Cada semana, la Secretaría de Salud emite un informe del Panorama epidemiológico de dengue elaborado por la Dirección de Vigilancia Epidemiológica de Enfermedades Transmisibles. La evolución que ha tenido la enfermedad revela un incremento del número de casos y de muertes comparados con los del año 2022 que representan una crisis sanitaria que no se ha sabido o no se ha querido enfrentar con la atingencia necesaria en perjuicio de las familias afectadas y las víctimas potenciales, que son, como siempre, las familias más desprotegidas, las de menores ingresos.
En la actualidad, cerca de la mitad de la población mundial corre riesgo de contraer dengue y cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones
Los reportes solamente manejan las estadísticas que reportan las Secretarías de Salud estatales a la federal, y a pesar de que existe una cifra negra gigantesca de contagios que no se registran, pues los familiares de los enfermos prefieren tratar la enfermedad en casa, los números en contraste de 2023 frente al año anterior y las proyecciones de la enfermedad al cerrar el año, superan en más de cuatro veces a las de 2022.
A las actuales autoridades sanitarias les está estallando una crisis sanitaria que parecen no ver o no querer ver y que, por lo tanto, no van a poder enfrentar ni corregir.
Los números de espanto
En México estamos viendo cómo crecen los contagios de dengue en diversos estados, principalmente Yucatán, Quintana Roo, Veracruz, Morelos, Guerrero, Chiapas, Tabasco y Campeche, es decir, los estados con climas más húmedos y calurosos, pero también los más pobres y marginados, y los números que reflejan las estadísticas son de espanto: los casos confirmados en la semana epidemiológica 41 de 2023, comparada con la del año pasado, muestran un incremento de 447 por ciento en los casos confirmados, pues en el mismo período de 2022 se habían registrado 7 mil 699 casos, siendo que en 2023 son 34 mil 189, los números de contagios de la semana 41 2023 superan ya en casoss tres veces a los de todo 2022.
En cuanto a fallecimientos, en el mismo periodo del año pasado hubo 14, mientras que en este ya van 88; un incremento de 628 por ciento, por lo que se proyecta que este año terminará con más de 63 mil casos; casi cinco veces los de 2022, y más de 600 víctimas fatales, seis veces más que en 2022.
Estos números reflejan las tendencias desde la semana epidemiológica 35 y no sólo no disminuyen, sino que se confirman, con excepción de los fallecimientos que se pronosticaban mayores al iniciar la crisis. Sin embargo, la proyección también aumenta, al igual que la letalidad, que en 2022 fue de 0.45 en el mismo periodo y ahora es de 0.57, aunque en 2022 subió de esos 0.45 a 1.77 al cierre del año, por lo que se puede esperar que algo similar ocurra en las restantes once semanas del 2023.
De una enfermedad tropical a una de la pobreza
Las definiciones técnicas del dengue le clasifican como una enfermedad característica de países tropicales, y estacionaria pues se agudiza en las temporadas de lluvias y de calor, y decae en temporadas de frío.
Esto se debe a que es una enfermedad viral transmitida a los humanos por la picadura de las hembras de los mosquitos hematófagos Aedes aegypti infectadas, y esta especie se desarrolla en ambientes húmedos y calurosos. Por eso se presenta en los climas tropicales y subtropicales de todo el planeta, sobre todo en las zonas urbanas y semiurbanas.
Sin embargo, en años recientes, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cinco enfermedades virales que se transmiten por picaduras de mosquitos: dengue, paludismo, chikungunya, fiebre amarilla y zika, “parecen haber iniciado un proceso de globalización y expansión más allá de los trópicos. Más del 70 por ciento de los países afectados por estas y otras enfermedades tropicales son de ingresos bajos o medios-bajos, de igual modo el 100 por ciento de los países de bajos ingresos están afectados por al menos cinco de ellas, reflejando su distribución desigual en el mundo, damnificando sobre todo a poblaciones empobrecidas”.
La OMS también afirma que, en el caso del dengue, “en la actualidad, cerca de la mitad de la población mundial corre riesgo de contraerlo y cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones”, y agrega que “la urbanización (especialmente la no planificada) está asociada a la transmisión del dengue en función de varios factores sociales y ambientales: densidad de población, desplazamientos de personas, acceso a fuentes de agua fiables, prácticas de almacenamiento de agua, etcétera”.
Asimismo, destaca que “los riesgos de contraer el dengue también dependen de los conocimientos, la actitud y las prácticas de la población frente a la enfermedad, así como de la ejecución de actividades sistemáticas de control vectorial de forma sostenible fuera de los establecimientos de salud. La prevención y control del dengue se basan en el control de sus vectores. No hay un tratamiento específico para el dengue y el dengue grave, pero la detección precoz y el acceso a una atención médica adecuada reducen en gran medida las tasas de mortalidad por dengue grave”.
Una vieja enfermedad
Los mosquitos vectores (portadores y transmisores de la enfermedad) han estado presentes en la tierra desde hace millones de años, “diezmando poblaciones enteras, paralizando actividades productivas y cambiando muchas veces el curso de la historia”.
La primera epidemia mundial de dengue tuvo lugar en el año 1780, ocasionada por la navegación comercial a vela entre puertos tropicales de Asia, África y América del Norte. Poco después de su identificación (en 1779) se le dio el nombre de "dengue"; derivado de la frase swahili (lengua africana, principalmente de Kenia y Tanzania) "Ka-dinga pepo", que significa "ataque de calambre causado por un espíritu maligno".
El comercio de esclavos fue muy importante en la propagación del dengue en América. El Aedes se reproducía en los navíos de transporte de esclavos, quienes, junto con sus captores eran sus reservorios virales, de acuerdo con Osvaldo F. Teglia, profesor adjunto a cargo de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas (FCB), en la Universidad Austral, Argentina.
En la década de los 70 sólo se localizaba en nueve países pero ya es endémico en 128. “Es responsable de una epidemia crónica de la que nadie habla lo suficiente, que cada año va incrementando y al que solo se presta atención cuando causa una alarma internacional”, de acuerdo con Luis del Carpio, internista y virólogo veracruzano experto citado por El País.
La incidencia del dengue en América Latina no ha dejado de crecer, reportando más de 2,8 millones de casos en 2022, cuando el mayor número de muertes por la infección se registró en Brasil.
México, que actualmente reporta casos en 28 de sus 32 estados, ha sido en la última década escenario de hasta uno de cada cinco fallecimientos del continente. “Lo peor es que la tasa de gravedad de la enfermedad también ha ido en aumento”, reitera Carpio.
No hay tratamiento, sino prevención, pero las autoridades sanitarias mexicanas se durmieron
Dado que no hay tratamiento en nuestros días para combatir el dengue, sino la prevención mediante acciones coordinadas de la población y las autoridades locales, la falta de prevención o la inacción en este sentido, ya sea por desconocimiento o por irresponsabilidad, es otro de los factores de riesgo que afectan a las poblaciones. No se pueden tomar prevenciones sin las condiciones adecuadas.
Se puede prevenir el contagio, pero depende de la actitud planificada de la población, cosa que solamente puede proporcionar la misma organización del pueblo, lo cual debería estar encabezado por los líderes naturales y políticos de las poblaciones y depende determinantemente de que esa población cuente con las condiciones necesarias para poder tomar las medidas de prevención en sus viviendas, en su comunidad.
Asimismo, se debe contar con instituciones de atención médica y cuidado de la salud que tengan esas prácticas de prevención, de realización de campañas en ese sentido, de atención médica oportuna, atenta y que cuente con los medicamentos e instalaciones necesarias para salvar la vida de quienes tengan estos padecimientos, lo que no ocurre cuando la vivienda es precaria y no se cuenta con servicios urbanos y de atención de la salud proporcionados por los gobiernos, y menos en las comunidades marginadas a las que por lo regular, los gobernantes no quieren atender. Se niegan a proporcionar los servicios básicos y hasta las famosas nebulizaciones contra los mosquitos, alegando que “no hay dinero” o que tal asentamiento “es irregular” o simplemente no es del agrado del mandatario, quien solamente quiere atender a sus amigos y seguidores; la discriminación política y electorera se vuelve así un factor de riesgo y causa de contagios y muertes.
Es claro que no es culpa solamente del tipo de enfermedad ni de las condiciones de inmunidad, sino de la pobreza de las familias afectadas y de la irresponsabilidad de quienes las gobiernan, lo que coincide plenamente con la irresponsabilidad demostrada por el Gobierno Federal de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su “Cuarta Transformación”.
AMLO ha sacrificado salud pública en aras de los programas de entregas directas de dinero, las cuales “aportan más” en el sentido de la popularidad y los votos contantes y sonantes, mientras que las campañas contra el dengue, los medicamentos y hospitales, así como las obras de servicios de drenaje, agua potable, electrificaciones y viviendas dignas, aunque son más necesarias y son condicionantes de una política de prevención del dengue y otras enfermedades, cuestan mucho más, y no aseguran votos. AMLO prefiere los votos.
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