… yo sé hacia dónde vamos,
y es ésta la palabra:
no sufras
porque ganaremos,
ganaremos nosotros,
los más sencillos,
ganaremos,
aunque tú no lo creas,
ganaremos.
P. Neruda
Nuestros compañeros Conrado, Mercedes y ni que decir del inocente de su hijo, de apenas seis años, asesinados monstruosamente el pasado 12 de abril eran buenas personas. Dije la ocasión anterior y confirmo: solo por el hecho de ser antorchistas ya eran buenos, pues para ser un activista antorchista se requiere mucho humanismo, sacrificio, desinterés y un cariño especial por una causa que no cualquiera abraza.
Esto lo saben bien quienes nos conocen, quienes conviven con los activistas antorchistas, pues estos ríen, sufren y lloran las mismas alegrías y carencias a su lado, y a su lado luchan por superarse, por alcanzar un mundo mejor para todos. Además, eran excepcionalmente buenos, bondadosos, alegres y afables, y su desaparición es causa de dolor e indignación de miles de mexicanos que los conocieron en vida y de millones que sin conocerlos entienden lo inhumano e injusto de su homicidio.
Los verdugos tienen que ser unas verdaderas bestias por lo desalmado del hecho. Pero la culpa es principalmente de otros, más duros y siniestros. Son los mismos culpables de tantos malestares que angustian a la humanidad entera. Hoy parece dominar la maldad, hoy los poderosos y quienes dirigen los destinos de casi todo el orbe, se alimentan de ella, literalmente viven de ella y por eso la han elevado a derecho humano y a ley, de manera que los más despiadados, los abusivos, los violentos, imponen su ley por la fuerza y cada vez importa menos la crueldad a la que tengan que recurrir.
Es el sistema; y es al sistema al que tenemos que cambiar para aspirar a la tranquilidad y la seguridad que tanto anhelan los mexicanos y todo el mundo. Pero el sistema se realiza a través de sus avatares, de sus personificaciones, de los seres enajenados que no pueden hacer sino lo que el capital al que representan necesita para vivir, y ellos son los culpables no solo de los indignantes crímenes, sino de todas las lacras que someten al mundo: la explotación, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia masiva, el hambre, el racismo y toda segregación, la guerra. Son obra y acción de los hombres, pero no de todos sino de un puñado que viven contentos con la falta de decoro.
Pero este no ha desaparecido, existe gente buena, que son depósito de las virtudes y del decoro, que han ido a refugiarse y protegerse en ellos, en tanto pueden otra vez esparcirse por toda la humanidad. Estos hombres universales son la salvación del mundo. Estar conscientes de eso puede y debe ayudar, pues hoy ese mismos sistema deforma y fabrica sus propias aberraciones, las que necesita para sobrevivir y dominar, e intenta detener a los buenos, primero tratando de convencerlos de que se pasen al lado oscuro, lanzando a la jauría para agobiarlos y hacerles creer que ellos son la aberración, que la realidad les ordena ser de ellos y salir como todos a abusar de quien se deje porque eso es lo correcto, que los buenos no lo son, que son tontos y, por ello, se justifica que sen presa de los abusivos.
Pero no, aunque la tentación es extrema y los más débiles sucumben a ella, los verdaderos hombres, los universales, resisten incólumes a la marejada de tentaciones insultos y provocaciones, mantienen su espíritu luminoso, van derramando su luz y dejando a su paso sembrada la esperanza. Entenderlo, ratificarlo y defenderlo con nuestra vida de ser necesario, nos permitirá confirmar que el futuro que queremos y por el que trabajamos no solo es posible sino necesario y urgente. El presente de odio, egoísmo y perversidad no puede ser eterno, el futuro de la humanidad debe ser otro. Y solo lo puede alcanzar la humanidad convertida en un solo hombre poderoso y altitonante, educada y organizada por estos seres universales.
De estos eran Conrado, Mercedes y en ese camino estaba su pequeño hijo, Pero las bestias les segaron la vida. Tendrán su castigo inevitablemente. Ellos y las perversas personificaciones del sistema, así como todos sus esbirros, entre ellos sus perros de presa, sus lacayos sociales que inundan las instituciones, los golpeadores de las redes que hoy defienden descarados a los verdugos, los mercenarios de la pluma que en los medios de comunicación linchan a los buenos para preparar su linchamiento físico, sus sicarios y sus aduladores recibirán su justo castigo. Lo vamos a exigir con nuestra lucha y nuestra vida.
Y hasta los señores de la guerra y el crimen, los más poderosos y sus ejércitos serán alcanzados algún día por el brazo poderos de la humanidad convertida en el gigante despierto, que se dará cuenta de que estos que hoy lo someten pueden ser aplastados con un solo movimiento de su dedo, como se aplasta una chinche.
Y esta consciencia la vamos a ratificar todos los antorchistas vivos, los vivos aun en su mundano y biológico cuerpo y los vivos en la memoria, el compromiso, el cariño y las banderas de estos que no los dejaremos morir nunca.
Todos nos abrazaremos el próximo 6 de junio, en un acto que, así, no es solo un acto de honra de nuestros mártires, sino la ratificación de nuestro compromiso con la causa por la que dieron ellos y daremos nosotros nuestras vidas Por eso ese día estrecharemos nuestros brazos con los de nuestros márrtires en una colosal cadena humana que significará la garantía de que vamos a ganar en esta lucha por un mundo mejor.
Nos vemos el seis de junio en Chilpancingo.
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