Aún faltan algunos meses para las elecciones de 2024, pero esto no ha evitado que el partido oficialista se haya lanzado ya a la realización de campañas electorales en clara violación de las reglas electorales establecidas. Aunque Morena trata de disfrazar el proceso, es claro que es una campaña electoral anticipada; lo que nos muestra el nivel de descomposición de ese partido, pues no le importa violar la Constitución con tal de mantener la larga campaña iniciada por Andrés Manuel López Obrador hace varios años. Muchos expertos han dejado claro ya los atropellos a la ley, pero también Morena ha dejado claro que no son capaces de escuchar críticas y seguir con sus objetivos, aunque eso signifique mancillar la ley.
Sea cual sea el resultado de ese proceso ilegal, cualquier candidato que quede, va a llevar una ventaja sobre el resto de los partidos y, de todos modos, las elecciones de 2024 se llevarán a cabo. En otro momento nos ocuparemos de la relación de los partidos políticos con la ciudadanía, por ahora nos limitaremos a comentar el papel de las masas en los llamados procesos electorales.
Se ha normalizado la poca participación de la ciudadanía en las elecciones. En las últimas cuatro elecciones, menos del 65 por ciento de los ciudadanos han salido a ejercer el voto, para 2006 solo el 58 por ciento de los mexicanos lo hizo, para 2012 fue el 62 por ciento y para 2018, un 63 por ciento. Si hay algo que se puede desprender de estos datos es la poca legitimidad que los gobiernos han tenido, pues una minoría es la que decide quién debe gobernar.
La democracia es el sistema en el que la soberanía recae en el pueblo; la democracia representativa es aquella en la que el pueblo elige a sus representantes para que ejerzan esa soberanía, donde el mecanismo es la elección popular. Durante muchos años el monopolio de las elecciones estuvo en manos del PRI, de tal forma que poco importaba si las personas salieran a votar o no, de antemano se conocía el resultado. Poco a poco se fue fracturando el dominio del PRI hasta lograr que sea mínimamente respetada la decisión popular. Sin embargo, hasta la fecha la cultura de la abstención no se ha podido erradicar.
Hay varios motivos. Uno de ellos tiene que ver con la poca identificación que existe entre los políticos y las masas. Las campañas se han reducido a una serie de promesas que nunca se llegan a realizar, y si anteriormente los fraudes estaban en el conteo de los votos, ahora se encuentran en la compra de estos, de tal forma que, muchos de los que van a votar lo hacen ya mediatizados, ya sea por la falsa promesa o por la dádiva inmediata. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, a los propios partidos no les interesa que el 100 por ciento de los ciudadanos adquieran consciencia de la necesidad de su participación.
Para los partidos, la ciudadanía solo es un elemento para asegurar su propia estancia en el poder, pues solo se acercan a ella para ganar una elección, no son considerados como parte activa de la gestión de gobierno. Esto ha pasado con el PRI y sigue pasando con Morena. Sin duda, la política de Morena es la de una domesticación de la ciudadanía, que mediante los programas sociales sea controlada para votar como a la 4T le convenga, esto todos lo hemos visto en los recientes procesos electorales.
Es urgente impulsar la participación ciudadana en las elecciones, pero esta no puede ser bajo los intereses de los partidos políticos, sino de las masas mismas. Hoy, la 4T se ha propuesto arrebatar a los mexicanos sus propias banderas para utilizarlas como herramienta de engaño pues en este sexenio que está por concluir se ha demostrado de la consigna de “primero los pobres” no es sino un aparato de manipulación. Solo tendremos un gobierno legítimo cuando la mayoría de los ciudadanos salga a votar y lo haga por un representante salido de sus propias filas, no de los arribistas que hoy gobiernan. Pero para esto es necesario fortalecer la organización popular por encima de lo que el partido gobernante y la oposición oficial digan y hagan.
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