El conflicto entre Israel y Palestina, que lleva décadas sin resolverse, vuelve a estallar en una nueva espiral de violencia que ha dejado miles de muertos en la Franja de Gaza. Analizando la problemática israelí-palestina, veo con profunda preocupación el reciente recrudecimiento del conflicto y la urgente necesidad de que la comunidad internacional actúe para detener el derramamiento de sangre y encaminar una solución justa y duradera para ambos pueblos.
Si bien el grupo Hamas ha lanzado cohetes contra ciudades israelíes en represalia por los desalojos de palestinos en Jerusalén Este, la respuesta desproporcionada de Israel con bombardeos masivos e indiscriminados sobre Gaza resulta completamente injustificable e inhumana. Gaza es un territorio diminuto y superpoblado, por lo que los ataques israelíes equivalen a un castigo colectivo contra toda la población civil palestina, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Esto configura crímenes de guerra que deben ser investigados y sancionados por la justicia internacional.
El Movimiento Antorchista ha condenado enérgicamente la brutal guerra desatada por Israel, con el respaldo político, militar y económico de Estados Unidos, contra el pueblo palestino. Se trata de una peligrosa escalada imperialista que busca imponer los intereses geopolíticos y económicos de unos pocos por encima de los derechos humanos fundamentales de los pueblos del mundo, algo que debe ser rechazado tajantemente por la comunidad internacional.
Para comprender el trasfondo de este conflicto debemos remontarnos a 1948, cuando se creó el Estado de Israel a costa del desplazamiento forzoso de cientos de miles de palestinos que fueron expulsados o huyeron de sus hogares ante el avance de las milicias sionistas. Desde entonces y hasta hoy, Israel ha impuesto un régimen de segregación y apartheid sobre la población palestina, tanto en los territorios ocupados como en el interior de Israel, negándole sus derechos políticos y civiles más elementales.
El actual gobierno israelí encabezado por Netanyahu se ha negado incluso a reconocer que los ciudadanos palestinos de Israel merecen igualdad de derechos, consolidando así un sistema institucionalmente discriminatorio y racista. A esto se suma la constante expansión de asentamientos israelíes en territorio ocupado y el bloqueo económico contra Gaza, medidas que configuran un apartheid según Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
La comunidad internacional no puede seguir siendo cómplice de esta situación mediante su pasividad. Israel solo ha podido perpetuar esta ocupación ilegal y sus políticas de apartheid gracias al multimillonario respaldo militar, económico y político brindado por Estados Unidos y otros países occidentales durante décadas, en clara violación del derecho internacional. A esto se suma una efectiva campaña mediática que presenta a Israel como víctima cuando en realidad es el victimario, invisibilizando las atrocidades y crímenes de lesa humanidad cometidos contra el pueblo palestino.
Es hora de que Naciones Unidas y los organismos de derechos humanos actúen con decisión, no solo con tibias declaraciones. Se deben imponer sanciones y embargo de armas a Israel hasta que cese su política de apartheid, ocupación y limpieza étnica contra el pueblo palestino. También es imprescindible que Estados Unidos y Europa paren de proveer armamento a Israel, el cual es utilizado para masacrar civiles palestinos indefensos, como ocurre actualmente en Gaza.
Solo aplicando una fuerte presión internacional se podrá avanzar hacia una paz justa basada en la igualdad de derechos para israelíes y palestinos. Esto pasa indefectiblemente por poner fin a la ocupación israelí de los territorios palestinos y permitir el surgimiento de un Estado palestino viable y soberano. Las nuevas generaciones de ambos pueblos merecen crecer en paz y dignidad. Los antorchistas nos cejaremos de pedir que cese este terrible conflicto.
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