México es un país con gran riqueza, pero esencialmente pobre. Somos uno de los principales destinos turísticos internacionales, líderes en manufacturas, poseemos gran diversidad de recursos naturales, mano de obra competitiva y exportamos a todo el mundo.
Pero también existe otra cara de México, la razón por la que somos un país en desarrollo y no uno desarrollado. Somos esencialmente pobres y no me refiero a que la pobreza sea una cualidad intrínseca que nos defina como mexicanos, sino que la base de la población es esencialmente pobre.
Por la situación actual se debe de poner medidas que ayuden no solo a que las personas salgan de la pobreza, sino que también sean útiles para mantenerlas en un estado en el que no puedan regresar a ella y que, en el mediano y largo plazo, se den las condiciones para que el país se desarrolle.
La política de la Cuarta Transformación no nos puede engañar cuando escuchamos que se han destinado más recursos a programas sociales, si esos recursos se otorgaron a costa de los derechos sociales de la población, porque de qué le sirve a una familia recibir un apoyo monetario si ahora tiene que comprar las medicinas que necesita por su cuenta porque el sistema de salud no cuenta con presupuesto.
Lamentablemente, dentro del grupo de personas que viven en condiciones de pobreza los hay más y los hay menos, y quienes la padecen más que nadie son las personas en situación de pobreza extrema, es decir, aquellos hogares que subsisten con ingresos muy bajos. Cuesta trabajo imaginar que una familia pueda vivir en condiciones mínimas deseables con tan poco, pero esta era la realidad de más de 10 millones de mexicanos, según los informes de 2020 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
De acuerdo con esta grave situación en México algunas propuestas. En el corto plazo es fundamental que el gobierno pueda garantizar a las personas un mínimo de bienestar que los ayude valerse por sí mismos; que, en el mediano plazo, medidas más robustas puedan servir para mantener el barco a flote; y ya en el largo plazo, esperaríamos que estas políticas se reflejen en un mayor crecimiento económico y en menores índices de desigualdad.
Primero habría que atender las necesidades más inmediatas de la población mediante programas sociales de alimentación y salud, porque una persona que no se alimenta no puede trabajar, y si no puede trabajar tampoco puede pagar sus alimentos. Las transferencias monetarias o programas sociales focalizados pueden ayudarnos a reducir la desigualdad, pero es necesario saber a quién ofrecerlas, si estarían sujetas a que se cumplan ciertas condiciones y por cuánto tiempo.
Si entregáramos apoyos de manera discrecional, no existirían incentivos para que este dinero sea utilizado en factores que aumenten la productividad o que mejoren las habilidades de los beneficiarios.
Cuando las personas puedan trabajar, sería momento de dar el siguiente paso: crear condiciones para que puedan incorporarse al mundo laboral, especialmente al formal, pues el trabajo es la fuente de la riqueza de un país, y mientras más favorables sean las condiciones para llevarlo a cabo, esperaríamos que los hogares puedan recibir mayores ingresos acciones concretas para dar continuidad, este sentido podría llevarse cuatro acciones para erradicar la pobreza extrema.
En primer lugar, podríamos garantizar el acceso a educación de calidad a través de un programa de transferencias monetarias condicionadas y un sistema de escuelas donde los padres puedan intercambiar cupones gubernamentales para que sus hijos puedan asistir a la escuela que ellos deseen, fomentando así la competencia entre instituciones educativas.
En segundo lugar, es indispensable generar oportunidades laborales en el sector formal. Porque una persona que trabaja desde la informalidad no cuenta con seguridad social.
En tercer lugar, sería provechoso que nuestro gobierno impulsará la creación de un sistema de seguridad social universal. Sin importar si eres trabajador formal o informal, todos deberíamos tener la certeza de poder atendernos en un hospital o un centro de salud de calidad, y dado que seguridad social contempla aportaciones tripartitas en las Afores en comparación con las que aportaciones voluntarias de los trabajadores informales, el sistema universal reduciría los incentivos para permanecer en el sector informal y facilitaría a los trabajadores su incorporación al mercado formal de ahorro, crédito y seguros, instrumentos que resultan útiles para enfrentar adversidades, financiar proyectos de largo plazo y suavizar el consumo Inter temporal.
México es rico en recursos y mano de obra poco calificada, pero qué sucedería si los trabajadores fueran capaces de producir manufacturas más elaboradas o si mayores conocimientos pudieran reducir los costos de operación Entonces los trabajadores podrían hacer mejor uso del capital disponible, incrementando su productividad y los incentivos para seguir invirtiendo en ambos factores. Así, la inversión en capital humano se traduciría en mayores ingresos para los hogares y en un mayor crecimiento económico.
De tal suerte, las medidas de las que hablamos no solo ayudarían a que las personas salieran de la pobreza mientras se les otorguen subsidios, serían útiles además para mantener a la población en un estado en el que no puedan regresar a ella y, que la desigualdad sea un tema de repartición más justa de la riqueza y no de la miseria. Por ello considero que vale la pena dedicar nuestros esfuerzos en trabajar por quienes más lo necesitan y por el bien de nuestro país.
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