Hace algunos años, según se narra en el ideario popular, hacer estudios de nivel superior en alguna universidad, independientemente de la popularidad de la misma, era garantía de que el recién egresado tenía excelentes oportunidades de encontrar un empleo que satisfaga las necesidades más apremiantes del individuo, aunado a esto se ganaba prestigio, respeto y un lugar especial en la sociedad, con un poco de suerte, el profesionista adquiría propiedades que auguraban el futuro de los hijos.
Evidentemente, ha pasado mucho tiempo de ese escenario, el nuevo escenario en nuestro país ha golpeado duramente a la población en general. La pandemia por covid-19 vino a poner de relieve muchos problemas que ya existían, pero que se hicieron más evidentes con la llegada de la misma. Uno de esos problemas que saltaron a la vista es el desempleo generalizado. Según la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en total hay 2,7 millones de personas desocupadas, la tasa de desempleo se sitúa en el 4,7% y la tasa de trabajo informal aumentó un 7,7%. Quiere decir esto que nuestro país señorea el desempleo y el trabajo informal.
Aunque los datos son generales, uno de los sectores de la Población Económicamente Activa que ha resultado afectado es el de las personas con estudios universitarios recién egresados y que en los últimos 20 años ha venido creciendo la cifra en comparación con quienes cuentan con educación de nivel básico. Por lo que es muy común encontrar a profesionistas realizando tareas de un taxista o comerciante informal debido a que no lograron acceder a una fuente de empleo acorde a la carrera estudiada y teniendo que conformarse con otro trabajo que le asegure un ingreso mínimo para sobrevivir, por lo quedan expuestos a sufrir explotación laboral. Mientras en el año 2000 casi 17% de los desocupados tenían estudios universitarios, en 2020 representaron 27%, de acuerdo con cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) actualizadas al tercer trimestre del año pasado.
La situación se agravó con la irrupción del Covid-19, el fenómeno se presenta en dos formas, la primera se manifestó en la discontinuidad de las clases presenciales, limitando a los próximos a egresar de la universidad a adquirir los conocimientos teóricos y técnicos necesarios en el medio laboral, lo que se traduce en una desventaja significativa. El otro aspecto tiene que ver con los despidos masivos a raíz de las afectaciones económicas provocadas por la pandemia, a la búsqueda de trabajo del sector despedido se suman ahora las nuevas generaciones de egresados universitarios que entran a una competencia desigual en términos de preparación y experiencia.
Según la Encuesta Nacional de Egresados del Centro de Opinión Pública de la Universidad del Valle México, la percepción de dificultad para conseguir empleo incrementó de 35% a 45%, lo que pone de manifiesto el duro peregrinar para conseguir empleo en tiempos de covid-19. También dicha encuesta dice que el número de desempleados al momento de llevarse a cabo dicho sondeo aumento en 10 puntos porcentuales en comparación con sondeos pasados. Las condiciones en las que se están empleando por primera vez los egresados son menos favorables que en años anteriores; disminuye el porcentaje de egresados que obtiene su salario a través del pago de nómina (desciende de 67% a 63%); igualmente se incrementa el porcentaje de aquellos que no cuentan con prestaciones en el primer empleo. Finalmente, el documento afirma que trabajar por cuenta propia como profesionista independiente es la alternativa de los egresados ante la imposibilidad de obtención de empleo, con la carencia de prestaciones y seguridad social como consecuencia.
Dura realidad para los egresados de nivel superior, un título universitario ya no es garantía de aspirar a una vida tranquila con un empleo asegurados y bien pagado. En México, 46% de los mexicanos con una formación universitaria están subempleados y trabajan en labores que nada tiene que ver con su carrera, reveló un estudio la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Sin duda alguna la educación representa un motor que impulsa el desarrollo de un país, pero en el momento en que un gobierno no es capaz de garantizar trabajo a un profesionista, se rompe el hilo conductor de una nación y la inversión educativa resulta infructífera.
Urgen cambios que permitan el acceso a un empleo formal para el egresado universitario, las autoridades competentes deben formular políticas públicas para alinear la educación superior con las necesidades económicas y sociales del país. Debe el gobierno realizar inversiones importantes del Producto Interno Bruto a reactivar la economía del país que permita la creación de empleos en general y reducir los índices de desempleo. De otro modo, el número de personas desocupadas seguirá aumentando hasta cantidades incontrolables desencadenando con ello el aumento de la pobreza y la delincuencia organizada.
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