MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sí se puede lograr la paz mundial

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EPÍGRAFE:

Si el dinero, ‘viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla’, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies

Karl Marx

Todos vemos con horror lo inhumano y cruel que puede llegar a ser la guerra, y no hay ser pensante y sintiente sobre la tierra —a no ser que se trate de un verdadero monstruo sin entrañas—, que no sienta dolor y angustia al observar cómo los protagonistas de las guerras pueden llegar a cometer, y cometen, crímenes impensables e innecesarios contra la gente, hacia la población civil inocente (la población civil siempre será inocente en toda guerra).

Esas acciones vienen acompañadas de defensores ideológicos a ultranza, verdaderos abogados del diablo que justifican la carnicería, blanquean a los criminales de guerra y preparan a la opinión pública para justificar las peores atrocidades e injusticias.

Pero si queremos que una reflexión acerca de la guerra nos acerque a la paz, no basta con el pacifismo llano e inerte, por muy bonito que suene, pues la violencia en general y la guerra en especial no son un asunto de ideas, no es la pura maldad interior la que las provoca ni encuentra en la redención del espíritu su solución.

Friedrich Engels, en oposición a las tesis melifluas y vanidosas del profesor Eugen Dühring, quien creía firmemente que “la formación fundamental y las dependencias económicas no son más que un efecto o caso especial y, por tanto, siempre hechos de segundo orden”, sostiene que “el poder, la violencia, no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin”, por lo que, en la medida que el fin es “más fundamental” que el medio aplicado para conseguirlo, en esa misma medida es en la historia más fundamental el aspecto económico de la situación que el político”.

La base misma de toda violencia y de la guerra en particular está en la separación de la sociedad en clases opuestas, y esta a su vez, en la aparición de la propiedad privada, el desarrollo de las capacidades productivas de los grupos sociales que permitieron a unos vivir del trabajo de los demás y tejer así la separación de los hombres.

Desde antes de esta separación, la hermandad de los hombres, que era la regla fundamental que dominaba todas las formas de organización, tenía su límite en el colectivo mismo; donde acababa el grupo iniciaba la lucha. 

Todas las gens, tribus y fratrias en todas las culturas anteriores a la civilización, estaban dominadas por las relaciones fraternas. Fuera de ellas iniciaba la guerra, de defensa de la gran familia o de conquista de nuevos territorios y riquezas. Por ello los rehenes en estas guerras no existían, sino que a los supervivientes o se los sacrificaba (en un tiempo se los comían) o se les integraba a la gen con todos los derechos.

Pero la división entró también a la gen y la corrompió como un cáncer terminal, al surgir el esclavismo como forma de producción, la violencia, el robo y la guerra son ya instrumentos fundamentales para que la sociedad funcione y crezca y en el feudalismo solamente adquiere nuevas formas.

No es la maldad de los hombres la que genera todas estás máculas de la que está llena la historia desde entonces: es la división, la atomización económica de los hombres lo que determina las relaciones sociales de competencia y lucha a muerte por prevalecer y dominar, sin importar los medios.

La mayor prueba de esto está precisamente en el proceso de acumulación originaria del capital, en los albores del sistema capitalista, pues el sistema mismo requiere de una cantidad enorme de dinero llamado a convertirse en capital (dinero que genera más dinero), y cuya acumulación fue fruto de la más descarada violencia.

En “la llamada acumulación originaria, en la historia real, el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia.

En la “apacible” economía política desde tiempos inmemoriales ha imperado el idilio entre el derecho y el “trabajo”. En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos”.

“La expropiación de los bienes eclesiásticos, la enajenación fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación usurpatoria, practicada con el terrorismo más despiadado, de la propiedad feudal y clánicaen propiedad privada moderna, fueron otros tantos métodos idílicos de la acumulación originaria”. Así nació el capital y de ahí la famosa frase que encabeza esta colaboración. No hay rico honesto, ninguno lo es por asesino y ladrón, y lo son sus herederos.

Lo que nos revela el Materialismo Dialéctico es que toda forma de violencia, desde la más elemental hasta el más elevado grado de la guerra de exterminio, pasando por todas las formas que usted conozca —más las perversidades y atrocidades que aún podemos llegar a ver, aunque hoy la mente más enferma y creativa no pueda ni siquiera imaginarlas—, tienen su base material en la división de la sociedad en clases antagónicas y en la explotación del trabajo ajeno.

Lograr una verdadera paz requiere que se eliminen las causas, el origen de toda violencia, y este está en el sistema mismo, por lo que ningún intento por encima o realizado solamente en los exhortos y hasta acuerdos internacionales, foros, propaganda, campañas por la paz, etcétera; nada de eso va a tener ningún efecto si no se combaten las causas; si no se destruye desde sus cimientos la división de la sociedad y su lucha, el sistema mismo, si no se le sustituye por otro que no necesite de la violencia para funcionar.

Por ello, decía Marx al referirse al Congreso por la Paz que habría de realizarse en Ginebra en 1867: “sería deseable que el mayor número de delegados pueda asistir al Congreso a título individual, pero no sería aconsejable que participaran oficialmente en él como miembros de la Asociación Internacional. El Congreso de la AIT es por sí mismo un congreso por la paz, puesto que la unión de la clase obrera de los diferentes países tiene que hacer finalmente imposibles las guerras entre naciones”.

Es la unidad de la clase obrera internacional la que puede hacer realidad la paz o, mejor dicho, imposible la guerra. Puede más en favor de una verdadera paz el humilde intento de los activistas sociales para organizar y educar a los pueblos, a los de su país y a los de todo el planeta, para evitar que se maten entre sí para defender los intereses de las clases poderosas de sus naciones.

Mejor aún: destruir el sistema capitalista y todo otro sistema basado en la división en clases y la explotación de una sobre otra, y construir sobre sus ruinas un nuevo sistema que no necesite de la violencia; eso es un verdadero intento por lograr la paz mundial. 

“Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios”.

“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas e intenciones. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar”.

¿Ahora se entiende?

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