¡Hermosos cual si fueran semillas nuevas que van a convertirse en una bella flor! Con esa admiración y cariño nos referimos a nuestros pequeños niños. Nace con cada uno de ellos una nueva esperanza, un nuevo anhelo: que nazca un nuevo hombre para fortalecer nuestra sociedad.
Las niñas y los niños han sido históricamente los seres humanos más vulnerables en el mundo, por su condición de inocencia e ingenuidad. Y es la niñez la etapa donde comienzan a formarse los hombres y mujeres que más tarde dirigirán el mundo. En ese sentido, debería ser atendida desde todos los rubros, cuidando con esmero su formación. Para ello, debería existir todo un verdadero marco legal que proteja sus derechos, y garantice su desarrollo y potencial en dicha etapa. Y sí, todos sabemos que existe un documento donde se manifiestan todos sus derechos, y un marco legal que norma las acciones en materia de salud, de educación, de recreación y esparcimiento, etc. Pero que en la realidad no se garantizan. Este problema ya existía, pero la pandemia vino a agravarlo.
Por ejemplo, en el apartado VII, del artículo 13 de la Ley General de los derechos de las niñas y niños, que manifiesta el "Derecho a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral", hace referencia a que los niños y niñas tengan las condiciones que permitan su desarrollo, bienestar, crecimiento saludable y armonioso, tanto físico como mental, material, espiritual, ético, cultural y social (www.cndh.org.mx/).
Esta condición de bienestar, está lejos de ser una realidad, si bien, es cierto que se ha tratado de procurarlo, pero aún faltan acciones que lo garanticen. Por ejemplo, en materia de salud, se ha agravado la cuestión de la atención de los menores; ya era un problema la insuficiencia de vacunas, y ahora lo es más, ya que los hospitales están priorizando la atención a enfermos de covid-19, pero no se ha planeado una estrategia alterna para que todos los niños reciban su esquema de vacunación completo aun en pandemia.
En el caso de la educación, ya hemos hablado del tema en otros trabajos. El 52% de la población no tiene condiciones para el estudio en línea, y, aun así, la estrategia continua sin ningún cambio evidente, aunque los resultados nos alerten de que ese no es el camino que debemos seguir. Un alto porcentaje de reprobación, deserción y abandono escolar ha sido provocado por las precarias condiciones económicas de las familias, y esto, a su vez, el ingreso temprano de los niños y niñas al mercado laboral. El trabajo infantil atenta directamente a los derechos de los niños, pues, el ambiente de trabajo interfiere en su salud física y emocional, al someterlos a jornadas inapropiadas para su edad, interfiere en el proceso educativo, pues le restan tiempo a sus tareas y su concentración se ve afectada por el cansancio provocado por el esfuerzo físico de la actividad. Se les priva de vivir su infancia con ingenuidad, y se les obliga a madurar rápidamente para ser parte importante en el ingreso económico familiar.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió declarar al 2021 como el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil. Subrayando el compromiso de los Estados miembros de adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, el objetivo es que en 2025 se haya dado fin al trabajo infantil en todas sus formas. Sin embargo, en México se proyecta que aumentará la población del trabajo infantil, de 3.3 a 5 millones, esto, debido al cierre de escuelas y a la pérdida de ingresos de las familias; así mismo, aumentará la "incorporación prematura de niñas, niños y adolescentes al mercado laboral y en condiciones precarias&rdquo, alertó Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Por su parte, el Módulo de Trabajo Infantil del Inegi señala que, a nivel nacional, 3.2 millones de personas de 5 a 17 años realizaron trabajo infantil, 58.2% en una ocupación no permitida y 36.6% en quehaceres domésticos no adecuados.
En Colima, el tema no es ajeno, pues en 2019 ocupamos el tercer lugar nacional con mayor porcentaje de niños y niñas desempeñando una actividad laboral, sobre todo, en actividades agrícolas, como el sembradío y corte de frutas y vegetales. De ese deshonroso lugar ya no se ha dicho nada, pero se siguen viendo en los campos de cultivo la participación de los infantes, y más ahora que la escuela ha cerrado sus puertas para dar paso a la educación en línea.
Pero es un error pensar que el trabajo infantil es un problema aislado de todos los demás problemas sociales, creo yo, que es la consecuencia de todos el y me refiero al desempleo, a los bajos salarios, a las extenuantes jornadas de trabajo que tienen los padres de familia, a la crisis sanitaria y económica que hoy sucede. Aunado a eso la falta de la promoción del deporte y la cultura, las pocas o nulas opciones que tienen ahora los niños y niñas para recrearse, los ha orillado a refugiarse en los videojuegos que cada día les roban más el tiempo y con ello su valioso poder de creatividad e imaginación.
Se trata entonces del efecto dominó, de los daños colaterales (irreparables en muchos casos), que nuestros niños están recibiendo. Es muy lamentable. Nuestros niños solo nos tienen a sus padres y sus maestros para procurar su bienestar. Es urgente que hagamos visible este gran problema de desatención a la población más vulnerable de la sociedad que son los niños y niñas. Exijamos que se ponga sobre la mesa el problema, y que se trabaje en acciones precisas que de verdad logren el bienestar social que se requiere. Debemos exigir que el gobierno actual trabaje para erradicar las injusticias sociales, que inevitablemente afectaran el desarrollo integral de la niñez mexicana. Ojalá que, en las propuestas de las nuevas alianzas entre los partidos políticos, alguien se acuerde de los niños.
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