MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Vacunas, capital y muerte

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El 15 de enero pasado, CNN encabezó una nota de esta manera: “La pandemia está empeorando. Lo que suceda después depende de ti”. Es el mensaje con que los gobiernos culpan a la gente del incremento de contagios y muertes por covid-19. Se trata del mismo mensaje que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha repetido una y otra vez: la gente se enferma por su culpa. Es el mismo regaño que nos avienta López-Gatell. El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, repite lo mismo. Un alto funcionario de un municipio poblano (en donde el presidente y su suplente fallecieron por covid) sostuvo que los enfermos que murieron fueron “irresponsables, que no se cuidaron. Los ciudadanos han contribuido a que no se frenen los contagios”. ¿Quién es el culpable? La sociedad irresponsable, dicen ellos. Pero todos mienten. Veamos.

El mundo sufre ahora lo peor de la peste: crisis económica, desempleo en aumento, hambre en las casas, contagio casi seguro en todos lados, saturación de los hospitales, muerte por asfixia, saturación de los centros de cremación y de los panteones. El año 2020 fue terrible para la humanidad. Ahora, en 2021, las farmacéuticas más poderosas del mundo venden, bajo la ley de la oferta y la demanda, las vacunas anticovid. Esas vacunas son la esperanza de una humanidad que todos los días se ve en el espejo de la muerte por asfixia. ¿Hay vacuna para los 7 mil 700 millones de habitantes del planeta? ¡Claro que no! Vivimos en un mundo capitalista y, por lo tanto, la vacuna es de quien la pague: los 10 países más ricos del mundo han comprado el 95% de las vacunas que se han aplicado hasta el momento, denunció la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace unos días.

El 3 de abril de 2020, cuando al virus se esparcía por el mundo, el periodista Aisling Irwin de scidev.net tituló una nota así: “vacuna contra el coronavirus podría no llegar a los pobres”. En el texto dice que “cuanto más ampliamente se comparta la tecnología más vidas podrán salvarse”. Más adelante insiste en que “si la vacuna contra la covid es usada para terminar con la pandemia, necesitaremos asegurarnos que la vacuna pueda ser distribuida globalmente. En la actualidad, no hay una entidad global que tenga esa responsabilidad, por tanto, es algo en lo que el mundo necesita comenzar a pensar ahora. Una idea sería establecer un sistema de asignación global justo para cualquier vacuna producida”. Pero nadie le hizo caso. En el capital no hay “sistemas de asignación justos”, lo que hay es venta y compra. El 10 de diciembre de 2020, cuando las farmacéuticas ya anunciaban las primeras vacunas, el periódico semana.com denunciaba que los “países pobres (están) en amplia desventaja con los ricos para vacunar a ciudadanos”. El texto comenzaba así: “la honda desigualdad entre países ricos y pobres para el acceso a la vacuna de covid-19 había sido advertida por los expertos desde marzo (…). Sin embargo, People’s Vaccine Alliance advirtió que las naciones ricas han comprado dosis suficientes para vacunar a toda su población para fines de 2021, mientras que unos 70 países de ingresos más bajos solo podrán vacunar a una de cada 10 personas contra el coronavirus el próximo año”. Por eso, Anna Marriott, gerente de políticas de salud de Oxfam, dijo que, por el momento, “a menos que algo cambie drásticamente, miles de millones de personas en todo el mundo no recibirán una vacuna segura y eficaz para covid-19 de manera oportuna en los próximos años”. Marriott sostuvo después: “nadie debería quedar al margen de una vacuna que salva vidas debido al país en que viva o la cantidad de dinero que tenga”. La Oxfam tiene razón.

La agencia EFE, el 9 de diciembre, daba voz a Heidi Chow, de Global Justice Now, quien dijo: “las corporaciones farmacéuticas e instituciones investigadoras deben compartir la ciencia, el conocimiento tecnológico y la propiedad intelectual que hay detrás de la vacuna para que se puedan producir suficientes dosis seguras y efectivas”. Y puso la mano sobre el problema principal: “los gobiernos deben también asegurarse de que la industria farmacéutica antepone las vidas de los ciudadanos a los beneficios. Una vez más: la vacuna es de quien la paga a precio de oro, por ejemplo: Canadá compró una cantidad de cinco vacunas para cada ciudadano, Estados Unidos compró lo necesario para vacunar a cada norteamericano en cuatro ocasiones y el Reino Unido compró 5.7 dosis por ciudadano. Preguntémonos lo siguiente: ¿cuántas vacunas compraron los países pobres de América Latina, Asia, África o del Medio Oriente? Israel, por ejemplo, lleva más de 1.5 millones de vacunas aplicadas e inmunizará a su población antes de marzo, pero Palestina, un Estado sometido por el Gobierno israelí, no ha podido comprar ni una sola vacuna. Heidi Chow, en una nota de ara.cat del 10 de diciembre, vuelve a la carga: “los países ricos ya han acumulado las dosis de vacuna anticovid por adelantado y han dejado muy pocas existencias para los países pobres y de bajos ingresos. Las grandes farmacéuticas están patentando las vacunas y compitiendo por las ventas. Los gobiernos (los ricos, aclaro) compiten para obtener dosis. No solo es injusto, sino que alargará la pandemia”. 

Hace unos días, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió de la enorme desigualdad en la distribución de la vacuna contra el coronavirus y alertó de graves consecuencias: “Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres”. Así está el mundo. Vivimos en un verdadero infierno. La solución de raíz no está a la vuelta de la esquina. Un sistema económico en el que la sociedad produzca las vacunas necesarias y se preocupe por aplicar las dosis a todos los que la necesiten, sin importar si su país puede o no comprarla. Lo importante es salvar la vida de millones de seres humanos. Mientras tanto, el mundo debería pensar en un sistema de distribución de vacunas más equitativo. ¿Eso es posible? Las farmacéuticas no están de acuerdo, dados los resultados económicos menos favorables para ellos. Los gobiernos de los países ricos tampoco, porque una vacuna en tiempos de pandemia es una reina en el ajedrez político.

En México el gobierno se ajusta perfecto a la dictadura de la ganancia insaciable que nos dice un día sí y otro también quién vive y quién muere. El Gobierno de Morena ha cometido errores brutales durante todo el año: desde la presidencia se dijo que el coronavirus era menos mortal que la influenza, jamás hubo un plan antipandemia eficiente para frenar los contagios, el pico más alto se consideraba en los 6 mil muertos según López-Gatell, no se construyeron hospitales altamente capacitados para la atención de contagiados, leves y graves, no hubo apoyo de ningún tipo para quienes están en la primera línea de fuego de la batalla (médicos, enfermeros, trabajadores de los hospitales, crematorios o panteones), no hubo el suficiente número de pruebas para todos los mexicanos, jamás se instrumentó el uso del cubrebocas entre la población debido al capricho insano de AMLO. Morena, pues, no trabajó. Además, desde presidencia se dijo que el coronavirus no era grave, que era una gripita, que se curaba con estampitas, que se curaba con honestidad; durante 39 veces AMLO dijo que ya estamos saliendo de la pandemia, en 29 ocasiones que ya estamos saliendo de la curva y en 17 que ya se domó. Morena nos mintió. Para colmo de males, llegamos tarde a la compra de la vacuna. Morena nos está matando.

López Obrador, Morena y la presidencia son los culpables por los 150 mil muertos por covid que llora México. Son los culpables de las muertes que vendrán aún. No olvidemos eso el próximo 6 de junio en las elecciones.

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