MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Por qué Japón no invadió a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial?

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Desde que la marina estadounidense abrió Japón a cañonazos en 1852 el país tuvo un aceleradísimo proceso de modernización. Para finales de siglo, Japón se lanzó a conquistar territorios de otros países para satisfacer las necesidades de su creciente economía. Así, en 1895 le arrebató Taiwán y otras islas a China, en 1905 derrotó al ejército zarista en la disputa por Manchuria y en 1910 ocupó la península coreana. Pero Japón todavía se podía expandir más.

En el gabinete imperial se desarrollaron dos planes de ampliación orientados a satisfacer la necesidad de recursos petroleros. Un plan indicaba que Japón debía avanzar hacia el norte, conquistando Corea, Manchuria, la parte norte de China, Mongolia y la región oriental de la Unión Soviética. La propuesta era conquistar todo el territorio entre Japón y el lago Baikal. El otro plan señalaba que el avance debía ser hacia el sur, conquistando todas las islas del Pacífico oriental hasta Indonesia. El plan del norte era apoyado por el ejército, el del sur por la marina imperial.

En la discusión inicial, el plan del norte triunfó. Conquistar el territorio soviético no sólo garantizaba el aprovisionamiento de recursos, sino también significaba combatir contra el comunismo, un enemigo mortal para el imperio japonés. El ejército conquistó todo el norte de China y en 1932 fundó el Estado títere de Manchukuo. Esa sería su base para lanzar los siguientes ataques. Al mismo tiempo, en 1937 tomó las ciudades costeras del norte de China, para asegurar el control del litoral.

En 1939 el plan del norte fracasó estrepitosamente. Ese año, las tropas soviéticas y japonesas se enfrentaron en la batalla de Jaljin Gol, en Mongolia. Stalin envió al entonces comandante Gueorgui Zhúkov para detener la ofensiva japonesa, mientras del lado japonés combatió el ejército de Kwantung, las tropas más preparadas y experimentadas del imperio japonés. La batalla duró cuatro meses, al cabo de los cuales los soviéticos salieron victoriosos. Ese descalabro llevó a Japón a cancelar su plan del norte y a volcarse hacia el plan del sur.

La victoria soviética en la batalla de Jaljin Gol tuvo implicaciones estratégicas. La firma del pacto de no agresión Ribbentrop-Mólotov ente soviéticos y alemanes, en 1939, le permitió a Stalin ganar tiempo para seguir preparando a su ejército. Los japoneses vieron en ese tratado una traición, no solo porque los alemanes renegaban del pacto anticomunista que en 1936 habían firmado el Japón imperial y la Alemania nazi, sino también porque la neutralidad alemana ante los soviéticos permitía que Stalin reforzara el frente oriental, donde los japoneses estaban siendo derrotados. En virtud de los hechos, Tokio negoció exitosamente con Moscú para alcanzar una declaración de alto al fuego.

En 1941 Hitler rompió el pacto de no agresión con la Unión Soviética y lanzó la Operación Barbarroja, avanzando hasta Leningrado, en el norte, Moscú, en el centro, y Stalingrado, en el sur. Los soviéticos enfrentaron la ofensiva nazi, estabilizaron el frente y la estrategia hitleriana de guerra relámpago fracasó. La guerra se empantanó. Resistir la Operación Barbarroja fue una proeza única en la guerra, pues en ella Hitler empleó el grueso de su poder de fuego. Pero iniciar la contraofensiva soviética no solo requería heroísmo, sino también tropas.

Para implementar su plan del sur, los japoneses necesitaban garantías de que los soviéticos no los atacarían. Por ello, en 1941 Japón y la Unión Soviética firmaron un tratado de neutralidad que finalizó por completo los roces militares. Eso permitió que los japoneses se enfocaran en la conquista de China y el Pacífico. Los soviéticos, por su parte, pudieron movilizar sus tropas del frente oriental al europeo, donde la ofensiva nazi avanzaba con fuerza arrolladora. Entre otras cosas, la llegada de las tropas que luchaban en el frente oriental fue decisiva en el cambio de correlación de fuerzas respecto a los nazis. Moscú fue liberada en enero de 1942, Leningrado en enero de 1943 y Stalingrado en febrero del mismo año.

Las tropas soviéticas bajo el mando del mariscal Gueorgui Zhúkov tomaron Berlín y en mayo de 1945 los nazis firmaron su rendición. Tres meses después, en agosto, cumpliendo con los acuerdos de Yalta, Stalin rompió el pacto de neutralidad con Japón y lanzó una ofensiva militar que barrió a las tropas japonesas acantonadas en Manchuria y Corea. Días después, Japón se rindió. De esta manera, el Ejército Rojo de la Unión Soviética no sólo derrotó a los nazis, sino también, y dos veces, a los japoneses.

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