En los últimos días del año, tuve la oportunidad de estar frente al televisor a la hora de las noticias vespertinas. Además de los incendios, fugas de agua en la capital del país, enfrentamientos entre policías y civiles, feminicidios, asaltos a transeúntes, y otras noticias negativas en el resto del país, me tocó escuchar el mensaje que varios jefes de estado enviaron a sus gobernados con motivo del fin de año y el inicio del año nuevo 2022.
La mayoría de los gobernantes, estadistas de profesión, lamentaron los estragos que ha ocasionado la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, haciéndola responsable del hecho de no alcanzar las metas que se propusieron en el crecimiento económico de sus respectivos países, lo que dio como consecuencia no poder atender las necesidades de sus gobernados en tiempo y forma. Los gobernantes más experimentados en el oficio no dudaron en pronosticar la continuidad de la pésima situación económica en sus países y, advirtieron a sus gobernados, que estén prevenidos porque esta situación se puede agudizar más en los meses que vienen.
Tal vez lo que manifestaron los presidentes de otros países no debería ser de nuestro interés, pero lo que sí debería llamar nuestra atención es el mensaje que dio el presidente de México. Este mensaje solo fue una síntesis de lo que escuchamos durante el año cada vez que tuvo a su disposición una tribuna, sobre todo en las “mañaneras”. En realidad, no había mucho que sintetizar. Aseguró que: “este año (2021) nos ha ido mejor y el que viene, estoy seguro, que va a ser mejor, tengo mucha fe…” dijo.
A diferencia de sus homólogos, el Lic. Andrés Manuel López Obrador desbordó optimismo y buena fe para todo el año que comienza. Para él, las leyes sociales y económicas que rigen el desarrollo de la sociedad, en nada afectarán el futuro “bienestar” de las familias mexicanas. Está convencido de que los programas asistencialistas que está implementando sacarán de la pobreza a los millones de mexicanos que viven con este lastre social.
Las estadísticas que se conocen, hechas por instituciones serias y respetables, dan cuenta de que ningún país en el mundo, ha superado la pobreza que padece su población más vulnerable a través de este tipo de programas sociales. Dan cuenta más bien, de que son programas que tienen como finalidad el tener cautivo al pueblo pobre para utilizarlo con fines electorales, en este caso, a favor del partido oficial: Morena. Así ha quedado demostrado incluso, cuando se ha presentado la necesidad de utilizar el dinero público para enfrentar las contingencias que han causado los desastres naturales. En este escenario, fue evidente y quedó documentada la entrega selectiva de los apoyos realizado por los siervos de la nación; el ejército de activistas políticos con sueldo que operan estos programas.
Si revisamos algunas estadísticas y escuchamos algunos testimonios de la gente que padece la falta de obras, servicios básicos, apoyos al campo o para auto construir su vivienda, nos daremos cuenta de la magnitud del desastre social que impera en nuestro país y que cada día se agrava más. Para muestra un botón, dice el adagio popular; El INSABI (Instituto de Salud para el Bienestar), que en teoría ya superó la ineficiencia, corrupción y burocracia que se le criticó al Seguro Popular, sigue operando con los mismos vicios, pero ahora con la agravante de que hace ya rato se informó que ahora sí contaría con medicinas suficientes, que el mismo ejército se encargaría de que el desabasto de medicamentos, fuera historia. Sin embargo, quienes tienen la necesidad de acudir en estos días a un centro de salud y una vez que han sido diagnosticados, cuando acuden a la farmacia de la institución con su receta, es solo para que les digan que regresen otro día por que las medicinas que necesitan para remediar su mal, no las hay.
Agreguemos a esta situación, los recortes aprobados en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2022 (PEF-2022), principalmente los destinados a la salud, los recursos para apoyar a los pequeños productores, para la autoconstrucción de vivienda, la desaparición prácticamente del Ramo 23 o del FONDEN. Y no olvidemos el despido masivo y represión al personal médico en Oaxaca. Todo esto son actos que lesionan gravemente el escaso bienestar que pudiera tener la gente.
Ante una situación así, es un flagrante contrasentido salir a decirle a la gente que; “… para ser feliz solo hay dar que dar abrazos y besos… que hay que estar bien con nuestra conciencia, puesto que así es como se logra la felicidad.”
No hay duda de que el presidente desconoce completamente lo que la gente necesita. Los buenos deseos en su mensaje de año nuevo, junto con la esperanza y fe que tiene de que “nos va a ir mucho mejor este año que inicia…” es solamente la misma idea que ya hace rato tiene en la cabeza; de que México está bien y está transformándose. La realidad es otra, la gente menos favorecida se da cuenta que lo que afirma el presidente no se corresponde con la realidad.
Más que buenos deseos subjetivos, es responsabilidad de las autoridades atender y resolver la falta de servicios de calidad, proporcionar de manera eficaz el servicio de salud pública, construir caminos seguros y transitables todo el año, erradicar el hacinamiento, que las estadísticas registran en las comunidades rurales marginadas y en los cinturones de las grandes ciudades, apoyando la construcción de vivienda, apoyar al campesino. Lo anterior, es algo que, de manera objetiva y concreta, proporcionará alegría, bienestar y felicidad al pueblo trabajador.
Para superar nuestros problemas y necesidades, no debemos estar atenidos a la buena intención y fe de las autoridades, por ello, aprovecho la oportunidad para invitarlos a organizarnos y luchar; solo así podemos garantizar que este 2022, sea un ¡feliz año!
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