Una de las realidades que enfrenta la educación en nuestro país, es la creciente deserción escolar y los bajísimos niveles de aprendizaje, situaciones que han sido agudizadas por la pandemia de covid-19. A pesar de los esfuerzos históricos y del compromiso de todos los mexicanos por hacer de la educación y el conocimiento los canales hacia una mejor calidad de vida, el nivel de desarrollo alcanzado dista mucho de una educación de calidad. El abandono y la incapacidad del Estado mexicano en materia educativa, impiden la construcción de una sociedad más justa, incluyente y próspera.
La educación está desligada de un proyecto de país que procure el bienestar de toda la población y garantice el derecho a la educación y desarrollo de todos los hijos del pueblo trabajador.
Estando así las cosas, es claro que existe la necesidad de replantear un modelo alternativo de educación, donde se contemple la creación de espacios adecuados, nuevos contenidos de planes y programas que fomenten las diversas formas de aprendizaje y la participación social en materia educativa.
Recientemente la Secretaria de Educación Pública (SEP), publicó una invitación dirigida a los diferentes actores involucrados en la educación básica para participar en las “Asambleas de análisis de planes y programas de estudio para el diseño de los libros de texto gratuitos para la educación básica” la titular de la SEP, Delfina Gómez Álvarez, detalló en un comunicado que al ser aprobados los planes y programas de estudio, comenzará el proceso de capacitación para los docentes, con el cual abatirá el abandono y resolverá el déficit académico a partir de las necesidades de los docente y estudiantes; fortalecerá las habilidades socioemocionales, las bibliotecas y la vida saludable; brindará cursos en línea para un retorno seguro y dará seguimiento al programa de becas Bienestar, así como otorgar difusión del programa Aprende en Casa.
El ejercicio propuesto se antoja interesante, pero, ¿cuál es la intención de discutir un documento donde se dice qué se va a hacer, pero no dicen cómo?, ¿cómo sustentar e imaginar libros de texto cuando se dice que la malla curricular está en construcción?
La discusión en torno a un documento que no está acabado, se vuelve infructuosa y, además, propicia un ambiente de elucubración e incertidumbre que, en estos momentos, no aportan nada bueno a la educación del país.
El nuevo proyecto de planes y programas de la Nueva Escuela Mexicana, no parte de un diagnóstico real, realizada por la propia Secretaría de Educación para detectar y resolver las verdaderas necesidades de los aprendizajes; por el contrario, esta nueva lógica, pareciera parte de una ocurrencia y no el resultado de un diagnóstico serio. Basta con consultar el apartado “Situación de la educación básica” en donde se citan, en su mayoría, autores extranjeros que no corresponden a las necesidades reales de nuestro país.
Los cambios que se proponen para todos los niveles de educación básica no son otra cosa que presentar una escuela diferente a la que conocemos sin importar si se cumple o no con el objetivo de garantizar la enseñanza-aprendizaje en toda la extensión de la palabra. Negar la existencia de los esfuerzos que se han hecho en el pasado para que nuestro país tenga una mejor educación es una postura arrogante y prepotente que no ayuda en nada al avance y progreso en materia educativa. Negarse a que nuestros jóvenes y niños tengan una verdadera formación y educación, a pesar de sus precarias condiciones, es condenar a las nuevas generaciones, a vivir en el atraso por décadas, de la cual resultará difícil salir, si no nos proponemos maestros, estudiantes y sociedad en general, realizar un verdadero cambio que ponga a funcionar el sistema educativo en las circunstancias actuales.
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