El mundo es hoy testigo sensible e impotente de los más crueles y descarnados actos de crueldad contra la humanidad. Me refiero por supuesto al horrendo y monstruoso crimen contra que está ejecutando desde hace poco más de un mes el estado sionista de Israel en contra del pueblo Palestino, con el pretexto de su autodefensa y de dar respuesta proporcional al ataque que el grupo extremista Hamás lanzó en contra de Israel el pasado 7 de octubre.
La crueldad es infinita, el Gobierno israelita de Benjamín Netanyahu y la cúpula sionista, tiene sometido el pequeño territorio de la Franja de Gaza a un "asedio completo", carece de agua, electricidad, combustibles, alimentos y medicamentos; los sionistas han lanzado toneladas de misiles y bombas, incluidas las prohibidas de racimo, de fósforo blanco y nuevas y poderosas anti bunker que demuelen al instante edificios de departamentos; los ataques son de manera indiscriminada sobre la población civil inerme e inocente, incluidos como objetivos zonas habitacionales, escuelas, iglesias, hospitales, caravanas y campos de refugiados (¡de la ONU!). Hasta el momento de escribir esto, han muerto 12 mil palestinos, en su mayoría civiles, incluidos 5 mil niños, y se dice que entre niños y mujeres son el 70 por ciento de las víctimas fatales. En Gaza han muerto más trabajadores humanitarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en ningún otro conflicto en los 78 años de historia de la organización, hasta hace tres días se reportaban 102 trabajadores humanitarios muertos y otros 27 heridos, además de más de 40 periodistas martirizados. Más de 1,5 millones de personas, (más de la mitad de la población de Gaza), fueron desplazadas por la guerra, y la ONU advirtió un "riesgo inmediato de hambruna". Un infierno.
Israel empezó repeliendo a Hamás. Ahora habla de aniquilarlo, pero está aniquilando a todos los palestinos a la nación palestina, y ya no lo disimula, las confesiones de parte, como si faltaran, ya no se reducen a alucinados fanáticos que, bajo la “protección” del ciber espacio, hacen declaraciones desvergonzadamente racistas y persecutorias, aplaudiendo el genocidio, así reconocido, sino que el mismo gobierno y los líderes sionistas lo declaran. Y es lo que están haciendo, aunque no lo dijeran, pero además lo dicen. Nunca se había visto este cinismo en los intentos de genocidio, ni siquiera en los nazis alemanes y en general europeos que fueron igual de crueles, pero disfrazaban a los ojos del mundo sus acciones.
¿Cómo entenderlo? Sí hay que entenderlo, para saber si tiene remedio, cuál es y cómo alcanzarlo. O, si no lo tiene, luego, no dejar de horrorizarnos, pero sí de denunciar y de hacer llamados inútiles a la paz y la razón. ¿no hemos visto ya a la egregia Organización de las Naciones Unidas no solo lamentándose de las víctimas (palestinas, israelíes y las suyas) sino votando y exigiendo un alto al fuego?, que no se logró, pese a tener solamente dos votos en contra, demostrando el deseo de la humanidad entera ahí representada (menos dos), por causa del veto al que tiene derecho Estados Unidos, no quiere decir que no lo intentaron. Pero si demuestra la impotencia de ese organismo mientras siga sometido a los intereses del Imperio Yanqui que quiere seguir asediando a Gaza. Su Secretario General, el Papa y numerosos líderes mundiales, cada uno por su parte, también han condenado el genocidio y hecho el enérgico llamado al cese al fuego. Y nada.
La explicación de fondo es que no se trata de un problema moral y no tiene por ello una solución moral. Ya los estudiosos de la antropología y de las ciencias sociales en general han explicado suficientemente que “en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”: Carlos Marx.
El mismo pensamiento irracional que está en el fundamento de todas las formas del racismo, fascismo, nazismo y en general el ultranacionalismo, bajo todas las formas reales en que ha existido en nuestro planeta, no se puede explicar como simple evolución del pensamiento, sino como expresiones concretas de los intereses de los grupos de poder que dominan el mundo económico actual, sus intereses económicos, precisamente, convertidos en ideología. Es el Imperio capitalista que ha adquirido como forma dominante de todas las variantes de la ideología reaccionaria la del irracionalismo, léase ultranacionalismo radical. Adolfo Hitler no era un loco, sino el instrumento de los imperialistas poderosos que querían someter al mundo. Él se suicidio al fracasar su intento, pero aquellos siguen ahí y lo siguen intentando y lo único que los ha contenido, lo único que ha impedido que emerja nuevamente el monstruo troglodita y sanguinario ha sido la lucha política de las clases explotadas, que a este nivel se ha presentado bajo la forma de la lucha de las naciones que no se le han sometido, de las cuales, las más desarrolladas, incluso hoy lo afrontan, desafiando al mundo unipolar y exigiendo un sistema mundial más humano, multipolar.
Es, pues, el capitalismo, es la lucha de clases en su más radical expresión. Por eso la lucha no es solamente en el terreno de las ideas ni solo en las de la moral, y los llamados generales a la paz y al cese al fuego seguirán siendo inocuos si no se complementan con la lucha de los pueblos a nivel mundial, cono lo pueden hacer, con la manifestación multitudinaria y permanente, y mediante la diplomacia más efectiva de las naciones libres y sus hermanos progresistas y humanistas de todo el orbe, la que los sionistas no puedan solamente ignorar, ni Netanyahu ni los chacales detrás de él. Se les debe someter, al modo en que los obreros someten a los patrones con la huelga general y no solo con peticiones de que sea buena gente y deje de maltratarlos.
Se debe tocar los intereses económicos de Israel para someterlo, para que se contenga nuevamente. Relaciones internacionales diplomáticas, económicas, comerciales y demás. Se debe intentar, porque si no se logra hacerlo, y los sionistas persisten en su deseo de exterminar definitivamente al pueblo palestino y los demás se lo permitimos, no nos extrañe que luego sean otros pueblos “no judíos” a los que quieran someter y convertir en esclavos, como se los “prometió el creador”. Es la lucha del Imperio contra el resto de la humanidad, y si se les permite por la comunidad internacional, no quedará otro camino que defenderse, pues no se puede uno dejar aniquilar o esclavizar sin hacer nada, y bajo esas amenazas hasta el ser más inocente, pacífico y débil se sabe defender, aunque esté en desventaja. Y solo un loco o un racista imperialista le podrá reprochar por tratar de defenderse.
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