El 1 de septiembre el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) rindió su Cuarto Informe de Gobierno ensalzando avances de su gestión, aderezado con una campaña impresionante de propaganda, pues en días previos fuimos testigos de una amplia difusión de spots en radio y televisión de los supuestos logros de su gobierno, claro, a costa de los impuestos de todos los mexicanos. Sin embargo, la realidad del país es más transparente y se ve a leguas que la narrativa del ejecutivo no concuerda con los datos que arrojan instituciones serias, incluidas las que operan bajo su gobierno. Veamos algunos datos que permitan a mis escasos pero estimados lectores tener elementos de juicio sobre las acciones del gobierno de la 4T en materia de economía y seguridad ciudadana.
En primer lugar está el raquítico crecimiento económico que no rebasa el 2% anual, cuando lo prometido en campaña es que el país crecería cuando menos al 4%. Además México tiene el gran problema de altas tasas de inflación no vistas en los úlltimos 20 años, mismas que rebasan el 8% mensual, lo cual encarece los productos de la canasta básica, mientras los salarios pierden poder adquisitivo al no haber incrementos en la misma proporción. Además, los supuestos ahorros aducidos por el presidente del orden de los 2.4 billones ( no en un año como dijo sino en cuatro), no se reflejan en mayor bienestar para la gente, pues en los últimos 4 años se habla de un aumento de la pobreza con 6 millones de mexicanos más sumidos en la miseria. La inversión en materia de salud y educación ha disminuido en lo que va del sexenio, y eso se muestra por la supresión de programas como el seguro popular y las escuelas de tiempo completo, por ejemplo . Las tasas desempleo juvenil son del doble de la tasa general, es decir es mayor a 14%, con todas las limitaciones de la metodología del INEGI, pues tan sólo la gente que afirma estar en busca trabajo ya no está en condición de desempleada.
En segundo lugar, el gran pendiente del sexenio es la reducción significativa de la violencia, puesto que la meta era bajar los índices delictivos entre el 35 y 50% en los primeros tres años de gobierno. Lo que sostienen expertos es que dificilmente se alcanzará la meta en los poco más de 2 años que le faltan, al contrario, se perfila este sexenio como el más violento de la historia reciente del país. Pruebas al canto: Entre el 1 de diciembre de 2018 y el 31 de julio pasado suman 127,162 muertes violentas, de las que 123,550 fueron homicidios dolosos y 3,612 feminicidios, a razón de 2,952 muertes por mes (Expansión, 1/9/22). Esto rebasa el acumulado en el sexenio de Calderón (en donde se registraron 121, 613 homicidios), al que tanto critica el presidente por haber iniciado la guerra al narcotráfico, contrastado con su política de abrazos y no balazos estamos al borde de un país ensangrentado y sin control del estado.
Así las cosas, para el presidente de la república México va bien sin grandes problemas, mientras la gente de a pie no tiene la misma percepción. Una encuesta reciente de Reforma señala que en materia de seguridad, 68% de los ciudadanos dijo que la violencia ha aumentado y el 53% consideró que en el último año la economía del país ha empeorado. Por consiguiente, lo que nos queda a los ciudadanos es hacer conciencia de la situación grave por la que atraviesa nuestro país y prepararnos para que ya no nos engañen en el futuro con generosas promesas de campaña que al final no se cumplen. Necesitamos que el pueblo se organice y eduque, es decir se politice y esté bien informado para que no lo sorprendan quienes amasan fortunas al amparo del poder público, y sueltan una que otra migaja para que la gente les dé su voto para seguir medrando. Hagamos un frente común contra la injusticia, la violencia y la falta de bienestar para la mayoría de los mexicanos; para que se generen sufientes empleos bien remunerados y la inversión pública se oriente a salud y educación, entre otras prioridades. Vale.
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