El día de hoy hablaré solo de uno de tantos problemas que diariamente, al salir a las calles en plena capital de Cuernavaca, nos encontramos: niñas y niños víctimas del trabajo infantil.
Mientras que con su “cuarta transformación” Andrés Manuel López Obrador vive en un mundo color de rosa, la realidad del país es otra: el trabajo infantil en México ha crecido en los últimos años. Los datos son alarmantes: hoy son 3.7 millones de niñas y niños quienes trabajan, principalmente en el campo, la construcción y el comercio ambulante.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) considera trabajo infantil la participación de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años en ocupaciones no permitidas para su edad porque se violan sus derechos y se pone en peligro sus vidas.
Por los pésimos salarios que tienen sus padres, los niños se ven en la necesidad de abandonar la escuela: el 18.4 por ciento “porque en su hogar necesitan el aporte”; el 15.2 por ciento “para aprender un oficio” y el 12.2 por ciento “para pagar deudas”.
De acuerdo con los datos de Morelos 2022, por lo menos uno de cada diez niños morelenses trabaja. Y casi el seis por ciento de esta población, alrededor de 28 mil, lo hace en ocupaciones no permitidas.
Ejemplo de lo anterior es Juan, quien se levanta a las seis de la mañana y se va al corte, junto con sus hermanos, en las camionetas que esperan a los jornaleros todas las madrugadas en el pueblo de Tenextepango, en el municipio de Ayala.
"No me gusta trabajar, pero lo hago cortando ejote. Dejé la escuela porque ya no quería estudiar; estudié hasta segundo de primaria", dice Juan, quien vive con sus hermanos en la localidad de Valle de Morelos.
En el campo, Juan se ha insolado, ha trabajado enfermo y se ha recuperado sin quejarse. En el corte de ejote, las quejas no forman parte de la rutina: "Me canso; hago lo mismo que hacen los adultos: cortar el ejote y juntarlo. Nos pagan por kilo".
Por lo menos uno de cada diez niños morelenses trabaja. Y casi el seis por ciento de esta población, alrededor de 28 mil, lo hace en ocupaciones no permitidas.
Tal como los adultos, los niños jornaleros que se dedican al cultivo de ejote reciben su pago dependiendo de los kilos que corten. En promedio, cada niño recibe 200 pesos al día, cantidad que entregan a sus padres para hacer frente a los gastos de la casa. En Valle de Morelos, una comunidad edificada por las familias jornaleras que llegan a Morelos desde el sur del país, las necesidades son muchas.
"A mí sí me hubiera gustado no tener que trabajar. No es algo que hagamos por gusto, sino por necesidad. Y aunque nos dicen a los niños que estudiemos, a veces no se puede, porque no hay dinero", dice María, hermana de Juan, quien también se fue a los cultivos a los siete años.
La encuesta también reporta que la mayor parte de la niñez trabaja en ocupaciones no permitidas, en sectores de actividad peligrosa, ocupaciones de riesgo, actividades con exposición a riesgos, labores o ambientes que afectan la salud o el desarrollo, jornadas de trabajo no apropiado y horarios de trabajo prolongados.
A estos pequeños se les limita su desarrollo en todos los sentidos; dejan de sonreír, tienen preocupaciones y, sobre todo, dejan de estudiar.
El estudio y la preparación sin duda es parte importante del desarrollo de un país; de lo contrario, se condena a los infantes a seguir siendo mano de obra barata con pésimos salarios y bajos conocimientos, lo que propicia que se les siga explotando.
Es preciso actuar conforme a las necesidades de nuestro país; de modo que contribuyamos a un mejor México.
Hoy los políticos deben jugar la función que les corresponde y no sólo velar por sus propios intereses. Por eso, el Movimiento Antorchista hace un atento llamado a la ciudadanía a que mire de cerca y haga propios los problemas que enfrenta nuestro estado.
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