El río Lerma es conocido como el río más largo de México y… el más contaminado. En relación con lo primero, es sabido que recorre una longitud de 708 km. Nace en el Estado de México y atraviesa los estados de Querétaro, Guanajuato y Michoacán, desagua en el lago de Chapala, Jalisco, y posteriormente, con el nombre de río Santiago, recorre otros 562 km para desembocar en el océano Pacífico, cerca de San Blas, en el estado de Nayarit.
Los manantiales que le dan origen son de los escurrimientos pluviales que vienen del Monte de las Cruces y que brotan en las Ciénegas de Lerma, población ubicada a 24 km de la ciudad de Toluca.
Existe en nuestro país la “Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Medio Ambiente”, así como reformas, adiciones y actualizaciones; sin embargo, y como todo el mundo sabe, son letra muerta.
Antes de la conquista española, la zona fue habitada por indígenas otomíes y estos le dieron el nombre de “Madonte”, que los españoles llamaron inicialmente Río Grande y a partir del siglo XVII se conoce como río Lerma.
En esta época, dada la limpieza de sus aguas, en ellas abundaban peces: charales, pescado blanco, bagres, acociles, ranas y todo tipo de fauna acuática. En sus márgenes llegaban o vivían patos, garzas y aves de todo tipo.
Era un gusto acudir a sus márgenes, bañarse en sus aguas y pescar en sus hondonadas. Hoy, todo eso parece un sueño. Las aguas que daban vida a una gran cantidad y variedad de flora y fauna ya no existen y ahora hay todo lo contrario. Es decir, solo hay fétidos olores y ocasiona la muerte de cualquier ser vivo que se atreva a usar sus aguas o a abrevar aunque sea unos cuantos mililitros de dichas aguas.
Queda claro que nadie lo hace; es decir, ni los hombres ni los animales. Sólo sobreviven en sus márgenes algunos tipos de árboles que soportan esta terrible contaminación.
Un poco más abajo de su nacimiento, precisamente en la población de Lerma, y luego en toda la zona industrial de dicho municipio que se extiende a lo largo de la carretera que lleva a Toluca, está instalada una inmensa zona industrial.
El municipio de Lerma tiene ocho parques industriales y Toluca doce; la cantidad de empresas instaladas es de 3 mil 780, destacándose las del ramo automotriz, alimenticio, químico y plástico. Todas ellas vierten sus desechos en el río Lerma; la absoluta mayoría son desechos tóxicos peligrosísimos para la salud, pues provocan enfermedades como la neurocisticercosis y aumentan la probabilidad del cáncer. Además, como ya se dijo, son absolutamente inapropiadas para el consumo humano o animal.
A pesar de lo anterior, en ciertas zonas algunos agricultores las emplean para el riego del maíz y otros cultivos. Las consecuencias de tales prácticas están por verse, pero son previsibles; graves y peligrosas, en todos los sentidos, para la salud de quien consuma dichos productos.
Y… ¿todo lo anterior es inevitable? ¿Es el precio que tenemos que pagar por el desarrollo económico de la sociedad? ¡No!, no lo es.
En realidad, todo tipo de industria sabe la cantidad y el tipo de desecho producto de la mercancía que produce y la ley le obliga a no verter ni tirar estos desechos al aire libre o en cualquier lugar donde pueden resultar nocivos para el medio, los animales o el hombre.
Existe en nuestro país la “Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Medio Ambiente”, así como reformas, adiciones y actualizaciones que se le han hecho plasmadas en la “Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos”; sin embargo, y como todo el mundo sabe, son letra muerta.
Es decir, existen pero no se aplican y, si lo hacen, se hace de una manera tan laxa que prácticamente no sancionan ni afectan a las empresas que, como ya dijimos, vierten sus desechos en el lugar que más les conviene, en este caso, en el cauce del río Lerma.
La Semarnat, la SSA y los ayuntamientos no hacen nada, o hacen muy poco, que es equivalente a nada, para evitar cualquier tipo de contaminación.
¿Pruebas? Sencillo, vaya usted al río Lerma y le aseguro que no resistirá ni 20 minutos, quizás ni diez, o menos, respirar sus aires fétidos y ver un espectáculo tan deprimente como un río muerto, convertido en un canal de desagüe, lo que otrora fue un espectáculo que todo mundo disfrutaba.
Las empresas, en su afán y ambición de ganancias, no tratan sus residuos tóxicos para desecharlos ya limpios y, haciendo caso omiso de la ley o cohechando a la autoridad, han venido provocando tragedias como la descrita, no solo en el río Lerma sino a lo largo y ancho del país y del mundo.
Ese es el capitalismo, rapaz y convenenciero, que privilegia la ganancia de los poderosos en detrimento y perjuicio de la inmensa mayoría de la población.
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