, lo que ha obligado también a un gran número de mexicanos a desplazarse…” (Sputnik, 9 de junio de 2024).
Esto es solo un resumen del desastre. Y entonces, ¿cómo explicar el “triunfo arrollador” de la candidata oficial? En buena lógica, no fue porque las cosas se hayan hecho bien. La explicación es otra. Primero están los “programas sociales” de compra de votos; ante el temor (y la amenaza) de perderlos, los adultos mayores fueron a votar (quitarles su apoyo es delito, y sin embargo fueron chantajeados). Igualmente operaron los otros programas. Y son varios millones, como presumió AMLO: “… durante su participación en la Cumbre de Líderes de América del Norte, frente al presidente de EU, Joe Biden, y al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo que 30 millones de familias mexicanas están recibiendo cuando menos un Programa para el Bienestar” (Animal Político, 8 de febrero de 2023). Y Sheinbaum obtuvo 35.9 millones, solo un poco más de cinco por arriba de los cautivos.
Se movilizó a todo el aparato gubernamental, desde municipios, gobiernos estatales y el federal. Y se gastaron sumas estratosféricas del erario. De no haber sido así, ¿cómo se explican, por ejemplo, los kilómetros y kilómetros de bardas con la leyenda de ‘Es Claudia’? ¿De dónde salió tanto dinero? Abusando descaradamente de su investidura, durante todo su mandato el presidente denostó a sus adversarios en su “mañanera”, en cadena nacional, también con recursos públicos. Un alud de propaganda; un gasto descomunal, y el INE toleró impunemente todas las violaciones electorales del presidente.
Operó asimismo la firme alianza de este último con Washington. Aunque con una retórica antiimperialista vociferante, blasonando de defensor de las buenas causas de izquierda aquí y en Latinoamérica, prestando algunos “apoyos” de poca monta, en la práctica ha aplicado una política de subordinación al imperio (especialmente a Donald Trump), con la firma del T-MEC, sus acuerdos sobre migración y el uso de la Guardia Nacional para cuidar las fronteras de Estados Unidos. En su política neoliberal AMLO rechazó aplicar impuestos a los multimillonarios, favoreciendo así su desmedido enriquecimiento, de lo cual públicamente se ufanó. Para su contento, los multimillonarios duplicaron sus fortunas respecto a sus pares latinoamericanos. En su más reciente convención los banqueros hicieron manifiesta su gratitud. Y supieron agradecer.
El triunfo de Sheinbaum se explica también por el reforzado poder de la “delincuencia organizada”. Todo evidencia una relación simbiótica con el actual gobierno con su política de “abrazos no balazos”, exhibida sin recato, y que garantiza cuantiosos votos en amplias regiones. Numerosos candidatos fueron asesinados durante el proceso electoral, y otros más debieron “declinar”, allanando así el triunfo morenista.
Por su parte, la candidata opositora no convencía ni a los de su casa. Sus desplantes ultraderechistas, sus ataques de un fanatismo espeluznante a Rusia, Venezuela, Nicaragua y Cuba, revelaron su compromiso con los sectores más cavernarios. Así que, entre ambas candidatas el electorado cruzó, como Odiseo, entre Escila y Caribdis.
Finalmente, la causa fundamental subyacente a las demás es la falta de una organización propia del pueblo y la carencia de educación política, que le impide advertir el monumental engaño. Víctima de una ilusión, no distingue aún al neoliberalismo disfrazado de “amigo de los pobres”. Nuevamente se confirma la tesis marxista de que con frecuencia la verdadera esencia de las cosas se muestra invertida en el fenómeno. Respecto a la conciencia, decía Lenin en sus “Tesis de abril” (1917): “La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el Poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el Poder en manos del proletariado y de los campesinos pobres”.
En resumen, no fue por convicción que tantos votaron por Sheinbaum, sino por manipulación del gobierno, las esferas empresariales y el imperialismo, aunada al temor de los beneficiarios de programas sociales a perderlos; los miserables salarios no permiten adquirir lo más indispensable y las transferencias son un atenuante, lo cual aprovecha la Cuarta Transformación para coaccionar a los votantes.
Lo ocurrido viene a recordarnos la necesidad de trabajar arduamente en la organización y educación de la clase trabajadora, única vía factible de solución; explicarle las verdaderas y profundas causas de su miseria; enseñarle a no confiar en mesías políticos que le ofrecen salvarla y la dejan peor; y a no creer que los gobiernos de los ricos ayudarán a los pobres; a convencerse de que, para resolver sus añejas necesidades, debe aprender a confiar en sus propias fuerzas, en su unidad y su organización (aunque AMLO les diga que eso es malo). Y para ello debemos entender que educar al pueblo exige, como dijo Marx: “educar a los educadores”.
Solo así será posible que los trabajadores comprendan que estos “deslumbrantes” triunfos electorales son fuegos de artificio que en nada benefician a quienes no tienen para comer, que carecen de vivienda propia; ni a pueblos y colonias que no tienen agua; ni a quienes no tienen medicinas ni atención médica; ni a los millones que sobreviven con un empleo informal. A la realidad no se la engaña. Dice Engels que podemos olvidarnos de la dialéctica, pero la dialéctica no se olvidará de nosotros; y que sabe tomar venganza de quienes la desprecian. Inevitablemente, este esquema artificial se derrumbará, pues no está atendiendo los problemas fundamentales. Por muchas felicitaciones que reciba Sheinbaum, ello no cambiará la realidad de este atribulado país, cuyas necesidades no se resuelven por conjuro. Exigen, y esperan, soluciones efectivas y de raíz. Las contradicciones no han sido resueltas, y seguirán agudizándose, madurando, hasta llegar al punto de generar una situación propicia para el despertar de las masas.
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