Después de la llegada de los morenistas al poder con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, promoviendo una ficticia cuarta transformación que no le ha brindado al pueblo de México un ápice de beneficio para las clases más desprotegidas, además de mantener una abierta confrontación con gobernadores y alcaldes, con empresarios, comerciantes y diversos sectores y que se ha erigido como benefactor del pueblo sin serlo realmente, hoy se requiere de forma por demás urgente que a la presidencia de la República arribe un amigo de los pobres, de los que han permanecido olvidados y sin ser escuchados.
Es debido a la falta de oportunidades de desarrollo que miles de ciudadanos, tanto mexicanos como de países subdesarrollados, buscan la forma de llegar a Estados Unidos, investidos de “mojados”, migrantes centroamericanos que se encuentran de rodillas frente a la política feroz e inhumana instrumentada por Donald Trump y continuada ahora por Joe Biden.
Es en ese rubro que los gobernantes de la cuarta transformación emanados de Morena, están convertidos en fieros cancerberos de las fronteras norte y sur de nuestro país, al servicio de los magnates norteamericanos.
En un descarado entreguismo del Gobierno federal mexicano se puede apreciar que el discurso y la política de facto de López Obrador, es más parecida a la de un Pinochet que a la de un hombre de izquierda, diciéndose amigo de los pobres, pero sin serlo realmente.
Son precisamente esas olas migratorias de desamparados que abandonan sus lugares de origen lo que pone al descubierto el sometimiento del actual mandatario mexicano hacia Estados Unidos y su errada política populista en la que se pretende erigir como amigo y salvador de las clases empobrecidas pero de forma ficticia porque les arrebata por medio de sus esquiroles enquistados en el Poder Legislativo, toda posibilidad de acceder a mejores niveles de vida.
Morena y la 4T no son de ninguna forma grandes amigos de los pobres en ese neoliberalismo equivocado que defienden han generado mayor hambre y miseria en una escala nunca antes vista en la historia humana.
El presidente López Obrador vuelve a darnos aquí una lección de buenas intenciones que se dan de bofetadas con su política real. Tiene razón cuando dice que la causa profunda de la emigración es la pobreza, inseguridad y falta de empleo en sus países de origen; pero no la tiene cuando propone un plan conjunto con EE. UU. para impulsar el desarrollo económico de Centroamérica.
Se ha olvidado de que las carencias que señala son fruto innegable y directo de la explotación y dominio político del imperialismo norteamericano en sus países, con el fin de garantizar el enriquecimiento rápido e ilícito de empresas depredadoras como la United Fruit Company y similares. Los gobiernos norteamericanos promovieron y protegieron el despojo y acaparamiento de las mejores tierras de los campesinos, el saqueo de sus recursos naturales, la feroz explotación de hombres y mujeres que laboraban de sol a sol por salarios miserables.
Lo peor es que mientras se pronuncia un discurso de cautivador populismo, en los hechos, el Gobierno mexicano se suma a la política represiva, al uso de la fuerza armada para detener a los débiles e indefensos migrantes centroamericanos, a la vez que fustiga a las clases empobrecidas de México, a las que les entrega atractivos momentos económicos a cambio de que llegada la elección del seis de junio sigan confiando en él y respalden su política de engaño en las urnas.
Pero ¿cómo se habría de respaldar a quien simula ser amigo de los pobres pero que en la realidad les arrebata su propia vida?, definitivamente México necesita que llegue un mandatario que en verdad sea amigo de los pobres y no que solamente lo promulgue al aire, que se ponga en los zapatos de su pueblo y que se entregue de lleno a erradicar los grandes males que laceran a mi tan atormentada patria mexicana.
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