Las abundantes lluvias que se presentan en diversas partes del país y de manera particular en los estados del sureste mexicano, sacan a relucir una de las injusticias sociales más graves, ancestrales y generalizadas en nuestro país: la falta de vivienda digna y segura. Es un hecho que los cambios drásticos en el medio ambiente los sufren en mayor medida quienes carecen de un lugar donde resguardar a su familia. Resulta pues, que una lluvia poco más intensa que una lluvia normal, basta para provocar las escenas trágicas de cientos y miles de personas con sus casas inundadas, semidestruidas o de plano completamente inservibles para cumplir con el objetivo con el que fueron construidas. Es verdaderamente doloroso ver cómo las familias de la noche a la mañana se encuentran prácticamente en el desamparo total, dado lo perecedero y frágil de los materiales con los que construyeron sus pobrísimas viviendas.
Quien se tome la molestia de visitar in situ las zonas pobres y necesitadas de vivienda, encontrará que a pesar de ser asentamientos humanos que llevan muchos años de creados, la vida de las familias resulta una verdadera tragedia
Para las autoridades en turno, estas épocas se han normalizado como difíciles y nada más. Los daños provocados por los fenómenos naturales han pasado a ser únicamente preocupación de los afectados ante la indiferencia gubernamental; sin embargo, para la sociedad, estos acontecimientos no deben pasar desapercibidos y mucho menos mostrarse indiferente, sobre todo, porque los afectados son siempre gente muy pobre que vive en colonias populares, donde habita el pueblo humilde y trabajador: obreros, campesinos emigrados a los cinturones de miseria de las grandes ciudades, trabajadoras domésticas, mujeres abandonadas o cuyos maridos no ganan ni el salario mínimo, desempleadas, viudas y así por el estilo; dejando ver que los pobres, son más víctimas de las injusticias sociales que los priva de una vivienda digna y segura, que de las intensas lluvias.
Veamos, a pesar de las faraónicas obras realizadas por el gobierno federal en turno (el Tren Maya, y la Refinería Dos Bocas) en el sureste mexicano, la calidad de vida no ha cambiado sustancialmente para quienes viven en esta parte de la República. Si bien en el periodo de construcción de estas obras se incrementó el número de empleos, la conclusión de éstas, dejó nuevamente en el desamparo a las familias de quienes ahí prestaban sus servicios, en particular del Tren Maya; es decir, los mejorales sociales aplicados al mal, no erradicaron la enfermedad, la pobreza.
Hoy millones de familias que viven en los Estados del sur-sureste que siguen padeciendo condiciones de pobreza y rezago como en los viejos tiempos, mismos que se agigantan con la temporada de lluvias que vivimos en estos días. Si bien la falta de vivienda digna y segura no es particular de estas entidades, aquí se encuentran las familias más afectadas.
Según datos de la Comisión Nacional de vivienda recabados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) cada diez años, en México, más de ocho millones de viviendas se encuentran en condición de rezago habitacional y el rezago de vivienda asciende a 10 millones de casas, considerando tanto las que faltan como las que están en mal estado, problemática que se focaliza en el sur-sureste del país.
Por eso la necesidad de atacar con políticas y acciones efectivas, son impostergables para quienes gobiernan y gobernarán el país, los estados y municipios, y hacer efectiva su “preocupación” que en el discurso han vertido al respecto, garantizando la dotación de viviendas dignas y accesibles para todas las familias que lo necesitan.
Alto a la demagogia política, a las promesas de soluciones y ayudas que nunca llegan, de reparación de daños cuyos fondos se quedan muchas veces en manos de los encargados de aplicarlos, de ofrecimientos de reubicación, regularización y entrega de vivienda segura, que jamás van más allá de la foto para engañar a necesitados y a la opinión pública.
Quien se tome la molestia de visitar in situ las zonas pobres y necesitadas de vivienda, encontrará que a pesar de ser asentamientos humanos que llevan muchos años de creados, la vida de las familias resulta una verdadera tragedia, mismas que se han quedado esperando la ayuda gubernamental.
En Mérida, ciudad capital del estado de Yucatán, las cosas no pintan mejor. Las lluvias recientes inundaron calles y avenidas principales del centro histórico, plazas comerciales y fraccionamientos ubicados en el Norte, también se fueron al agua, en algunos casos se desplomaron los techos, y qué decir del Sur, las familias pobres que habitan estas colonias también se inundaron y sus sencillas viviendas se llenaron de goteras y, en casos extremos como en los asentamientos irregulares, las familias vieron cómo sus endebles viviendas se venían abajo con tanta agua, y así soportaron estoicamente, pues no tenían de otra.
Hasta el momento, no ha habido autoridad municipal, estatal o federal que se haya presentado en auxilio de los afectados, pareciera que las recientes elecciones dejaron en estado de shock a los gobernantes en turno, algunos, incrédulos, todavía, ante los abrumadores resultados, ignorando convenientemente para ellos, la necesidad de la gente.
Se necesita entonces, que las autoridades electas prioricen el problema de rezago de vivienda en el Estado e implementen políticas serias tendientes a acabar con el problema, atacarlo desde la raíz, para salvaguardar la integridad y la vida de los ciudadanos y evitar los momentos dramáticos que cada temporada de lluvia, tormentas tropicales y huracanes, viven las familias yucatecas humildes.
Mientras eso no ocurra, quienes militamos en las filas del Movimiento Antorchista seguiremos insistiendo una y otra vez se atienda y resuelva la problemática que viven miles de familias yucatecas que carecen de vivienda, exigiendo que las dependencias oficiales encargadas de resolver el problema lo hagan, y para eso, no queda más camino que la organización del pueblo para la gestión, la lucha social y la protesta pública de ser necesaria. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, es decir, si el gobierno no resuelve la falta de vivienda para el pueblo, éste exigirá por todos los medios a su alcance una solución. Al tiempo.
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