"Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar"
(Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte)
En Nuevo León y su capital regia rodeada de otras ciudades conforman la metrópoli de Monterrey, capital del estado norteño que se le conoce e identifica como un entidad próspera que le aporta un buen de recaudación en impuestos al país, sin duda es un estado con un alto grado de crecimiento y desarrollo económico basado en distintos giros como la industria, el alto grado del comercio mercantil, el sector servicios y otros más, lo vuelven un estado próspero y productivo que llama la atención, no solo de los grandes inversionistas sino también de la clase trabajadora urgida de una fuente digna de empleo. Nuevo León es un polo de desarrollo que atrae inversión y talento, tiene un ingreso anual por habitante 62.7 % mayor que el mexicano promedio, y el 25% del personal ocupado tiene nivel de educación superior. Sin embargo, pese al impacto positivo de las inversiones en la economía estatal, un estudio (El financiero) señaló que no se encuentran efectos importantes de esto en los indicadores de rezago social, como la pobreza, la desigualdad, la educación, infraestructura, salud, entre otros.
Karl Marx nos ofrece el estudio más nutrido, integral y científico del capitalismo, modelo en el que se encuentra inmerso y prevalece Nuevo León y el país entero, la realidad es arrasadora, no da margen de disentir, la pobreza extrema con un sinfín de necesidades y un gobierno morenista ausente, eso, por un lado, y por el otro, una aberrante concentración de riqueza que desemboca en todo tipo de excentricidades. En este sentido su análisis revela como la dinámica de producción y acumulación de capital culmina en esta problemática. Es claro que, dentro del contexto capitalista, es en los procesos productivos donde comienza el proceso de generación de riqueza, pero también de miseria.
El proceso de acumulación capitalista, no se puede dar por otro medio, más que por el de la explotación de la fuerza de trabajo a través de un tiempo de trabajo no remunerado. En otras palabras, el dueño de los medios de producción sólo paga una mísera parte de lo generado por el conglomerado de trabajadores en forma de salario; el resto de la ganancia se la apropia el capitalista, dueño de los medios de producción, todo en aras de aumentar la acumulación de capital, además el capitalista tiende a sustituir trabajadores por maquinaria; en época de auge, el capital atrae mano de obra como es el caso del estado de Nuevo León, pero conforme se va expandiendo la acumulación de capital, este expulsa dicha fuerza de trabajo, provocando así las crisis económicas.
A esta población expulsada Marx la identifico como sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva, la cual tendría varias funciones, destacando la de ser siempre fuerza de trabajo útil y disponible para ser explotada. Otra función es la de mantener a la baja los salarios de los trabajadores ocupados, producto de la excesiva mano de obra. Dicho de otra forma, el capitalismo sólo puede existir a costa de población excedente imposibilitada de integrarse a procesos productivos.
Una condición decisiva a la hora de hablar de desigualdad, es la existencia de la variable Propiedad Privada. En el momento en el cual hay dueños y no dueños de los medios necesarios para subsistir, comienza el proceso sistemático de generación de desigualdad. Históricamente, se demuestra como la obtención o despojo de medios de producción no fue gracias al esfuerzo de unos y la holgazanería de otros. Fue un proceso histórico manchado de lodo y sangre; proceso expresado en revoluciones que tuvieron lugar desde el siglo XVII hasta el siglo XX.
La producción de riqueza y de miseria se vuelve, dentro del capitalismo, un binomio indisoluble. La desigualdad no sólo es sistémica, sino que se ajusta y adapta a un conjunto ordenado de normas y procedimientos. Mientras se viva en el modelo de producción capitalista se podrá disminuir, controlar, pero nunca erradicar; incluso se ve a la desigualdad como condición de existencia del modo de producción capitalista. El aún pujante y vencedor capitalismo global tiene su talón de Aquiles en la mala calidad y en la poca cantidad de empleos que genera. El trabajo remunerado fijo, esencial para el involucramiento económico y social del ser humano en la sociedad, está en crisis. Hoy, prácticamente ninguna persona tiene empleo de largo plazo garantizado y el trabajo, cada vez más, se orienta a tareas o proyectos de duración limitada.
El pueblo trabajador se debe educar y politizar, adquirir la capacidad de analizar su entorno material, el contexto dónde se desenvuelve y adquirir “conciencia de clase” que se traduce en la capacidad del individuo y las masas de tener conciencia de a qué clase social pertenecen, para así actuar en consecuencia con las necesidades de su estrato o grupo social y no jugar el juego de las clases dominantes. El someterse y constreñirse a la línea de la burguesía es lo contrario a la conciencia de clase, la imposibilidad de entender y percibir la explotación capitalista a la cual se somete a todos los trabajadores. La inequidad es congénita al Capitalismo como sinónimo de concentración de riqueza y gran miseria, producción y destrucción, progreso y devastación.
La sociedad industrial capitalista es la más reciente de una sucesión de sistemas económicos y sociales en los que ha existido siempre una tensión entre pobres y ricos, amos y esclavos, señores feudales y siervos, o en términos contemporáneos, burguesía y proletariado.
La clase trabajadora tiene una tarea histórica pendiente, promover y ejecutar el cambio del sistema por dentro, que apunte cada vez más hacia nuevas estructuras más equitativas, más igualitarias, en un proceso que debiera culminar en una sociedad sin clases, de equidad social y económica. Sólo entonces podría resolverse el conflicto de inequidad.
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