No hay duda de ninguna especie de que la sociedad mexicana se encuentra conformada fundamentalmente por dos grandes capas sociales: los pobres y los ricos. Las clases medias están desapareciendo a gran velocidad al incorporarse, en la mayoría de los casos, a las filas los pobres, y con muy raras excepciones a la clase de los poderosos. Tenemos así que, según estudios estadísticos de reconocido prestigio, de los 130 millones que conforman la sociedad mexicana, 90 millones padecen diferentes grados de pobreza. Esta cifra, que se acerca más a la realidad sobre nuestra conformación social, viene a confirmar lo aseverado líneas arriba, a pesar de tener en contra la reticencia del mexicano que, manipulado su orgullo personal mediante los medios de comunicación masivos, se niega a reconocerse como pobre, llega a ocultar datos o falsear otros, de manera tal que eso dificulta tener una cifra exacta de la cantidad de mexicanos pobres.
Sin embargo, los pobres somos una absoluta mayoría. Se demuestra con el hecho de que somos la gran masa de pobres quienes sufrimos los mayores estragos provocados por los fenómenos meteorológicos, las epidemias, las pandemias y hasta los estragos políticos y económicos que producen las políticas y los programas sociales del gobierno; así como por el hecho de que las campañas de manipulación sean dirigidas precisamente a la gran masa de los pobres. No queda lugar para ninguna duda sobre la certeza de la aseveración.
No es nada casual, sino una consecuencia natural, el hecho de que las víctimas mortales de la pandemia sean los pobres en su inmensa mayoría. ¿Por qué? Porque para sortearla con ciertas probabilidades de éxito son necesarios cubrebocas, gel antibacterial, agua para lavarse las manos, pruebas, sana distancia, vivienda bien ventilada y con espacio suficiente para aislamientos, así como recursos para proveerse de alimentos durante un periodo mínimo de cuarenta días. Los pobres están imposibilitados de cumplir estas condiciones tanto material, como económicamente. Resultado: Hasta el nueve de enero la cifra de muertos reportados por el gobierno ascendía a 133,204 fallecimientos. Al mismo tiempo, no es aventurado afirmar que, al día de hoy 11 de enero, la cifra de fallecidos ande rondando la cantidad de 135,000 defunciones por covid-19: escandalosa cifra de fallecidos que no preocupa en lo más mínimo al gobierno obradorista, para que se sienta obligado a enmendar el mal manejo que ha hecho de la pandemia. Es en los pobres donde se encuentra el millón quinientos veinticuatro mil treinta y seis contagiados detectados hasta esa fecha, tras registrar 16 mil 105 nuevas infecciones.
Son los pobres los que sufrieron y sufren las consecuencias de la inundación ordenada por el gobierno en el estado de Tabasco, al abrir las compuertas de la presa las Peñitas, para salvar de una inundación segura a la refinería "Dos bocas”; son los pobres los que se quedaron sin utensilios domésticos, sin vivienda y sin esperanza de recuperación; y son los pobres los que se están muriendo de frío, desnutridos, con hambre y sin agua en la sierra tarahumara, son ellos los que en busca de calorías se ven en la necesidad de tomar refrescos y de comer porquerías, que los ha convertido, de ser una raza fuerte, musculosa y bien formada, en una población gorda, enferma y desnutrida.
Son los pobres los que hoy sufren las consecuencias del desabasto de leche Liconsa en la ciudad de México, el Estado de México, Chihuahua, Hidalgo, Sonora, Chiapas y otros estados. Los beneficiarios del programa de leche subsidiada afirman que la escasez de este nutriente es el preámbulo del desmantelamiento de Liconsa y de la suspensión permanente de leche a bajo precio. La gravedad de la consumación de este hecho nos lo dicen las cifras: El programa "A peso el litro de leche” llegaba al 86% de los municipios del país, buscando reducir la pobreza alimentaria. Su desmantelamiento dejaría a siete millones de personas, entre ancianos, madres y niños, sin el vital complemento alimenticio, con problemas de deficiencia alimentaria y una población infantil con graves problemas de desarrollo físico e intelectual. Una desgracia más que se agrega a la ya larga cadena de injusticias que sufren los desposeídos de este país.
Son los marginados de esta nación los que son víctimas del engaño, la manipulación y las mentiras del gobierno de Morena, al ser el objetivo principal de sus programas sociales, con los cuales se les induce a creer que la limosna publica es el único y efectivo método para resolver sus problemas de pobreza y falta de bienestar, ocultándoles y soslayando así, la obligación que como gobierno tiene de implementar una política que proporcione empleo a todos los que lo soliciten y que además esté bien remunerado como el único y real camino para acabar con siglos de pobreza y marginación. Son los desprotegidos las únicas víctimas de la falsa propaganda, que presenta a Morena como el partido capaz de mejorar su vida y como la defensora "auténtica de los pobres&rdquo, cuando en realidad está acabando con el poco bienestar que programas anteriores proporcionaban y ayudaban a sobrellevar un poco la indigencia, tales como Procampo, Seguro Popular, Prospera. Para lograrlo utilizan la argucia de "acabar con los moches que beneficiaban a individuos y organizaciones que manejaban el programa”. Hoy no sólo han aumentado los moches, sino que la gran masa de pobres se ha visto privada inmisericordemente de los programas sociales más beneficiosos para su tortuosa existencia. Esta política engañosa implementada por el gobierno tiene a los pobres sin vacunas, sin guarderías, sin estancias del día, sin Seguro Popular, sin Procampo, sin Prospera y con una pobreza mayor, misma que no alcanzan a resolver los miserables 2,800 pesos que se entregan cada dos meses a los pobres de este país.
Vistas así las cosas, es decir, si somos la mayoría del país, si somos víctimas de engaños, manipulación, mentiras, ofensas y de la muerte misma, es urgentemente necesario, que adquiramos conciencia plena de esta situación que sufrimos, que no cerremos los ojos ante la terca y dura realidad, que no seamos conformistas y nos dejemos vencer por el temor a emprender la implementación de las soluciones verdaderas a nuestro ancestrales problemas: La organización y la lucha, el ejercicio libre y consciente de nuestro voto son los pasos a seguir en primer lugar, pensando en los intereses de todos los pobres y no sólo en nuestros intereses particulares al vender a irrisorio precio nuestra libertad y nuestro bienestar. Estos pasos son imprescindibles para cambiar la situación en que nos encontramos.
Por el contrario, nuestra indiferencia, nuestra apatía, nuestro conformismo, nuestra venta de conciencia y nuestra creencia a pensar que las cosas no tienen remedio y que así estamos bien; a creer que Dios de por sí hizo a unos ricos y a otros pobres, que es una ley de la vida que no podemos cambiar; que nos toca el papel de legitimadores del poder para los de por sí poderosos; el aceptar que seremos sirvientes eternos de los dueños del dinero, todo ello es el camino infalible para seguir conservado esta vida tan de llena de miseria, injusticias y oprobios, que padecemos. Levantar la cerviz que por años hemos tenido inclinada ante el poder político y económico, es un gran reto, pero que, con dignidad, valor y decisión, lo podremos lograr. No tengamos miedo a la libertad. Ejercerla en nuestro beneficio es una obligación y nuestro derecho.
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