Los problemas que se padecen en nuestro país se deben a que la riqueza social está concentrada en pocas familias, esto se identifica en propiedades, negocios, cuentas bancarias, vehículos de lujo, ropa de marca, joyas y dinero; los ricos se aseguran todos los satisfactores y excesos, es decir, además del buen comer, vestir y divertirse pueden darse lujos que el resto de personas ni siquiera imaginamos, mientras que en el otro extremo millones de mexicanos no pueden garantizar un plato de frijoles y tortillas.
En México las clases sociales luchan por imponer sus intereses triunfando los de los ricos, de tal forma que para esconder la desventaja que tenemos los pobres se ha sembrado la idea de la igualdad y la democracia, además se han promovido los derechos de los indígenas, de las personas con discapacidad, de la comunidad lésbico-gay; y se alaba la filantropía como una estrategia de clase acompañada por la legislación y acciones del gobierno para cuidar la propiedad privada, la de ellos.
Los dueños de los medios de producción se agrupan, se organizan y llevan a sus fábricas a los obreros desposeídos que no tienen más que su fuerza de trabajo para venderla a los primeros, esto a cambio del salario miserable con el que costean todas las necesidades de su familia debido a que vivimos en un modo de producción capitalista que se mantiene siempre buscando la máxima ganancia explotando a trabajadores de la ciudad y del campo.
Por la pobreza sufrida los mexicanos comenzaron a buscar una la solución en la democracia partidista y en el año 2000 Vicente Fox fue postulado por el Partido Acción Nacional (PAN), convirtiéndose en presidente de México del 1 de diciembre de 2000 al 30 de noviembre de 2006; la democracia había triunfado, se marcó el final de un período de 71 años en el que todos los presidentes de México fueron militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI). La expectativa que Fox generó al presentarse como ranchero rebelde que acabaría con víboras, chinches y tepocatas dio confianza a la gente y votó por él, después siguió Felipe Calderón Hinojosa que dio continuidad a la alternancia sin cosa notablemente distinta.
El sexenio de López Obrador está por concluir y nada ha cambiado desde que se hizo del poder federal, tal vez lo más exitoso de su sexenio sean los programas sociales que entregan dinero a la gente y que impulsó en la ley, pero hay mucha información que demuestra el fracaso de las obras emblemáticas del sur del país
Pero la democracia dio vuelta a la rueda de la fortuna y los mexicanos volvimos a confiar en el PRI, así llegamos al gobierno de Enrique Peña Nieto, que definitivamente no hizo lo esperado por los pobres de México y provocó la decepción nacional que trajo nuevamente la alternancia con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) a cargo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que ganó el 1 de julio de 2018 con más de 30 millones de votos que lo legitiman en el Poder Ejecutivo.
El sexenio de López Obrador está por concluir y nada ha cambiado desde que se hizo del poder federal, tal vez lo más exitoso de su sexenio sean los programas sociales que entregan dinero a la gente y que impulsó en la ley, pero hay mucha información que demuestra el fracaso de las obras emblemáticas del sur del país, donde se gasta el dinero de todos los mexicanos pero dejando en el abandono al resto de estados que se debaten en la falta de recursos para el desarrollo social.
Por otra parte, el mandatario se ha dedicado a descalificar y perseguir a oponentes que son acciones impropias de quien debería estar llamando a la unidad de los mexicanos para enfrentar juntos los problemas que aquejan a millones que crecimos bajo el manto de la bandera nacional y que creemos merecer un trato digno. En la historia de Antorcha hemos recibido no sólo descalificativos sino ataques que han cobrado la vida de compañeros entrañables de la lucha.
Por todo lo anterior reprobamos la actitud del primer morenista que sigue polarizando a México, su actitud incita al odio y desprecio de quienes pertenecemos a esta organización política y que militamos y pensamos de forma libre, pero que también buscamos el progreso de nuestros pueblos a través de la organización popular. Los mexicanos necesitamos a un estadista, no a un represor de quienes no concuerdan con sus ideas.
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