“Ellos aquí, trajeron los fusiles repletos de pólvora, ellos mandaron el acervo exterminio, ellos aquí, encontraron un pueblo que cantaba, un pueblo por deber y por amor reunido”.
Neruda sabía muy bien a quién se refería. ¿Quiénes son ellos? desde nuestros orígenes, el pueblo ha sido siempre, un solo hombre que luchaba por la realización de sus actividades y sus tareas de manera colectiva y que encerraba en cada gesto a la unidad de su pueblo, por eso se llamaban pueblo y se reunían en la supervivencia.
En la memoria de nuestro pueblo aún crecen esos ideales nobles de la lucha colectiva y de la reciprocidad. Son ellos los que sonríen y saludan a los extraños y desean buen viaje a los pasajeros hombres que, tal vez, en su vida, los verán por única vez. Son ellos que terminan con la frase de “Dios te bendiga” a cada persona que les sonríe o les muestra empatía, es este nuestro pueblo.
Ellos, sin embargo, los que han detonado la pólvora contra el cuerpo de los indios; ellos, que trajeron la guerra, el hambre y la enfermedad. Ellos, como el nombre del poema de Neruda, son nuestros enemigos. Sin embargo, aún en sus peores tiempos, el pueblo sigue cantando, literalmente.
En los tiempos de la hacienda, ante un sistema servil que abusaba de los campesinos y jornaleros de henequén y el algodón, del labio del pueblo brotaron amargas melodías cuya armonía era aún más dolosa: el canto cardenche, así el pueblo pudo preservar su memoria a través de las canciones que mandaban a morir a los desiertos y que recordaban el abuso cometido en las tiendas de raya, en las haciendas y por los hacendados, esa deuda impagable que era ficticia, pero a la que el pueblo estaba condenado por no saber leer ni escribir.
Otra canción, no hecha por el pueblo, pero sí cantada por el pueblo, fue la habanera titulada La paloma, de Sebastián de Iradier, el músico español jamás imaginó el éxito que tendría en nuestro país su célebre composición, pero menos imaginaba con qué fin resonaría en los labios de la gente y la renuncia al imperio austriaco que, sin duda, obraría igual que los anteriores. Cantar La Paloma y adecuar entonces uno de los versos diciendo “si a tu ventana llega un burro flaco, trátalo con desprecio, porque es austriaco” era no sólo esa jocosidad ante la adversidad que nos ha distinguido en varias celebraciones de momentos de desgracia, sino también la forma de poder defenderse, y nuevamente guardar la memoria de nuestro pueblo.
Otro claro ejemplo ha sido el himno de los esclavos hebreos, tomado por los patriotas y cantando italianos como personal “va pensiero” y clamando ¡Viva Verdi! Cantando “Oh mia patria sí bella e perduta” resonaba en el corazón de los italianos, aquí un ejemplo más, contra el imperio austriaco.
Así, a lo largo de la historia, habremos de encontrar constantes ejemplo de lo que su servidora escribe en estas líneas, siempre hay una canción para el pueblo que, en momentos de desgracia, guarda la esperanza y la fuerza de un nuevo mañana ¿Cuál será la nueva canción del pueblo? Lo desconozco, pero seguramente, en algún lado, la letra diría así: la marcha se inició, nada nos detendrá, unidos con Antorcha, mexicanos, a triunfar.
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