Es la pregunta que lanzó un compañero a mitad de una manifestación, pues a las autoridades no parecía importarles que marcháramos sobre una avenida tan emblemática de la Ciudad de México, nuestra demanda es legítima: vivienda. Mientras usted, amable lector, conduce la mirada sobre estas líneas, si ha participado en alguna manifestación, podrá recordar que en algún momento se ha planteado esta pregunta. Con esa misma pregunta en momentos más difíciles se han topado otras personas que se han atrevido a luchar.
Sobran ejemplos en la historia de grupos de revolucionarios que se han fijado como meta la conquista de un nivel de vida mejor para su pueblo, la conquista de su libertad, o en algunos casos, de la conquista del simple respeto de los derechos humanos más elementales.
En cada uno de los caminos que eligieron se presentaron obstáculos, pero el ansia de una vida mejor por parte de los pueblos, no se puede contener, no la pueden contener ni las guerras ideológicas ni las guerras de los ejércitos. ¿Soñaron alguna vez los harapientos y sufridísimos campesinos que acompañaron a Mao en su larga marcha que un día el país por el que lucharon, le haría frente al país más poderoso del planeta? ¿Los mineros que acompañaron a Augusto Sandino al inicio de su lucha, habrán imaginado que su país sería, unas cuántas décadas después, un ejemplo a seguir para todo Latinoamérica? Seguramente no. Así con ellos, y lo mismo con un centenar de ejemplos a los que podemos acudir. Así es la vida, el progreso existe, pero solo a través de la lucha se puede alcanzar.
Antes de responder la pregunta que nos ocupa habrá que recordar que el Movimiento Antorchista nació con el propósito de organizar a los grupos más pobres, más desprotegidos del campo y de la ciudad para luchar por sus intereses inmediatos, pero también para luchar por sus intereses históricos; es decir, por la justa distribución del ingreso y la eliminación de las diferencias sociales radicales, para así lograr mejores condiciones de vida de manera permanente para los propios trabajadores.
Si la pregunta fuera “¿Qué vamos a hacer si nos resuelven?", la repuesta sería la misma: hay que seguir luchando, sumando a más personas afectadas por el sistema, aglutinándolas en torno al proyecto de nación que ha planteado el Movimiento Antorchista, solo entonces estaremos acercándonos a nuestro objetivo.
Si la pregunta fuera “¿Qué vamos a hacer si nos resuelven?", la repuesta sería la misma: hay que seguir luchando, sumando a más personas afectadas por el sistema, aglutinándolas en torno al proyecto de nación que ha planteado el Movimiento Antorchista, solo entonces estaremos acercándonos a nuestro objetivo.
Aun cuando se le resolviera su problema de vivienda al colono que preguntaba, tendrá que seguir luchando, hay que luchar todavía por los niños que sólo comen una vez al día, que no conocen un doctor y no van a la escuela; por las madres que los dejan solos y sin alimento, los padres que se van de mañana y vuelven sin dinero ya muy noche o ya se fueron al extranjero para siempre; por los desaparecidos y los muertos violentamente; por los que viven en la calle y han sido despojados hasta lo más vil de su humanidad.
No olvidemos que la lucha no es por una vivienda, es porque en nuestro país nadie carezca de ella; no es por tener mejores condiciones de vida para nuestra familia, es para que vivan bien todos los mexicanos; no es por conseguir el reconocimiento oficial de la escuela de nuestra colonia, es para que todos tengan acceso a una educación de calidad.
A las clases dominantes de nuestra nación, a los que se han enriquecido a costa de apretarles la soga en el cuello de los trabajadores, a los que se han aprovechado y han aplaudido que el pueblo permanezca en la ignorancia, les interesa que las personas no se agrupen para defender sus intereses, les produce urticaria el pensar que los obreros puedan tomar un libro, que puedan descubrir el camino para su liberación, que algún día puedan gobernar este país.
Pero para pesadilla de ellos, todos los días hay un grupo de personas esparcidos en todo el país, que salimos a luchar por un mundo mejor, que acudimos a reuniones donde se nos enseña cómo funciona la sociedad y qué es lo que hay que hacer para transformarla, y que estamos convencidos de que si los gobernantes deciden no resolvernos, tendremos que seguir nuestro camino con más ahínco, con más coraje y más terquedad hacia la toma del poder político del país, sólo desde ahí podremos construir una patria más justa para todos.
Cuando la lucha se torne difícil, cuando el panorama se vuelva oscuro, recordemos las palabras de Ho Chi Min: “Cuanto más alta pone su meta el corazón tanto más ha de estar mejor templado”.
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