Si bien es cierto que mientras escribo esto, le falta justamente un año al frente del Ejecutivo y, podríamos echar las campanas al vuelo teniendo a la vista la luz al final del túnel, también podríamos decir “¡Rayos! Todavía le falta un año al frente del Ejecutivo”. Cuestión de enfoques pues.
Lo cierto es que ya sólo le resta un año de poder real y absoluto; claro, siempre y cuando gane la oposición, que por cierto, hasta ahora no se ha destacado como tal. Cualquier intento de declaración o acción de esta, tiene como respuesta una andanada de insultos, acusaciones, señalamientos, amenazas de investigación, etcétera, lanzados desde el púlpito mañanero y replicados por todos los fanáticos seguidores del “mesías tropical”, ya sea desde una curul, un escaño, una secretaría de estado, una gubernatura o una presidencia municipal; lo mismo por las fuerzas del orden que por moneros a sueldo o aspirantes y suspirantes a ser elegidos por la vía plurinominal o para salir en una boleta electoral. También por todo aquel que desee coordinar una dirección de oficina, un programa, prepararle sus tamales de chipilín, hacerle su café o hasta besarle su mano. Todo con tal de estar dentro del sistema, alcanzar una tajada aunque sea pequeña del inmenso poder presidencial.
Ya lo decía un avezado en estas artes, el multifacético César Garizurieta, alias “el Tlacuache”, que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Así, una gran mayoría de políticos de diferentes partidos cambia súbitamente de “ideales”, “principios”, playera y bandera para, en un santiamén, abandonar las filas del partido que los cobijó (PRI), (PAN), (PRD) y colocarse del lado del macuspano contal de ver si su sueño sigue realizándose, que es vivir sin trabajar y seguir mamando del erario.
Todo una hatajo de pillos, gatopardos, mapaches y traidores se unen al coro mañanero que conduce López Obrador los siete días de la semana. Sin dejar de mencionar a la insoportable señorita Vilchis mejor conocida como la “vilchismosa”, ni tampoco a la presidenta municipal del bello Tecámac en el estado de México, que de manera abyecta le besa la mano a AMLO en un evento público, ni a las “mujeres del presidente” que se inclinan a su paso como lo hace la encargada de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, la titular de la Secretaría de Economía, Graciela Márquez; ni la inmencionable Delfina Gómez Álvarez, responsable de estafarle el 10 por ciento de sus salario a todos los trabajadores del municipio de Texcoco en el Estado de México, cuando fue su presidenta municipal. En pago a su complicidad recibió todo el apoyo del Estado para convertirla en la nueva gobernadora.
Y así podríamos seguir y seguir y seguir mencionando cómplices y comparsas, pero mejor regresemos al tema central de este artículo y que es el capo mayor de esta banda de delincuentes confesos unos y, captados otros en audios o videos; unos recibiendo dinero, otros depositándolo, algunos entregándolo, algunos gastándolo en mantas, carpas y sillas, tortas y frutsis, gorras y playeras, pagando camionetas y camiones para trasladar a numerosos contingentes de acarreados que tendrán que aplaudir como focas las vociferantes ocurrencias del tabasqueño, so pena de perder sus pensiones, ayudas o becas. Todo esto a ojos vistos por todos y sin que hasta la fecha suceda absolutamente nada.
Bien, mencionamos que le resta un año de poder presidencial; este poder es absoluto, ya que la “ungida” por el presidente, la hasta hace poco indiscutible “doctora” Claudia Sheinbaum Pardo, es sin lugar a dudas una extensión, una marioneta del presidente.
Aclaro por qué digo que hasta hace poco “indiscutible doctora”: porque el investigador y académico de la UNAM Guillermo Sheridan concluyó que la candidata por Morena para la presidencia, plagió su tesis de licenciatura. Sí, la misma que dice que ella no plagia y no es copia de AMLO, aunque últimamente trae acento tabasqueño en sus discursos
AMLO, por sus características personales nunca, pero nunca pasará la estafeta: si gana Claudia, el “Obradorato” seguirá rigiendo los destinos del país y la oposición tendrá que tomar una acción contundente si gana quien la encabece.
Recordemos que los presidentes anteriores veían disminuido su poder político después del destape del candidato: la famosa estampida de funcionarios que palmeaban el hombro del “tapado” rodeándolo y dándole su apoyo recibía el nombre de “cargada”, y este fenómeno daba como consecuencia que los reflectores ya no se enfocaran en el presidente, sino en su sucesor: así, el inquilino de Los Pinos pasaba a segundo plano y su poder se encontraba acotado. Sólo Carlos Salinas se mantuvo al frente por los conflictos políticos generados por el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la devaluación del peso ante el dólar, fenómeno conocido como el error de diciembre.
Pero claro, AMLO, el dueño del circo, por sus características personales nunca, pero nunca pasará la estafeta, tal como lo hiciera el general Plutarco Elías Calles en la llamada época del Maximato con sus sucesores, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, hasta que fue obligado por el general Lázaro Cárdenas a abandonar el país.
Así planteo yo, que será la sucesión de AMLO si gana Claudia, el “Obradorato” seguirá rigiendo los destinos del país y la oposición tendrá que tomar una acción contundente si gana quien la encabece. Claro que ya no es necesario llegar al extremo de sacar del país a un opositor para calmarlo; ahora basta con sacar algunos expedientes que lo involucren en algún delito y con eso basta y hasta sobra para mandarlo a vivir hasta su rancho de tan singular nombre. Si no, habrá que ver lo que han hecho con el presidente del (PRI), Alejandro Moreno, a quien le exhibieron casas, carros y amoríos.
El daño causado al país es enorme, desde el abandono al campo, a los maestros, a las mujeres, a los jóvenes, a las madres trabajadoras, al sistema de salud, la economía, la investigación, la pesca, la educación, el arte, el cine mexicano; a la cultura en general, al deporte, la ciencia, el sistema judicial, el sistema de impartición de justicia; a nuestros organismos autónomos, como el INE y la UNAM, que son asediados y amenazados con ser tomados, y a decenas de instituciones que conforman la vida política y social de México.
Por eso mismo ver que se termina su mandato pareciera motivo de respiro. Un año se pasa rápido, pero para un hombre con severos problemas de conducta como lo es AMLO, un año es mucho, pero mucho tiempo para seguir destruyendo lo que tantos y tantos años nos ha costado construir: instituciones y organismos autónomos que tienen como finalidad observar, analizar y poder señalar los errores del gobierno en diferentes aspectos, evaluar sus actos, medir su grado de responsabilidad y sancionar sus actos. La Comisión de Derechos Humanos, la Fiscalía General de Justicia, el Instituto Nacional de Transparencia, el INE, el Conacyt, el Banco de México y, otros más que por espacio es imposible citar. Y claro, el otro poder que no se le dobla a AMLO: la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
No es que antes de AMLO todo estuviera bien; sin dudarlo asevero que no. Pero teníamos rumbo e instituciones que funcionaban, programas de apoyo que producían frutos y la constante creación de empleos que generaba la estabilidad política y por ende económica.
La ofensa más grande que se escuchó decir en el pasado fue el “ni los veo ni los oigo” de Carlos Salinas de Gortari. Hoy, tristemente, las ofensas han subido de tono y de volumen: verdaderos energúmenos con verborrea se expresan desde las diferentes Cámaras y descalifican a propios y a extraños; amenazan y señalan con acusaciones que sólo se escuchaban en los arrabales.
Dice el inolvidable don Renato Leduc en su poesía “El Tiempo”: “Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo”. Yo espero y deseo que AMLO reconozca que su tiempo ya se acabó y que es mejor que se desate del poder para no seguir dañando a México. Aún es tiempo.
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