El Zarco, novela de I. Manuel Altamirano, nos relata una historia acaecida entre 1861 y 1863. Los sucesos acontecidos antes de esta etapa habían permitido que surgieran grandes grupos delincuenciales en México.
La historia se desarrolla en Yautepec, un pueblo de la Tierra Caliente, que vive en constante pavor, día a día es testigo de las atrocidades que comenten Los Plateados, una banda de delincuentes que dedicados al asalto a mano armada que matan a quien quieren para infundir terror en las comunidades.
En la novela, el gobierno no hace nada en contra de ellos porque están coludidos con los gobernantes y estos, a su vez, no tienen fuerza suficiente para combatirlos. De ese modo, los bandidos se envalentonan fiados en la dificultad que tiene el gobierno para perseguirlos y que está más ocupado en combatir la guerra civil. Así, los delincuentes cometen crímenes atroces, torturan y asesinan a inocentes, y dejan colgados de los árboles algunos de los cadáveres. Cometen las peores fechorías sin la mínima posibilidad de ser castigados, y mantienen a la población viviendo en el terror.
Estamos hablando de una novela narrada en un periodo en el que Benito Juárez, después de una presidencia interina, está tomando las riendas, pero todavía con muchas dificultades, preocupado por la guerra que aún sostenía Félix María Zuloaga, y por la amenaza constante de una intervención extranjera, que efectivamente se desencadenó en 1862 y no terminó con el triunfo de la república sino hasta 1867. Así pues, no se tuvieron en ese lapso elementos y condiciones suficientes para garantizar la seguridad de los mexicanos.
Me permito hacer la comparación de esta etapa de la historia de México con la actualidad porque hoy por hoy las condiciones políticas son muy distintas: somos un pueblo con un gobierno bien establecido, que se dice democrático, con poderes judiciales, legislativos y ejecutivos; elegimos al presidente de la república en unas elecciones democráticas, así como a diputados y senadores. Desde la elección de 2018, el partido Morena se ha convertido en mayoría. No estamos bajo la amenaza de alguna invasión extranjera y la oposición está lejos de querer iniciar una guerra interna.
Sin embargo, las condiciones de seguridad en el país se parecen mucho a las relatadas en la novela de Altamirano. México parece un pueblo sin gobierno, no existen las condiciones necesarias para garantizar la seguridad de sus habitantes, los robos, asaltos, secuestros y asesinatos han aumentado considerablemente.
En Zacatecas, comunidades como Sarabia han quedado desiertas, pues sus habitantes han huido por miedo a ser víctimas del crimen organizado, por lo menos ya hay una veintena de pueblos que han sido ocupados por los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación; el estado en el centro-norte del país se llena de pueblos fantasmas y en por lo menos 9 de sus municipios la policía se ha batido en retirada.
En Michoacán, tan solo en enero se registraron 233 homicidios dolosos, más de 4 mil personas han sido desplazadas y se encuentran varadas en la frontera norte; en marzo un grupo de sicarios asesinó a más de una decena de personas a plena luz del día en un centro urbano. Situaciones similares ocurren en Sonora, Jalisco, Guanajuato y en todo el país, México concentra las 8 ciudades más violentas del mundo.
La situación del México actual no es distinta a la que narra Altamirano en Yautepec. Los mexicanos vivimos en constante terror debido a la inseguridad que nos azota; pero ¿qué es lo que envalentona a los sicarios, hampones, secuestradores etc.? ¿Por qué esta situación atroz nos lastima todos los días? La respuesta es clara, el Plan Nacional de Paz y Seguridad de la 4T no ha funcionado, la valentía la obtienen los criminales de la seguridad de que hay un sistema legislativo y judicial dando abrazos, no balazos.
La política de la 4T, en materia de seguridad, es un fracaso total, y entre Morena y Andrés Manuel López Obrador han convertido a México en un infierno. Los abrazos no son sinónimo de inteligencia, sino de ignorancia. Por otra parte, el ascenso de la violencia también se explica por la interrelación entre gobierno y narcotráfico, tal como lo afirmó Silvano Aureoles, sin pelos en la lengua como dice un dicho popular, Morena se ha convertido en un narcopartido.
Que no nos sorprenda, pues, que con AMLO al frente del país la criminalidad siga aumentando. Sin embargo, no creamos ingenuamente que sin AMLO a la cabeza se restaura la paz, necesitamos un estado capaz de acabar con la injusticia social y ese estado solo lo pueden crear los proletarios unidos.
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