En la entrega anterior mencioné al desempleo, los bajos salarios, el gasto en servicios médicos y catastróficos como factores que aumentan el empobrecimiento de los hogares mexicanos. En esta entrega continúo ilustrando los medios por los cuales millones de mexicanos desembolsan más dinero del que deberían a causa de los altos precios de los alimentos, el alto costo de los créditos al consumo y el gasto en la compra de agua potable.
El sobreprecio de los alimentos es una vía importante de empobrecimiento de los hogares mexicanos. Del total de gastos que realiza un hogar, la mayor proporción (38%) la destina a alimentos (ENIGH, 2020). Además, los hogares más pobres destinan una mayor proporción de sus ingresos a la compra de alimentos. Por ejemplo, en 2016 el 10% de los hogares más pobres destinó el 50.3% de sus ingresos a este rubro, mientras que el 10% más rico solo el 25% (INEGI, 2017).
De acuerdo con Ríos (2022), la fruta, el pan y los lácteos tienen un sobreprecio de, al menos, 91%; menciona también que las verduras, las tortillas y gran parte de la canasta básica tiene sobreprecios. Durante la pandemia los productos que presentaron un mayor incremento de precios fueron los alimentos: al cierre del 2021 el limón y el tomate alcanzaron una tasa de inflación de hasta el 90% con respecto al año anterior. El año pasado el precio de los alimentos fue el que más ejerció presión sobre la inflación, fueron también los productos que más golpearon los bolsillos de los mexicanos (El Economista, 2022).
Los alimentos no son los únicos que tienen sobreprecios, la telefonía móvil y el internet se caracterizan por ser de los servicios más caros con respecto a otros países. Por ejemplo, en 2021 el precio de un GB de internet móvil en México fue de 3.6 dólares, en EE. UU. de 3.3, en Brasil de 0.9 y en Chile de 0.39 dólares. Sin duda los mexicanos pagamos un servicio muy caro y malo.
Los sobreprecios de los alimentos, los servicios de internet y otros se deben en gran parte a el poder de mercado que tienen las empresas que producen y comercializan los productos. Ríos (2022) menciona que si se elimina el poder de mercado que tienen las empresas, el consumo del mexicano promedio aumentaría 8.4% y menciona que debido al aumento del consumo por la disminución de precios 3.8 millones de mexicanos dejarían de ser pobres. Aradillas (2018) en un estudio de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) encontró que, en frutas, pan, materiales de construcción, lácteos, verduras, transporte aéreo de pasajeros, tortillas, autobús foráneo, carne de res, pollo y huevo, existe poder de mercado y que los hogares mexicanos pagan un sobreprecio de 98.2%. Esto provoca que los hogares pierdan, en promedio, 15.7% de sus ingresos por los sobreprecios, y para el 10% más pobre de la población la pérdida representa el 30.9%. Así, con precios más altos que los que deberían de ser, el consumo disminuye y la pobreza aumenta.
El sistema de crédito al consumo con “pagos chiquitos” es un fenómeno que ha cobrado fuerza en nuestro país debido a los bajos ingresos de los hogares. Algunas tiendas departamentales, de autoservicio y mueblerías han impulsado este tipo de créditos para colocar muebles, electrodomésticos, equipo de cómputo, celulares, ropa y calzado como medio para aumentar sus ganancias debido al alto costo del crédito.
El crédito al consumo en México, más que ser un medio para mejorar las condiciones de vida, ha funcionado como una vía para extraer el raquítico ingreso de millones de hogares por parte de las grandes empresas de ventas al menudeo. Para muchas tiendas y bancos el crédito en “pagos chiquitos” es un modelo de negocio muy exitoso. Sin embargo, para millones de familias que financian su consumo por esta vía significa entrar a un círculo vicioso que los mantiene en la pobreza. De acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Conducef), este tipo de créditos puede ser el más caro del mercado, debido a que el importe a pagar por el producto puede ser hasta 50% más alto que si se paga al contado.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre las Finanzas de los Hogares (ENFIH) 2019, el 53.8% de los hogares mexicanos tienen deudas no hipotecarias (tarjetas de crédito o departamentales, créditos de nómina o personales, crédito para vehículo, crédito en una caja de ahorro, préstamo en una caja de empeño, etc.). En general el crédito personal en México es muy caro: a finales del 2021 su costo rondaba el 30% (El Financiero, 2022). Con millones de mexicanos endeudados y pagando altos precios por los créditos seguirá fluyendo la riqueza de las capas pobres a las grandes empresas.
Otro gasto empobrecedor para las familias mexicanas es el gasto en agua potable. De acuerdo con la UNAM (2021) en el país los hogares gastan hasta 45 mil millones de pesos anualmente por la compra de agua embotellada. El 76% de los hogares compra agua, lo que nos coloca como el mayor consumidor de agua embotellada a nivel mundial (La jornada, 2021). En muchas colonias populares de todo el país las familias tienen que hacer un gasto doble, pagar los servicios de agua potable y comprar pipas debido a que la red pública no los abastece. Por ejemplo, el Sol de Acapulco denunció en septiembre del 2021 que los hogares de Acapulco tenían que gastar entre 2 mil y 3 mil pesos al mes por la compra de pipas de agua, y los hogares más pobres que no tenían para desembolsar tal cantidad gastaban entre 36 y 50 pesos diariamente. En la zona metropolitana de la capital del país las colonias que no tienen el servicio pagan alrededor de 1200 al mes por la compra de pipas de agua (El Sol de México, 2021).
Lo mencionado anteriormente solo son algunos ejemplos que muestran a un capitalismo mexicano atrasado que extrae la riqueza de los mexicanos por vías arcaicas, semejante a una gran tienda de raya moderna: se pagan bajos salarios, sobreprecios en los productos que satisfacen necesidades básicas y se venden servicios y productos que el Estado debería proveer en su totalidad, como la salud y el agua.
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