Tulum, la joya de la Riviera Maya, es el municipio en donde, a nivel nacional, la pobreza aumentó en los últimos años, de acuerdo con los datos más recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La tasa pasó de 32 por ciento, en 2015, a 62 por ciento en 2020. Esto tiene que ver con la alta migración de los estados más pobres. A partir del desarrollo turístico en el municipio, cientos de personas de otras entidades como Veracruz, Tabasco y Chiapas, entre otros, que viven en pobreza y con alta inseguridad, llegaron a Tulum en busca de trabajo para mejorar su calidad de vida y las de sus familias.
Aunque el crecimiento inmobiliario en Tulum ha sido tan explosivo, que ni la pandemia lo frenó, paradójicamente se puede observar los asentamientos irregulares inmersos entre hoteles y condominios de lujo, donde el acceso a servicios básicos en la vivienda sigue en alza; en 2021, 10 mil 981 personas, el 28.6 por ciento, no contaba con agua potable, drenaje o luz, mientras que en 2022 la cantidad de habitantes con esta carencia ha ascendido a 17 mil 578 personas, lo que representa el 38.1 por ciento.
Así es la triste realidad en Tulum, en donde una delgada calle de tierra arenosa divide un desarrollo inmobiliario de lujo de las colonias de la cabecera municipal. En un lado, se puede observar departamentos con modernos acabados de cristal, paredes color beige y albercas turquesa. En el otro, las chozas o palapas sin paredes, con piso de tierra, sin drenaje ni tuberías de agua. La escena se ha vuelto ubicua por todo el municipio, en donde turistas con un alto poder adquisitivo pasean en motocicletas Vespa a un lado de los asentamientos irregulares en donde miles de personas viven en pobreza.
Una de las situaciones con las que se justifica el Ayuntamiento de Tulum para no regularizar esos asentamientos humanos para que, de manera paulatina, a las familias les lleguen los servicios públicos básicos para sacarlos de la injusta situación en que se encuentran, es que existe una demanda por parte de los dueños particulares de los predios ocupados que está pendiente por resolverse. Sin embargo, los indicadores señalan que, en las comunidades de Dos Palmas, Chanchén, San Juan, Hondzonot, Laguna Madera, Paso Juana, San Nazarén, Las Dos Luces, Tankah y Sahcabmucuy, además de que están limitados con servicios elementales, la gran mayoría de los habitantes de estas comunidades se encuentran en situación de pobreza y rezago social.
Además, precisamente en varias de esas comunidades como Sahcabmucuy, Cobá, Palmar y Hondzonot se han quedado desde hace muchos meses sin medicinas en sus respectivos módulos de salud, sólo reciben recetas porque no hay medicamentos, y los habitantes no pueden adquirirlos debido a que viven una crisis económica. Esto es uno de los tantos males que existen en comunidades y colonias marginadas, y está claro que tanto las autoridades locales, así como el presidente Andrés Manuel López Obrador, les tiene sin cuidado las necesidades ajenas, aquí lo que importa es darles dinero en efectivo y otras dádivas de corte asistencialista para tenerlos controlados, para que el pueblo no proteste y exija salir de su miseria.
Y es que los programas sociales de transferencias monetarias -la política electorera de la Cuarta Transformación más empleada para administrar la pobreza- no alcanzan a reducir la pobreza y actualmente excluye al 66 por ciento de los hogares de menor ingreso. La cobertura de las transferencias no llega a toda la población de bajos ingresos.
A grandes rasgos, Quintana Roo tiene una tasa de crecimiento poblacional de 3.5 por ciento, la más alta del país, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi). Sin embargo, de 2018 a 2020, el número de personas en situación de pobreza en Quintana Roo aumentó en 221 mil. La mayoría de ellos, habitantes de colonias irregulares. Así lo dio a conocer los últimos datos del Coneval, en la que puntualiza que durante ese período la cantidad de personas pobres pasó de 447 mil a 668 mil, lo que representa un aumento de aproximadamente 49 por ciento.
Al respecto, de los 130 asentamientos irregulares que existen en Quintana Roo, de esos el 90 por ciento de las 78 mil personas, de acuerdo al Coneval, que viven en casas endebles se encuentran limitados, es decir ocho de cada 10, carecen de servicios públicos básicos.
De ese tamaño el panorama general, los cinturones de miseria se ensanchan cada vez más en las zonas ubicadas en la periferia, de las grandes ciudades turísticas de Quintana Roo y esto no se detendrá mientras nuestros gobernantes se muestren insensibles y no modifiquen su actuar, porque la realidad para los pobres es cruel y lo a cobrar con creces. Lo que sucede en algunas colonias del Estado es una pequeña muestra de los males que impera en el país entero, cada uno con sus particularidades, resultado de la injusta distribución de la riqueza concentrada en pocas manos y que millones de seres humanos padecen hambre todos los días.
Sin duda, la desigualdad social aumenta a medida que crece la pobreza, un mal que el inquilino de Palacio Nacional sigue apoyando, porque explica el aumento desmedido de la pobreza, pese a que desterró el “neoliberalismo”. Queda claro que el sistema imperante no se elimina con decretos trasnochados, sino con políticas económicas que sea base de un cambio radical de la economía, naturalmente orientadas a proteger los intereses de la clase trabajadora, pero ese gobierno tiene que ser emanados del propio pueblo, porque la 4T está mintiendo, y prueba de ello es la insultante miseria que no se detiene y que sigue afectando a millones de mexicanos que a diario buscan un ingreso justo para adquirir un pequeño hogar y llevar lo esencial a la mesa para no morirse de hambre.
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