La ausencia de políticas económicas por parte del gobierno de Quintana Roo, que bien pudieran impulsar y resarcir las dificultades de los trabajadores quintanarroenses y así enfrentar la crisis económica de la que no han podido librarse, provocó un incremento considerable de la pobreza y pobreza alimentaria entre la población, esto ocasionó en gran medida que poco más de 553 mil personas vivan en pobreza alimentaria, la gran mayoría en las colonias de la periferia de ciudades y asentamientos irregulares de la entidad.
Bien es sabido que la ciudad de Cancún es el municipio (Benito Juárez) con el mayor número de personas en situación de pobreza alimentaria, de acuerdo con el informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la demarcación más poblada del Estado registró que 228 mil 537 habitantes del municipio tienen carencias por alimentación.
Estos datos es sólo una pequeña cifra que revelan lo mal que estamos en Quintana Roo, es decir, poco más de 812 mil personas en pobreza de una población de 1.8 millones que habitan en los 11 municipios de la entidad, indica el informe anual sobre la Situación de Pobreza y Rezago Social 2023 de la Secretaría de Bienestar.
Además, 134.3 mil quintanarroenses adicionales son vulnerables por sus ingresos, mientras que el 26.1 por ciento de las personas son vulnerables a la carencia social y sólo 392.8 mil no son pobres ni vulnerables.
Estos indicadores revelan que una buena parte de la población no sólo carece de recursos económicos y hambre, sino además enfrenta un rezago en servicios básicos que deberían garantizar su bienestar, todo porque las autoridades no implementaron las medidas de gobierno para disminuirlas, aunque la situación se da en los municipios de la zona maya, la pobreza alimentaria no creció de la misma manera que en Isla Mujeres, Tulum, Benito Juárez y Solidaridad, que reportan que más del 15 por ciento de su población tienen carencias por alimentos.
Paradójicamente, Quintana Roo es considerado un paraíso a los ojos de los turistas que ven en sus playas un lugar ideal para el descanso y el disfrute, para otros, que desde tempranas horas se trasladan a sus centros de trabajo, no lo ven así, y además se puede observar que, en las colonias populares de varios municipios, los trabajadores viven con muchas carencias.
Esta situación de pobreza alimentaria a nivel estatal y nacional es un fenómeno que no debería sólo preocupar a las reconocidas organizaciones que dedican tiempo y esfuerzo en evaluar y cuyo aporte nos permite a los articulistas verter una opinión sobre la realidad actual, sino que los lentes y lupas de todas las organizaciones, empresas, gobiernos, etcétera, a nivel nacional, debieran estar sobre este fenómeno, no sólo para verlo e ignorarlo como hasta el momento ocurre, sino procurar una sabia solución debido a que es un problema insostenible y que afecta a la población entera.
En este tiempo, en el que parece que todo está perdido, en momentos en los que cada vez más personas están en condiciones paupérrimas, a los pobres no nos queda más que rebelarnos contra este injusto flagelo, pues no es posible que poco más de la mitad de la población quintanarroense vivan en la pobreza y pobreza alimentaria, mientras que las autoridades encargadas del progreso y bienestar brillan por incapacidad o incompetencia.
Sin duda, esta situación representa una oportunidad para que la gobernadora del Estado, Mara Lezama Espinoza, quien ya cumplió dos años al frente del gobierno, consolide la implementación de políticas públicas que abatan el rezago social y la pobreza; la mandataria ya está cerca de la mitad de su administración (que en este periodo será de cinco años), pero aún hay tiempo para reconsiderar el rumbo de su estrategia en beneficio de los más pobres, vulnerados y marginados, población que aumentó alarmantemente en estos últimos años. A tiempo.
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