El pasado 9 de agosto se conmemoró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas; y los discursos y mensajes de los políticos no se hicieron esperar, desde la mañanera del presidente, Andrés Manuel López Obrador, hasta las diferentes redes sociales se inundaron de mensajes promoviendo la conmemoración de este día, pero, nuevamente, como es costumbre en la política de la 4T, todo queda en palabras, sin acciones concretas.
En México los indígenas representan el 6. 5 por ciento de la población total, y existen, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), aproximadamente 67 pueblos indígenas en 20 de los 32 estados, donde las carencias de sus habitantes son mucho mayores que en las zonas urbanas. Al respecto, El Economista dio a conocer que la pobreza afecta a 7 de cada 10 indígenas, y de esos 7, tres son víctimas de la pobreza extrema; además de que el 77.6 por ciento no tienen acceso a ningún tipo de seguridad social, y 56.3 no tiene acceso a servicios básicos como agua, luz, drenaje y comunicaciones.
Aún con estos datos a la vista, López Obrador, en su mañanera del 9 de agosto, dijo que “son los más pobres (los indigenas), los más marginados históricamente y ahora nuestro gobierno está atendiendo de manera preferente a los más pobres y desde luego a las comunidades, a los pueblos indígenas”. Pero esas afirmaciones, aún expresadas en el púlpito con mayor cobertura mediática del país, nada tienen de cierto, pues mientras por un lado se dice, con bombo y platillo, que se brindan apoyos y mejores condiciones de vida a este sector, la verdad, esa que nunca deja de imponerse, nos demuestra todo lo contrario.
El primer golpe que asestó en contra de los mexicanos, y evidentemente en contra de los grupos indígenas, fue la eliminación de varios programas sociales federales; en 2018 existían 150 de los cuales, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), 98 incidían directamente en el combate a la pobreza, y de esos, 18 fueron eliminados por el mandatario nacional.
Pero eso no es lo único: de 45 programas vinculados con la pobreza permanecen 36, aunque redujeron su presupuesto en un 4.4 por ciento. De los eliminados, que estaban comprobados como relevantes en la disminución de los índices de la pobreza, se encontraban el Apoyo a la Vivienda, Atención a Jornaleros Agrícolas, Empleo Temporal, Comedores Comunitarios, Apoyo a la Comercialización, entre otros. Y la pregunta evidente, entonces es: ¿A dónde fue a parar todo ese recurso?, que, dicho sea de paso, es recabado a través de los impuestos que pagan todos los mexicanos.
Pues bien, la respuesta la conocemos todos. Ese recurso ha sido destinado a los programas de ayuda monetaria que ha implementado López Obrador a lo largo del periodo que lleva en el cargo, y también a la construcción de las obras emblemáticas que han sido el eje principal en su gobierno; esas obras, en primer lugar no benefician de manera directa a los más pobres del país, pues existen estudios que afirman que por ejemplo, en el caso de Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles el 92 por ciento de los mexicanos nunca viajarán en avión.
Y en el caso del Tren Maya, las cosas no son diferentes, pues a pesar de que distintos grupos indígenas de la zona y asociaciones civiles se han opuesto a su construcción, al parecer nada ni nadie podrá bajar al presidente de su sueño de que la idea de su construcción es la más adecuada. Es del conocimiento de todos que en el sureste del país existe una gran población indígena, y a pesar de que el presidente se empeña en decir que los apoyará, lo cierto es que la pobreza en esa zona ha incrementado: Quintana Roo se posicionó como la entidad con el mayor aumento porcentual al pasar del 3.8 a 10. 6 por ciento, en Yucatán se registró un alza del 6.5 al 11.3, Campeche pasó de un 9.5 a 12 por ciento, y Tabasco de 12.1 a 13.7 por ciento.
Así que, decir que el gobierno de la Cuarta Transformación está atendiendo de manera preferente a este sector, es falso. Creo además, que se ha caído en el error de dar un cariz romántico a la pobreza de estos grupos vulnerables. Si alguno conoce el recorrido que hace el tren Chepe en el estado de Chihuahua, se dará cuenta que en su parada en las Barrancas del Cobre se encuentran decenas de familias tarahumaras intentando vender sus artesanías a los turistas que pasan por ahí, esto con la finalidad de poder alimentar a sus familias por un día más. Pero ese no es el único caso, pues en los estados de sureste, la situación es muy similar.
Es entonces importante darse cuenta de que nuevamente se utilizan los discursos y plataformas de gobierno para fingir un interés genuino en mejorar las condiciones de vida de las familias más humildes del país, cosa que como se ha evidenciado no tiene nada de cierto. La solución real a estos problemas ha sido, durante décadas, la misma y la única: un gobierno del pueblo y para el pueblo. No hay más.
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