En medio de un panorama de rezago, estancamiento y vulnerabilidad política y económica en México, donde además contamos con un gobierno que ha realizado modificaciones en la estrategia y estructura de la política social en México y que además es un gobierno en el que no permea la crítica, los consejos, las estadísticas y la realidad en sí misma, se torna sumamente necesaria la intervención de cualquiera que le preocupe el porvenir y desarrollo de nuestra sociedad para desenmascarar, analizar y replicar la verdad en cualquier foro que le sea posible.
Y me referiré exclusivamente a un tema en torno al cual ha girado todo el plan de desarrollo social de ese gobierno, que no es otra cosa si no la política social como arma para combatir la desigualdad y la pobreza en México, acompañado por supuesto, del supuesto combate a la corrupción.
La desigualdad y la pobreza son dos fenómenos íntimamente ligados, pero los gobiernos y otros organismos multilaterales a estos han priorizado el crecimiento económico y el combate a la pobreza, dejando de lado la desigualdad. Y podría no ser tan mala esta postura si la situación económica del país fuera perfectamente sostenible y capaz de enfrentar las crisis económicas mundiales que se viven, y si su gobierno fuera capaz de crear políticas en aras del desarrollo y la prosperidad de todos sus habitantes. Un ejemplo perfecto de que esto es posible en medio de un sistema capitalista en su periodo más sangriento como el que vivimos a nivel global, es China, el único país en el mundo que pudo acabar con la pobreza en el lapso en que se lo propuso su gobierno.
Claro es que la historia y realidad de cada país es distinta y que cada uno debe analizar su particularidad para poder realizar cambios en pos de la prosperidad y el desarrollo, y de inicio diré que, en nuestro país, el análisis de la realidad y de sus razones de ser y existir son erradas, por lo tanto el supuesto intento de nuestro gobierno por acabar con ambos males, es inútil. Por un lado, el asunto de la corrupción, hasta el momento, no ha sido atacado ni hay muestras de trabajar en ello, por lo que se podría justificar en ello el actual rezago social, pero en donde si se ha trabajado y se le ha invertido buena cantidad de dinero, es en los programas sociales que promueve el actual gobierno.
La política social es una herramienta poderosa para que los gobiernos de países no muy desarrollados económicamente puedan disminuir la desigualdad y la pobreza, siempre y cuando las políticas estén bien fundamentadas y su radio de influencia abarque todo por lo cual fueros creadas, por eso es fundamental conocer las causas de ambos males para crear políticas sociales encaminadas a erradicarlas. El profesor de la Universidad de Guadalajara, Máximo Ernesto Jaramillo Molina, realiza un análisis del comportamiento de los programas sociales en este gobierno, realizando un comparativo con sexenios anteriores y sus resultados en el combate a la pobreza.
Menciona que los programas sociales en sexenio anteriores fracasaron en sus objetivos porque fueron mal diseñados, pero que a pesar de ello, “los cambios actuales al respecto no han hecho más que empeorar los resultados en términos redistributivos. En esos resultados destaca que los hogares con menos ingresos están menos cubiertos por los programas sociales, que el presupuesto total para los programas sigue siendo bajo e insuficiente, que el reparto redistributivo es menor y la información de estos, menos transparente.
Según una nota del economista basado en el análisis del documento de Jaramillo Molina, de 2018 a 2020 pasó de 6% a 17% la población más rica beneficiada con programas sociales y además en 2016 el 67% de la población en situación de pobreza recibía al menos los beneficios de un programa social, pero para 2020 bajó a 43%, y que en el 10% más rico del país se triplicó el porcentaje de la población que recibe programas sociales. Es decir que, aunque en cada mañanera y frente a todos los foros que tienen a su alcance, repliquen como campanas su ardua labor de combate a la pobreza y en favor del pueblo pobre de México, realmente el dinero del pueblo que recauda el estado, no se le está regresando y mucho menos está siendo invertido para combatir lo que se comprometieron combatir, y en cambio están agudizando la brecha de la desigualdad y engrosando las filas de pobres en todo el país.
Como decía en un principio, para todo aquel que esté un poco interesado en el desarrollo real del país, este asunto es sumamente delicado, porque encima de que estas políticas afectan en el día a día del pueblo más desprotegido de nuestro país, es precisamente este sector el que no tiene acceso siquiera a la información o a la educación. De esta forma se genera así un ejército de hombres y mujeres que creen todo lo que escuchan ya que no tienen información que les permita discernir entre lo que es real y lo que no, entre la verdad y la mentira: un ejército que está dispuesto a aceptar unos cuantos centavos para sobrevivir a cambio de su libertad, de justicia, de seguridad, de salud, etc.
El pueblo así, al ver que la única “esperanza de cambio” que se dice ser un gobierno a favor del pueblo, los tiene más pobres que antes, se convencen de que la política y las cosas supeditadas a ella, siempre serán así. Nosotros, los que dedicamos nuestra vida a trabajar por un cambio social le decimos al pueblo que no se deje engañar, que no deje de confiar en que un cambio en la sociedad es perfectamente posible y necesario. Pero para lograrlo necesitamos muchas manos, muchos cerebros, mucha fuerza de voluntad para hacerlo y dentro del Movimiento Antorchista esto es posible.
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