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REPORTAJE | El majestuoso Teatro de la Paz, sede del Encuentro Nacional de Teatro

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Este año, la edición 23 del Encuentro Nacional de Teatro se realizará en el majestuoso Teatro de la Paz, un recinto con una importante historia para la cultura en la región centro del país.

Los teatros de La Paz, de San Luis Potosí; Degollado, de Guadalajara y Juárez, de Guanajuato, forman una trilogía monumental del coliseo de provincia en México. Los tres fueron construidos en las postrimerías del Siglo XIX y constituyen otros tantos monumentos de este tipo, altos exponentes de la cultura y del arte de aquel tiempo.

El encuentro de este año se efectuará los días 22, 23 y 24 en la capital potosina. En esta ocasión, al escenario subirán 32 puestas en escena con la participación de más de 500 actores.

De acuerdo al insigne investigador, hombre de teatro y periodista Armando de María y Campos: “el Teatro de la Paz de San Luis ostenta una majestuosa fachada clásica; lo rodea una escalinata compuesta por 12 peldaños de peralte sobre los que se eleva el espléndido pórtico estilo corintio, formado por 10 columnas cuyos capiteles se desplazan en frondosas hojas de acanto; estas columnas apoyan una ancha cornisa donde se lee el nombre del teatro y las fechas “1889-1894”, tiempo en que fue construido”.

Sobre la elegante cornisa descansa un proporcionado frontón en cuyo centro, y durante mucho tiempo, estuvo un reloj, y donde ahora sólo queda el círculo de cantera.

En el frente y en los ángulos laterales existen ventanales diferentes y modestos balcones, así como nueve amplias puertas con acceso al interior. La inmensa cúpula del vestíbulo es sencilla y con pequeñas ventanas. En un principio, la media naranja fue de cine y ahora es de cemento ornamentado y está coronada por un águila de hierro con alas desplegadas para emprender el vuelo; fue fundida en Bélgica como todo el material de hierro, labrado o liso, que se empleó en la construcción.

El teatro potosino ocupa una manzana entera donde estuvieron los antiguos claustros del convento del Carmen. El director de la obra y autor de los planos, ingeniero José Noriega, director también de los teatros de Aguascalientes y León, fue quien dirigió la construcción del de San Luis simultáneamente a la del teatro Juárez, de Guanajuato. Realizó sus estudios en México y en Francia, y destacó entre los arquitectos del siglo pasado. Murió en 1895 en la ciudad de Aguascalientes.

El Teatro de la Paz tiene cupo para más de dos mil espectadores. Toda la piedra utilizada en el exterior es cantera rosa extraída de los montes potosinos y labrada por los escultores indígenas del barrio de San Miguel.

El escenario, conservado en la indispensable reconstrucción concluida en 1944, es más amplio que el del Palacio de Bellas Artes. Durante muchos años, el Teatro de la Paz de San Luis lució un precioso telón de boca representando El Triunfo del Arte, que era copia del fresco pintado con el mismo tema por L. Bonnat en el techo de uno de los salones del hotel de Ville de París.

En la Ilustración Potosina, de 1869, se encuentra esta gacetilla: “Decididamente, esta capital está pidiendo a gritos la construcción de un teatro digno de su cultura, dejando al apreciabilísimo Tresguerras en su buena opinión y fama”, se refería la Ilustración al teatro que entonces existía en San Luis denominado de Juan Ruiz de Alarcón, cuyo constructor había sido el famoso Francisco Eduardo Tresguerras. Se había inaugurado en 1826 y para entonces estaba ya en completa ruina.

La inauguración del Teatro de la Paz se produjo la noche del cuatro de noviembre de 1894, con solemne ceremonia a la que asistieron el secretario de Gobernación, licenciado Manuel Romero Rubio, en representación del presidente de la República, don Porfirio Díaz, y el poeta Juan de Dios Peza. Conviene recordar que esto ocurrió durante el cumpleaños del gobernador Carlos Díez Gutiérrez. Al levantarse el telón se cantó el Himno Nacional. En seguida, don José de la Vega y Serrano leyó el discurso oficial; y el primer poeta de San Luis Potosí, Manuel José Othón, recitó algunas de sus liras. Vino después la necesaria función de ópera, y se cantó Lucrezia Borgia, de Donizetti.

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