"Ya no hay ventiladores, ya no hay bombas, ya no hay sedación ni medicamentos: ayer los dejamos sin nada, les bajaron la velocidad de las bombas de infusión para retardar el poco medicamento que hay. ¡Es horrible! La verdad, sales frustrado, porque no alcanza el tiempo, no se puede hacer mucho&rdquo, confiesa desconsolada una enfermera que trabaja en el Hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la ciudad de San Luis Potosí. Y la situación no mejora para los hospitales en Matehuala: "...sólo están aceptando a personas covid con malestar, ya casi morados de asfixia, personas que lleven labios, dedos y uñas moradas. Solo a ellos atienden: los que presentan insuficiencia respiratoria; a los otros, se les regresa”. Testimonios que no pueden pasar por exagerados; una buena mayoría de los que usamos el servicio de salud público mexicano sabemos que las carencias no aparecieron con la pandemia, sólo las pusieron en evidencia. En días recientes, en un diario potosino se lee: "El Hospital General de Zona del ISSSTE en San Luis fue declarado, desde 2019, obsoleto por el propio organismo, que admite que debe ser urgentemente sustituido”. En esa nota se describe, también, que existen carencias de equipos, como calderas, aires acondicionados, plantas de luz, lavadoras y secadoras, "a los cuales no se les realizan oportunamente los mantenimientos preventivos y correctivos, lo cual impacta de manera negativa en la oportunidad y calidad de la atención”. Por eso, al hospital se le declaró rebasado.
La manifestación del personal médico del Hospital Central "Dr. Ignacio Morones Prieto&rdquo, en SLP para pedir que se cubran pagos pendientes es una vergüenza para la administración estatal y, sobre todo, federal. Declara el abandono a este importante sector. La pandemia no detiene el burocratismo indolente. Con personal médico mal pagado ¿esperamos un servicio óptimo? Peor aún: ¿cómo exigirle a este personal un buen desempeño cuando los insumos de buena calidad escasean? No se puede exigir, lo más seguro es que este personal médico exponga su vida.
López-Gatell descalificó la aseveración de que México es el primer lugar de mortalidad de personal médico por efectos de la covid-19. Esta declaración fue hecha por Amnistía Internacional, aunque fue analizada por la revista británica The Lancet. No lo admitió. Pero los hechos no pueden mentir.
Aquello está en consonancia con la política de reservarse el derecho de admisión para atender a los pacientes, casi a toda costa. Otro dato más: sólo el 1.52% de los pacientes contagiados con covid-19 tienen seguro médico privado. Dicho en otras palabras: enfermarse no es lo mismo para todos. Los municipios en México más pobres tienen mayor letalidad. Y Forbes dijo en agosto pasado: "Covid-19 ya es la enfermedad más cara para atender en hospitales privados”. Se cura quien tiene dinero, quien no… Por eso es evidente que los datos públicos sobre el control de la pandemia tienen un sentido de ocultar la verdadera realidad. La estadística presentada por López-Gatell tiene un uso electoral: no dañar la imagen del presidente, un mentiroso contumaz. No es un juicio es el balance de investigaciones sobre sus declaraciones.
A partir de declaraciones concernientes sobre la pandemia hechas en las mañaneras, "Verificado” encontró: 25 declaraciones falsas y 31 engañosas referente a siete temas relacionados con la covid-19: los contagios, las muertes, los datos sobre hospitalizaciones, la violencia contra las mujeres, la economía, las acciones para combatir el virus y las instituciones.
En un periodo del 24 de febrero al 28 de agosto, AMLO aseguró en repetidas ocasiones que la epidemia en México acabaría; afirmó que no había saturación en los hospitales; aseguró que la economía era estable; negó la causa de las llamadas de violencia contra las mujeres en medio del encierro por la covid-19 y subestimó los índices de letalidad en el país. Todo esto fue falso o impreciso.
Es su modo de gobernar. Y que se use la mentira para gobernar tiene un propósito mundano: venderse para que voten por él. De ahí que la gente debe recordar que la pandemia no fue un problema inevitable. Se agravó más porque el presidente piensa más en los laureles que merece, que una política que alivie, verdaderamente, a los más necesitados.
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