En México, la salud de los niños no es una prioridad. Hace una semana regresaron a clases presenciales 11 millones de niños y adolescentes de 25 de los 32 estados de la República Mexicana y en algunas entidades ya comienzan a detectarse contagios de covid-19 entre ellos. A pesar de las protestas de maestros, padres de familia y estudiantes universitarios (primero exigiendo vacunas y luego contra el regreso a clases presencial sin haber sido todos vacunados), las autoridades siguen empecinadas en no vacunar a los menores argumentando que “no hay evidencia científica de que las vacunas no reducen el riesgo de contagio”, pero si bien las vacunas no reducen el riesgo de contagio, sí pueden evitar más muertes, hospitalizaciones o padecimientos graves, incluso en menores de edad sanos o con diversas comorbilidades, población altamente vulnerable ante ante la variante Delta de coronavirus SARS-CoV-2, nueve veces más contagiosa que la primera y que se propaga aceleradamente entre en sector infantil y juvenil.
La niña Zulma de Xalapa, Veracruz, quien padece diabetes Tipo 1 y fuera una de las seleccionadas el 30 de abril de 2020 por el Gobierno de México para preguntarle al doctor Gatell en su conferencia vespertina algunas dudas sobre la pandemia, recientemente le hizo un reclamo puntual al subsecretario, pues recientemente le fue negada la vacuna Pfizer, que le ayudaría a que la covid-19 no la ataque tan violentamente como suele hacerlo con las personas que padecen alguna enfermedad crónico-degenerativa. A continuación transcribo parte de su sentido y justo alegato: “(El Día del Niño de hace un año) usted me dijo esto: “de todos modos, las niñas, niños y jóvenes, hombres y mujeres que tienen diabetes Tipo deben considerarse con mayor probabilidad, con mayor peligro de complicarse del covid [cuando aún no había mutado el coronavirus o no se conocía la variante Delta]; entonces, hay que tener las mismas precauciones adicionales que se tienen con los adultos mayores y también con las personas que tienen otras enfermedades que hemos mencionado, en la edad adulta”. Y la pequeña de hoy 12 años de edad le contestó: “le informo que el Poder Judicial de la Federación ha confirmado que por el riesgo que tengo debo ser vacunada con la vacuna Pfizer, que es la que Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ha autorizado para vacunar a niños de mi edad. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que, al igual que otros grupos de alto riesgo, a los niños de 12 a 15 años con comorbilidad que incrementa significativamente su riesgo de padecer covid-19 grave, se les puede ofrecer la posibilidad de vacunarse, y la misma OMS menciona que la diabetes es una comorbilidad y que por ello se puede enfermar uno gravemente de covid, pero el día de hoy, 1 de septiembre, después de estar una hora en la cochera del secretario de Salud de Veracruz, junto a unos baños públicos, lugar donde me he sentido más expuesta al virus durante toda esta pandemia, a pesar de los argumentos expuestos, me dicen que no me pueden vacunar, porque no estoy en riesgo, que así lo indicó el Gobierno federal. Por lo tanto, solicito a usted: la ciudad, el día, la hora y el lugar donde me puedan vacunar, y así, llevar una mejor vida. Gracias y saludos”. Breve, pero contundentemente, Zulma le contestó al doctor con sus propias palabras y las acompañó de las razones de los organismos nacionales e internacionales encargados de autorizar y recomendar en materia de salud para México y el mundo.
Mientras esto ocurre en México, en China, Estados Unidos, Singapur, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Francia, San Marino (Italia), Hungría, Argentina, Chile, entre otros países, al mismo tiempo que vacunan a los mayores de edad han comenzado a vacunar a los niños de 12 años en adelante y priorizado a los enfermos. Cuba, un paso delante de todos ellos, con sus propias vacunas, recientemente inició la inoculación en sus niños de dos años en adelante. Así pues, cuando varios países ya autorizaron, compraron o crearon sus vacunas y otros más ya están en trámites para vacunar a sus infantes (como Austria, Estonia, Italia, España, Lituania, Canadá, etc.,), en México no sólo no se gestionan vacunas para los menores, sino que se les niega las ya existentes y, lo más lamentable, no se apoya a los científicos queretanos que desde hace más de un año trabajan arduamente en la vacuna anti-covid mexicana (QUIVAX 17.4) y se han visto obligados a realizar un “vacunatón” para recaudar fondos y seguir desarrollando el biológico contra el coronavirus SARS-CoV-2 que salvaría la vida de miles de mexicanos como ya lo hacen las de Inglaterra, Estados Unidos, China... Por si faltaran motivos, la prestigiada revista Nature afirma: “otra razón para vacunar a los niños es proteger a los demás: las preocupaciones sobre la transmisión por niños y adolescentes aumentan a medida que surgen nuevas variantes del coronavirus”.
Pero en México, incluso por encima de la evidencia científica, por disposición del Gobierno mexicano, los niños mexicanos no importan. Tras el regreso a clases presenciales ya hay niños contagiados en las escuelas, por lo que los contagios masivos y la muerte por covid-19 de los niños con o sin enfermedades crónico-degenerativas y de los adultos que resulten afectados serán responsabilidad del presidente de México y su subsecretario de Salud, pues, lo quieran o no, les guste o no, es un delito por el que merecen ser juzgados. Nadie desea que el presidente y el subsecretario sean sancionados, pero aún están a tiempo de rectificar lo ordenado. Mientras no se adquieran y apliquen vacunas a los infantes mexicanos, no dejemos de exigir: ¡vacunas anti-covid para los niños, ya!
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