Todo fenómeno de la humanidad tiene una explicación, así como la historia de las distintas sociedades tienen un punto de partida en el espacio y tiempo que sirve para definir su identidad, se pueda entender y, sobre todo, distinguir de los otros grupos sociales.
Al referirse al pasado, a su historia propiamente, en realidad se habla de los acontecimientos presentes, ya que siguen una línea en el tiempo, que definida por sus actos realizados en aquel punto de su origen, inciden en su actualidad. Al narrar el pasado, se elige un momento, tradiciones históricas y un lugar en particular, lo que hace que se conviertan en el punto privilegiado de su propio origen. Esto significaría, en primer lugar, que el origen es un punto de referencia de su propio pasado y sirve para demarcar un límite temporal único.
Del otro lado, en cambio, el origen establece una continuidad entre el pasado y el presente. Los problemas de los seres humanos dentro de su desarrollo en la sociedad no son fenómenos aislados, ya que todo está interrelacionado y pareciera que, de manera inevitable, el hombre tiende a repetir los mismos errores que en el pasado cometió, no aprende de la historia, le cuesta trabajo lograr entender que existe una relación invisible entre el punto de donde partió y el presente.
Estamos a unas semanas para que todos los mexicanos celebremos la independencia de México sobre el yugo español, misma que fue consumada, según la historia oficial, el 27 de septiembre de 1821 bajo la junta provisional gubernativa conformada por: Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, y Agustín de Iturbide y así se declaró como día nacional de fiesta para todo el país el 16 de septiembre, mismo que fue ratificado en 1823 por el Congreso Constituyente que estableció por decreto las festividades cívicas a realizarse.
Hoy, a días de haber celebrado la conmemoración de los 212 años de ese momento histórico en el que los hombres y las mujeres que iniciaron ese movimiento, para darnos patria y libertad, tenían muy claro los ideales por los que luchaban, sentían en carne propia las injusticias de las que eran víctimas sus hermanos de clase y sabían que ellos representaban a esa parte de la sociedad doliente de ese entonces, una sociedad que estaba constituida en su gran mayoría por gente humilde que vivía una criminal explotación y se lanzaron a este gran sacrificio, aun sabiendo que dejarían la vida ello, para lograr con sus actos una vida mejor para todos más desvalidos.
En un principio, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo con Hidalgo a la cabeza, cinco días después del grito en Dolores, dice la historia que se le habían sumado más de 100 mil hombres, un ejército que en su gran mayoría estaba integrado por campesinos y trabajadores de las haciendas y de los obrajes que no tenían ningún conocimiento castrense, mal alimentados cuyas armas consistían en palos, piedras y machetes.
Después del fusilamiento de Don Miguel Hidalgo el 31 de julio de 1811, Morelos toma en sus manos el movimiento independentista dándole más orden y disciplina. Algo se sabe de los altibajos que tuvo el movimiento de independencia y que el último insurgente que quedaba fue Don Vicente Guerrero con el que negociaron los que estaban, en un principio, en contra del movimiento para unirse a él y así enfrentar juntos al poder español, el más representativo fue Agustín de Iturbide. Esto sucedió en 1819 porque los cambios que estaba sufriendo España fueron de suma importancia para consumar la independencia de México, lo que originó que los que habían estado una década en contra del movimiento (aristócratas, funcionarios de la administración colonial, el alto clero), se pasaran a las filas de la insurgencia ocultando de fondo el firme propósito de proteger sus intereses de las reformas que llegaban de España.
Claro estaba que la consumación de la independencia beneficiaría a la clase adinerada de aquel momento y que la iniciativa de la celebración de la independencia se planteó por la junta de gobierno porque beneficiaba a los intereses de los que, hasta ese entonces, habían gobernado a México y que lo seguirían gobernando. Los pobres y los trabajadores solo se quedaron con la ilusión de haber logrado la independencia, pero solamente cambiaron de verdugos.
Hoy, las condiciones en las que vive el pueblo de México actualmente son parecidas a las que vivían los mexicanos de ese tiempo bajo el dominio español, con la diferencia de que ahora nos gobernamos nosotros mismos, entonces: ¿Hubo o no independencia? Desde mi humilde opinión, considero muy oportuno exponer algunas ideas que pienso son necesarias, a la vista de los recientes sucesos por los que el país atraviesa y con esto tratar de contribuir en algo, para que a todo aquel que tenga un interés mínimo en saber cómo está en el fondo la celebración de nuestra independencia, se haga una idea sobre lo que realmente celebramos.
En la actualidad quienes dirigen al país representan a la clase que tiene el poder económico y político. López Obrador, aunque él diga lo contrario, no encabeza un gobierno que represente los verdaderos interese de la clase pobre pues la pobreza sigue creciendo más y más: ya somos más de 90 millones de pobres, la mayoría del pueblo no tiene una buena alimentación, no hay trabajo, el salario no alcanza para cubrir necesidades elementales, no hay atención en la salud, en la seguridad, no resuelven las demandas más elementales. Así como sucedió en el pasado sigue sucediendo nada más que con otras caras y otros actores. ¿Entonces qué fue lo que pasó? Que, aunque la clase popular explotada y totalmente desprotegida participó en este evento, al final de cuentas, como carne de cañón y aunque con su sacrificio lograron romper la esclavitud española, el poder no quedó en sus manos sino todo lo contrario, el poder lo tomaron aquellos que veían sus interese afectados y se pusieron listos para usar al levantamiento a su favor y lo lograron.
Estando así las cosas ¿qué pasa con la celebración de la Independencia? A la luz de lo poco que hemos relatado, los pobres, los trabajadores y los grandes héroes en general que dieron su vida por darnos patria y libertad, solo consiguieron romper las cadenas del yugo español, para que se lo dejaran a la clase que los siguió y, en nuestros tiempos, nos siguen explotando. Seguimos siendo esclavos del hambre y la miseria, por ello, no tenemos nada que celebrar.
Cuando el poder quede en manos del pueblo pobre, el pueblo trabajador organizado y consiente, quien realmente produce la riqueza, entonces podrá gobernar para mejorar las condiciones en las que ha vivido. Solamente así podrá combatir todos los males que aquejan a la sociedad, solo entonces podremos decir que tenemos una verdadera independencia en todos los aspectos de la vida social. Por eso se necesita preparar a todo aquel que sienta en su carne la injusticia en la que vive su pueblo, para luchar, en contra de ella. Solo entonces se podrá tener éxito y derrotar la política que han implementado hasta hoy los dueños del poder y del dinero quienes se disfrazan con piel de cordero pregonando que son la cuarta transformación que el país necesitaba. Cuando eso suceda, entonces sí, el pueblo tendrá algo que celebrar.
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