No es nuevo ni desconocido para la gran mayoría que la propaganda es un conjunto de técnicas de comunicación que busca influir en el ánimo o la opinión de un grupo social o población, generalmente a través de la difusión de contenidos diseñados para producir una reacción emocional. Estos pueden consistir en información objetiva, rumores, medias verdades, argumentos e incluso mentiras, y su fin último es propiciar o perjudicar algún tipo de causa, ideología o movimiento.
La propaganda ha existido desde siempre, asociada a movimientos políticos, religiosos, sociales e incluso artísticos, y ha sido emitida desde las instituciones del estado, iniciativas privadas o grupos poderosos. Su propósito, desde antaño, ha sido siempre el mismo: influenciar los hábitos, creencias, opiniones y conductas de la población en un sentido determinado.
Es necesario entender el alcance de la propaganda y su capacidad para moldear la opinión pública; especialmente cuando está al servicio de quienes detentan el poder.
En este contexto y dado lo que está ocurriendo actualmente en México y el planeta entero, es necesario entender este concepto y su alcance, en cómo moldea la opinión y visión de la población al grado de ver lo malo como bueno y lo bueno como malo. Para ello, es necesario entender este fenómeno o situación desde el punto de vista de lucha de clases y, por ende, de la lucha ideológica, que nació con la aparición de clases sociales.
Dicho lo anterior, se entiende entonces que la propaganda suele estar al servicio de quienes detentan el poder o buscan influir y persuadir a la opinión pública para conseguir un objetivo específico. Esto incluye gobiernos, partidos políticos, empresas, grupos de interés, organizaciones religiosas o incluso movimientos sociales.
Dependiendo de quién la emita, la propaganda puede buscar legitimar decisiones políticas, promover ideologías, motivar ciertos comportamientos o desacreditar a opositores.
Pongamos un ejemplo: en una nación donde se encuentra establecida una dictadura, la propaganda es una herramienta esencial para mantener el control y legitimar el poder del régimen. Su objetivo es manipular la opinión pública, reforzar la autoridad del líder o partido y suprimir o desacreditar cualquier forma de disidencia. Sin duda, algo muy parecido a lo que está pasando en nuestro país.
En estos tipos de gobiernos, el líder es presentado como un salvador, héroe o figura casi divina. Se exageran sus virtudes y logros, mientras se minimizan o encubren sus errores o fracasos.
Los medios de comunicación son controlados por el estado, y la información está cuidadosamente filtrada para asegurar que sólo se difundan mensajes alineados con la ideología del régimen. Se prohíbe cualquier crítica o información contraria.
Las ideas se presentan de manera sencilla y se repiten constantemente para asegurarse de que sean interiorizadas por la población. Se suele crear o señalar un enemigo, ya sea interno o externo, que justifique medidas represivas y una política de control.
Ello genera miedo y unidad en torno al régimen. Se reescribe la historia para favorecer al régimen, y se emplean símbolos patrióticos para reforzar el nacionalismo y el apoyo al gobierno. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
El ministro de propaganda en el régimen de Hitler, Joseph Goebbels, controló todos los medios para promover el nazismo, glorificar a Hitler y deshumanizar a los enemigos del régimen, como los judíos.
Pero regresando al uso de la propaganda en nuestro país para manipular la opinión pública, en el contexto de la Cuarta Transformación (4T), el lema utilizado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su gobierno en México, “por el bien de todos, primero los pobres”, para describir su administración y su proyecto político, ha sido un tema de gran debate y análisis. Se ha utilizado para promover las políticas y logros del gobierno, así como para defenderse de las críticas.
El anterior gobierno no desconocía el alcance y poder que tiene la propaganda. El repetir mil veces que todo estaba bien, cuando afuera de palacio había manifestaciones y crímenes en todo el país, le funcionó.
Para hacer verdad cada mentira, utilizó las famosas mañaneras, que fueron conferencias de prensa diarias como un canal de comunicación directa con la ciudadanía. Estas conferencias sirvieron para marcar la agenda mediática, explicar las acciones del gobierno y defenderse de las críticas, convirtiéndose en la herramienta clave de propaganda de la pasada administración.
No debemos pasar por alto el lenguaje sencillo que utilizó AMLO, apelando a las emociones y a la lucha de las clases más desfavorecidas. Se destacan mensajes como “el pueblo bueno” frente a “los corruptos” del pasado, presentando la 4T como un movimiento moral y justiciero. Al final de su administración, todo quedó al descubierto, pero de que logró su objetivo de manipular la opinión del pueblo, sin duda lo logró.
Necesitamos todos los mexicanos, ahora con todos los medios de comunicación al alcance, vacunarnos contra la propaganda política falsa. Hay canales de comunicación que dicen las cosas como son y a esos debemos defender y leer.
Urge tener claridad sobre la importancia de la lucha ideológica y dar la batalla también en este terreno fundamental para lograr construir una mejor sociedad con individuos bien informados y libres de manipulación.
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