Suenan las sirenas y la gente corre a sus hogares, parece la escena de una película de terror antes de una catástrofe ¿El ejército está en la calle? Y contra quiénes tiene que enfrentarse… ¿No, el ejército sólo debe enfrentarse a otro ejército? Suenan los primeros tiroteos y, en efecto, la noticia generalizada se ha convertido en realidad: un enfrentamiento más.
Con anterioridad, este tipo de noticias solo se escuchaban en lugares con un alto índice de delincuencia y dónde, se encontraban desde hace años sucumbidos ante los embates del narcotráfico y las actividades ilícitas mayores.
Los periódicos en primera plana, llaman una vez y otra también a qué la gente permanezca en sus casas a cierta hora, hablan incluso de que las drogas están tan alcance de la mano que, jóvenes y niños hoy también son víctimas de estos terribles males que, en nuestra sociedad se han agravado.
Bochil y Tapachula, dos comunidades de Chiapas, caracterizadas por el aumento en el índice de la violencia, han sido ahora partícipes de una escena difícil, protagonizando dos episodios de intoxicación de jóvenes ante sustancias nocivas, muchos problemas, pero pocas respuestas obtenidas.
San Cristóbal de las Casas, se ha convertido en la escena cotidiana de las constantes balaceras y enfrentamientos, de una escena de cuerpos que aparecen en la vía pública sin censura.
En Huixtla, las instancias migrantes y de defensa de los derechos humanos, no hace más de un mes, provocaron también un episodio de huida de jóvenes migrantes que estuvieron apenas unos días en resguardo y, prontamente, de una forma increíble, estos jóvenes escapaban por la fuerza ante la muralla enorme que edificaban la fortaleza de dos guardias de seguridad.
El portal avispa.org en febrero de 2022 lanzó una nota que, ninguno que tenga mediana sensibilidad, puede dejar de sentir un hueco en el estómago al leerla “Entre los años del 2010 al 2021, la organización con sede en los Altos de Chiapas documentó el desplazamiento forzado de 14, 476 personas por motivos religiosos y conflictos armados internos, principalmente de la comunidad maya-tsotsil de municipios como Chalchihuitán, Chenalhó, Aldama, San Andrés Duraznal y Pantelhó”.
Las mujeres y hombres de estas comunidades parecen regresar a una época primitiva en la que han dejado sus hogares, el sitio en donde nacieron y en dónde edificaron un hogar y dieron casa a sus familias, el sitio en donde trabajaron durante años para edificar su patrimonio, por un conflicto armado en el que ellos son los menos responsables.
Estos últimos acontecimientos ahora caracterizan a nuestro país, y es irremediable no intentar buscar las causas y posibles soluciones a este problema. Cuenta Irving Stone en “Anhelo de vivir” que, Vincent Van Gogh, al darse cuenta de las condiciones en las que vivían los mineros de Borinage hubo planteado una conversación con el director de la mina. En esta sesión, por ejemplo, Vincent caracterizaba la forma en la que vivían los mineros en sus hogares e intentaba conciliar con la sensibilidad del director de la mina para poder apoyar a los mineros a vivir mejor, sin embargo, al parecer que el director de la mina lo entendía, escuchó una verdad aún más amarga, las pruebas mayores del mercado que impedían dar una sola moneda a los mineros o por lo contrario la mina quebraría y entonces, ninguno de los hombres de Borinage tendría trabajo. -Dios no existe, señor Van Gogh, dijo el director y Vincent se alejó con el enunciado en la cabeza que ahora generaba más que dudas en su ánimo y su intelecto.
Así, en nuestro pueblo, parece olvidarse a la gente más humilde, a quienes sufren un día y otro los embates de un sistema tan soez que no atiende las necesidades de sus integrantes y que, por el contrario, acendra más sus injusticias y los consume poco a poco.
Nuestro estado, este sitio paradisíaco que parece el edén perdido, el Canaán que se hubo prometido a los hijos de Dios y que hoy parece olvidado por él mismo, las injusticias, la pobreza y la miseria abunda en cada rincón mientras otros se hacen ricos delante de aquellos, quiénes producen la pobreza.
Solo hay una solución para este terrible mal, sacudir el sistema desde su base y derruir el Estado para edificar sobre este moribundo, uno nuevo, uno distinto, uno en el que nacerá la línea de los que nada tienen y que entregará a cada uno, según sus capacidades su trabajo y cada quién según su necesidad los recursos para su vida.
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